10 años sin Enrique Morente: su amistad con Cohen y los recuerdos de Paloma Cuevas
Hace una década moría uno de los cantantes de flamenco que revolucionaron el género. Más allá del artista se encontraba un hombre cuyo carisma hoy recuerdan los que le conocieron
Hace diez años fallecía Enrique Morente tras ingresar en el hospital con un desenlace inesperado y trágico. Ha pasado el tiempo, y su familia y los amigos le siguen echando de menos. Su hija Estrella le tiene presente en cada una de sus actuaciones igual que Soleá y Kiki, los pequeños de la familia que, como era de esperar, continuaron la senda de su padre. El jueves pasado, el pueblo de Granada rindió un homenaje al artista que había nacido en el Albaicín en 1942.
Muchos de ellos recordaban lo feliz que estaba el día que se casó su hija Estrella con Javier Conde. Pocas horas antes de la celebración, y con la casa en plena revolución con las mujeres preparándose, él se colocó en el balcón a comer naranjas mientras charlaba con los vecinos y los periodistas que esperaban la salida de la novia. “Señor Enrique, ¿usted no se arregla?”, le preguntaban desde la calle. Y el artista, pausado, contestaba: “Hay tiempo para todo. Ahora es la de comer naranjas”, mientras lanzaba a los reporteros que hacían guardia la fruta. Le dio tiempo para vestirse, acompañar a su hija y después cantar hasta la madrugada.
Recuerdos imborrables
Alrededor de Morente y Aurora todo era una fiesta, como recuerda Paloma Cuevas: “Para mí son mi familia y Estrella es como mi hermana del alma. La quiero muchísimo y además somos comadres: soy madrina de su hijo Curro”. La empresaria explica a este medio que las dos familias siempre han estado muy unidas y que pasaron varias Nocheviejas juntos en Granada: “Eran mágicas. Todos cantando y bailando, los hijos, los tíos, los primos... La abuela Rosario contaba anécdotas de las giras que hacía con Lola Flores. Y cuando ya amanecía, sacaban un puchero y volvía la fiesta. Y en verano nos reuníamos en un chiringuito en Marbella que se llamaba Maricuchi a comer espetos. Enrique era el gran padre, protector y cariñoso con todo el mundo. Lo tengo muy presente en mi recuerdo. Su muerte fue una gran pérdida para la música”.
Pocos saben que Enrique Morente mantuvo una amistad importante con Leonard Cohen y varios de sus temas tienen como base los acordes y las escalas del flamenco. Cuando recibió el premio Príncipe de Asturias explicaba que su amor por la música le vino al escuchar a los 14 años, desde su ventana, a un chaval cinco años mayor que él que tocaba la guitarra en el parque. Este muchacho, al que llamaban ‘el hispano de Montreal’, aunque en realidad era sevillano, le enseñó las bases para tocar la guitarra. Cohen nunca más volvió a recibir ninguna clase y contaba que un día, cuando no lo vio en el parque, lo buscó. Le dijeron que se había suicidado. Muchos años después relató esta historia al recoger su galardón en Oviedo.
Y mucho antes se lo relató al propio Morente en su primer encuentro en el hotel Palace, en 1993. Gracias a un intermediario, Alberto Manzano, se conocieron y, lo más importante, se reconocieron musicalmente. Morente, al escuchar a Cohen, decía que sentía esa escala flamenca que había aprendió con el chico del parque. Una historia para recordar que forma parte de esa biografía humana del andaluz.
Un genio y un padrazo
Para Curro Romero, Enrique fue también un referente afectivo: “Era genial. Un artista muy valiente al que nunca le importaba lo que dijeran de él porque estaba convencido de lo que estaba haciendo. Entusiasta del flamenco y muy constante en su profesión, fue y será un referente para los artistas de generaciones posteriores”.
Su hija Soleá publicó su primer trabajo con su padre ya ausente. Decía que lo más difícil fue precisamente el día de su debut. Ella misma lo contaba en aquel momento: “Es lo que más me cuesta. Me da hasta miedo pensar todo lo que le echo de menos. Canto pensando en él. Me acuerdo desde que me levanto hasta que me acuesto. Lo llevo siempre conmigo”. Estudió Filología Hispánica y su padre estaba muy orgulloso de que fuera la primera universitaria de la familia. “Me decía que se había quedado con las ganas de estudiar y a veces venía a las clases para escuchar”, recordaba.
Enrique Morente era un hombre con una personalidad importante pero, sobre todo, ese carisma está unido a su gran humanidad. Para su hija Estrella fue su inspiración. Sus trabajos ‘Autorretrato’ y ‘Copla’ fueron ideas originales del padre. El primero lo grabó en unas condiciones muy tristes. Morente ya había fallecido. En cambio, el segundo fue un homenaje al artista y a esa alegría que derrochaba y que siempre había en su casa con el cante y el baile como hilo conductor de cualquier celebración.
Diez años después, Estrella reconoce que la mejor herencia que recibió de él fueron sus valores: “Su consejo era respeta y serás respetado”.
Hace diez años fallecía Enrique Morente tras ingresar en el hospital con un desenlace inesperado y trágico. Ha pasado el tiempo, y su familia y los amigos le siguen echando de menos. Su hija Estrella le tiene presente en cada una de sus actuaciones igual que Soleá y Kiki, los pequeños de la familia que, como era de esperar, continuaron la senda de su padre. El jueves pasado, el pueblo de Granada rindió un homenaje al artista que había nacido en el Albaicín en 1942.