Ana María Aldón (AMA), cojonudita de Sanlúcar
"Matrícula de honor en patronaje porque estudió la carrera de moda, abuela a los 44 años, madre de un niño de nueve, vuelve al Rocío"
Estuve tentada esta semana de hablar de María Teresa Campos, de la que siempre conviene recordar un apodo que tuvo al empezar su carrera laboral: 'cojonudita de Málaga'. Pero Ana María Aldón ejerce sobre mí un poder casi sobrenatural. Imposible ignorar a ese portento de señora, empoderadita viva, barroca toda, que no concibe vestirse sin echarse encima diez o doce cosas y diez o doce tonos de maquillaje. Es nuestra Princesa Kimera andaluza. Es cojonudita de Sanlúcar de Barrameda. Y de ese carro no me bajo.
Mi querencia por los personajes se mide muchas veces por la talla de sus adversarios. Cuanto menos gusta a algunos que la mujer de Ortega Cano hable, cuanto más añoran a la frutera que caminaba siempre dos metros detrás del marido, esa que no paraba de ejercer el siempre perverso 'discreto segundo plano', más la defiendo yo. A la que es ahora, la que decolora su melena, rellena epidermis con vitaminas, marca sus cejas negrísimas y le importa diecisiete bledos lo que opinemos de ella y de su pasado. Respeto infinito a esa clase de mujeres a las que jamás pillarás con la cara lavada, a medio hacer, o con arrugas en la ropa.
Le cuenta un montón de cosas a ‘Lecturas’, a propósito de cierto rifirrafe que tuvo con su señor esposo y el que mantiene con una de las hijas de Ortega. La revista la pone monísima y le entrega un cheque nominativo por desgranar varios detalles acerca de su matrimonio. Algunas inquietantes que no necesitábamos saber, como que “a pesar de la diferencia de edad, mi marido tiene mucha energía. A veces empieza a bailar en la cocina”. Algunas maravillosas, como cuando asegura: “Yo las calenturas en la cama, no en el plató de ‘Sálvame”. Y también algunas muy habituales en estos personajes que van por la vida repartiendo frases redondas: “No tenemos una relación tóxica, y de machismo menos. Nos hemos conocido ya con unas edades, cada uno tiene su vida, y nos respetamos”. “Ya con unas edades”. Te quiero mucho, AMA.
Ana María Aldón, matrícula de honor en patronaje porque estudió la carrera de moda, abuela a los 44 años, madre de un niño de nueve, vuelve al Rocío. Se cambia varias veces de ropa en el reportaje. Viste de hombre y de mujer porque ella es un género en sí misma. “Nunca me he puesto transparencias, soy muy pudorosa, pero este año me da igual, estoy en un punto de mi vida que… estoy con poderío”, afirma con un vestido rojo y otro blanco que una también imagina en personajes cuasi perfectos como doña Purificación Martín Aguilera, más conocida como Norma Duval.
Ella (Ana María, y puede que también Norma) sabe lo que valen las telas para hacer un vestido, también un kilo de mandarinas. A ella no hay inflación que la tome por tonta. Y después de años en los que la vida le ha puesto palos en las ruedas, un padre reguleras, un casi pasar hambre, ha conseguido sobrevivir a la huella de Rocío Jurado y ha vuelto a la aldea del Rocío once años después. “¡Lo que me gusta a mí montarme en un caballo, echarme al camino bien ‘arreglá’ hasta el último botón de la chaquetilla y olvidarme de lo que hay fuera”, dice.
“La llamada de atención a mi marido está surtiendo efecto”. Y es bueno que no desgrane más porque no hay necesidad de saber más del torero de Cartagena (un aplauso muy fuerte a todos esos periodistas que no saben llamarle de otra forma que no sea MAESTRO). Sale como puede de los dardos de Gloria Camila Ortega, que también estudió moda y dice que la colección que ha lanzado la mujer de su padre es más bien para señoras mayores. “Yo me dirijo a un público y ella se dirigirá, el día que haga su colección, a otro”. “El día que haga su colección”. Te quiero mucho, AMA.
De ella han dicho que es una interesada, que ejerció la prostitución, que no es capaz de conseguir superar a la más grande, que no la aguanta su familia política. Responde subida a lomos de un caballo y vestida de corto en el Club Ecuestre del Valle, en Brunete. Lo sé porque viene en la ficha técnica de la entrevista, no porque yo sea muy lista o tenga buen ojo para identificar los escenarios. AMA podría tomar medidas legales y decir esas cosas tan bonitas de que “está todo en manos de mis abogados”, pero prefiere no hacerlo para salvaguardar su salud mental. Y apuesta por emprender una vez que sus facetas como madre, esposa y abuela las tiene encarriladas porque para eso es una mujer con poderío. Quiere abrir su propio taller y que tenga tres habitaciones para que cuando vengan su hija mayor y su nieta desde Cádiz tengan sitio donde quedarse. Empresaria y generosa. Qué más queremos.
Que nadie le impida a Cojonudita de Sanlúcar cumplir su sueño, ahora que, como dirían los clásicos de la cosa rosa, ha decidido tomar las riendas de su propia vida. Avisados están.
Estuve tentada esta semana de hablar de María Teresa Campos, de la que siempre conviene recordar un apodo que tuvo al empezar su carrera laboral: 'cojonudita de Málaga'. Pero Ana María Aldón ejerce sobre mí un poder casi sobrenatural. Imposible ignorar a ese portento de señora, empoderadita viva, barroca toda, que no concibe vestirse sin echarse encima diez o doce cosas y diez o doce tonos de maquillaje. Es nuestra Princesa Kimera andaluza. Es cojonudita de Sanlúcar de Barrameda. Y de ese carro no me bajo.