Adelanto editorial | En exclusiva, el primer capítulo del nuevo libro de Vicky Martín Berrocal
Es la segunda incursión de la diseñadora en el mundo de la literatura de no ficción, narrando experiencias propias que espera que ayuden a muchas mujeres
A estas alturas, pocos dudan ya de que Vicky Martín Berrocal se encuadra en ese grupo de caras conocidas a las que la palabra 'polifacética' las define. Aunque saltó a la fama por su boda con Manuel Díaz, el Cordobés, estos días muy de actualidad por ese esperado encuentro con su padre, nunca se ha querido encasillar en ese papel. La hemos visto como presentadora, como concursante de talent shows y especialmente como diseñadora, una profesión a la que ha dedicado los últimos 17 años, vistiendo a nombres muy potentes tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
Y en esa larga lista de sectores en los que ha querido probar suerte, también está la escritura. En 2013 publicó '¿Qué haría Vicky?', un libro en el que abría su corazón y nos contaba todos sus secretos. Diez años después llega 'La felicidad ni tiene talla ni tiene edad', una obra en la que se expone aún más, compartiendo vivencias personales que no siempre han sido fáciles y, más importante aún, sus complejos, inseguridades y esas debilidades que le han hecho ser, al fin y al cabo, la mujer que es hoy: "Este libro te enseñará a no juzgarte, aceptarte como realmente eres y conseguir tu mejor versión", dice. Bajo el paraguas de la editorial Harper Collins, este nuevo libro saldrá a la venta el próximo 1 de marzo.
A continuación, puedes leer en Vanitatis el primer capítulo de 'La felicidad ni tiene talla ni tiene edad', titulado 'Cuando no hay talla para ti':
Tenía catorce años y estaba feliz porque iba a acudir por primera vez a una fiesta de fin de año con amigos. ¿Quién no se acuerda de esa primera Nochevieja? Era una celebración en petit comité que había organizado en unos salones comunes que había en el edificio de nuestra casa de Huelva. La idea era juntarnos unas cuantas amigas y que cada una llevara tres o cuatro amigos más. Yo acababa de llegar de Suiza, donde estaba estudiando, y ya entonces mi cuerpo era como era…
A mi madre, que se dedicaba a la moda, le hablaron de una tienda en Sevilla a la que ir para comprarme un vestido especial para la ocasión. Y allá que nos fuimos las dos. Ella ha sido y sigue siendo un espectáculo de guapa. Era el ideal de belleza de la época y yo una niña que a mis catorce años tenía una talla cuarenta y cuatro. Y con eso te lo digo todo.
Lo que experimenté en aquel episodio y lo que te relato lo he vivido en mis carnes. Fue en ese momento cuando empezaron mis dificultades con el sobrepeso, y no de buenas maneras, como verás. Imagínatelo, era una tienda en la que todo te entraba por los ojos desde el primer segundo. Yo me veía dentro de aquellos vestidos y era feliz, pero estuvimos poco tiempo. La dependienta al vernos se dirigió a mi madre con mucha educación y le preguntó qué necesitaba:
- ¿Un vestido para usted? —le dijo.
- No, para mí no; es para mi hija —respondió mi madre.
- Para ella no hay nada —contestó la dependienta tajante.
Observé la escena de reojo, como si la historia no fuera conmigo, como si la protagonista no fuera yo, PERO ME DOLIÓ. Me sentí despreciada, y eso que todavía era una niña. Mi madre me agarró de la mano, le dijo a la señora que no necesitábamos nada más y nos fuimos. Esa fue mi suerte, ese día y el resto de mi vida, que mi madre -siempre que lo he necesitado- nunca ha dejado de darme e ir conmigo de la mano. Incluso cuando he sido bien mayor. Todo lo contrario de lo que les ha pasado a otras personas, cuyas vivencias, que me han contado durante años, me han impactado.
"Siempre me han llamado gorda"
Si hay algo que he aprendido con el tiempo y la experiencia, propia y ajena, es que con la gordura no hay empatía. A las personas gordas se las señala, se las aparta y se las limita para cuestiones que los demás no se pueden ni imaginar. La vida se les pone muy cuesta arriba.
No recuerdo bien si encontré mi vestido en Don Algodón o en alguna de las tiendas en las que mi madre trabajaba, lo único que sé es que tuve mi vestido de Fin de Año. No era espectacular, pero a mí me valió para disfrutar de aquella noche.
Tratando de convencerme llegué a decirle a mi madre que no pasaba nada si no iba a la fiesta, que existían cosas que me hacían más ilusión y que tampoco me iba la vida en ello. Pasado el tiempo, cuando analicé aquel momento, reconozco que pasé un poco de pudor y de vergüenza, aunque no fuera del todo consciente.
Aquella experiencia la olvidé. Nunca más estuvo presente en mi día a día y mucho menos en mi rutina, pero es curioso, porque hace poco, en un evento en el que tenía que hacer un vídeo, sentí algo y mi mente recordó aquello como si hubiera pasado el día anterior. Recordé cómo era la tienda, incluso a la dependienta, y lo espectacular que estaba mi madre. Y su mano agarrándome, eso no lo olvido. Jamás. Las manos pueden llegar a ser milagrosas. Curan almas incluso antes de quebrantarse.
Al volver a hablar de ello, la gente se quedó impactada y a mí toda la situación me dejó pensativa. Mi cabeza había dejado enterrada durante décadas aquella vivencia, pero seguía dentro de mí.
"El pasado siempre vuelve y te recuerda que hay que seguir aprendiendo"
Me han llamado gorda toda mi vida. No recuerdo la primera vez que lo hicieron, simplemente sé que ocurrió y que siguió ocurriendo. Por eso es tan importante tener carácter y que te impriman valores pronto. Mi abuela me decía aquello de que te tiene que entrar por un oído y salirte por el otro. Y me lo he aplicado desde pequeña. A la gordura y a los muchos desafíos que me han ido poniendo en el camino. Con el tiempo descubres que la vida es tuya y la tienes que vivir para ti. Pero sé que para muchas personas vivir esto es una tragedia y más cuando te sucede siendo una niña. Hoy, con mi edad, tampoco sé si lo viviría igual o de alguna otra manera.
Cuando eres una cría te enfrentas a ese juicio, a ese rechazo, a no cumplir con las expectativas sociales. Estás creciendo y tu personalidad se está forjando. Eso lo cambia todo y hace que ciertas experiencias se puedan convertir en traumáticas y lleguen a condicionarte. ¿Te ha pasado a ti?
A estas alturas, pocos dudan ya de que Vicky Martín Berrocal se encuadra en ese grupo de caras conocidas a las que la palabra 'polifacética' las define. Aunque saltó a la fama por su boda con Manuel Díaz, el Cordobés, estos días muy de actualidad por ese esperado encuentro con su padre, nunca se ha querido encasillar en ese papel. La hemos visto como presentadora, como concursante de talent shows y especialmente como diseñadora, una profesión a la que ha dedicado los últimos 17 años, vistiendo a nombres muy potentes tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.