Mari Carmen y unos muñecos que eran su terapia y su familia
Antes de convertirse en ventrílocua ya sabía poner voces a los guiñoles. Esa fue su primera experiencia en un campo que con el tiempo le dio fama, dinero y presencia pública
Carmen Martínez-Villaseñor ha fallecido a los 80 años en su casa de Tenerife. Este nombre solo era cercano para su familia y le servía cuando tenía que realizar trámites administrativos o viajar. Para todo el mundo era Mari Carmen la de los muñecos. Y así ha sido desde hace más de medio siglo, cuando apareció por primera vez en ‘Noche del sábado’. Se trataba de un programa de variedades en la única televisión que existía.
Para ella, el año 1967 marcó un antes y un después en su vida, tanto personal como laboral. Había aprendido a utilizar la voz de tal manera que eran los muñecos los que hablaban. Un aprendizaje que le enseñó el padre de José Luis Moreno, con el que siempre tuvo una buenísima relación. Trabajaron juntos en muchas ocasiones y se apreciaban. Era curiosa esta unión entre dos artistas que compartían parecidas puestas en escenas. Si hubo celos entre ellos quedó en la intimidad. Lo que transmitían públicamente era buen rollo. Moreno tenía mala fama con sus trabajadores y en el caso de Mari Carmen, como solo se necesitaba a sí misma, laboralmente no hubo manifestaciones públicas en ese sentido. Al menos hasta ahora.
La diferencia entre Doña Rogelia y Rockefeller era muy clara. La abuela era la voz del pueblo que criticaba a los políticos, al gobierno y al poder en general, cuando esas demostraciones no eran lo habitual. El cuervo era el macarra de la calle, el chuleta y embaucador. Por lo tanto, ninguno de los dos se comía el espacio del otro. Cuando los periodistas le preguntábamos por esos comienzos, siempre tenía una referencia para Moreno y su familia.
Antes de convertirse en ventrílocua ya sabía poner voces a los guiñoles. Esa fue su primera experiencia en un campo que con el tiempo le dio fama, dinero y presencia pública que por decisión propia dejó en stand by. Lo último que se supo de ella fue a través de una entrevista en ‘La Otra Crónica’, donde mostraba su preocupación por los lobbies que movían el mundo sin que los ciudadanos estuviéramos al tanto.
Hace años cambio su chalé de Boadilla, donde tenía de vecinos a Pedro Ruiz, Raphael y Natalia y Joaquín Prat (padre) y toda su familia, por las islas Canarias. Con el presentador, trabajó en programas estrella de varias televisiones. Sus intervenciones eran una apuesta segura.
Joaquín Prat la ha mencionado este viernes en ‘El programa de Ana Rosa’: “Mi recuerdo es el de una persona encantadora. Vivíamos al lado y siempre nos recibía con mucho cariño. Nos encantaban los muñecos”. El chalé estaba en perfecto estado de revista y forma parte de la herencia que recibirá su hijo, como informaba José Luis Romo.
Nunca quiso exponer su vida privada. Se casó y nació Miguel, un hijo que ha querido mantenerse ajeno a la publicidad materna, como también lo decidió Augusto Algueró júnior con respecto a la gran Carmen Sevilla.
Tuvo un divorcio complicado con declaraciones inoportunas del exmarido. Nunca replicó y prefirió que las aguas se calmaran, como así fue. Dejó Madrid y se instaló en una villa en el Puerto de la Cruz donde recibía a los amigos y a la prensa local. Decía que por fin había encontrado el paraíso: “Esto es el Edén. Tengo el mar, mi piscina, mis flores y mis geranios, que es la flor que más me gusta cuidar”.
No estaba aislada ni se había retirado del todo de su mundo laboral. En estos últimos años prefería elegir muy bien sus apariciones. Económicamente no lo necesitaba. A diferencia de otros artistas de su generación, supo manejar muy bien sus finanzas. “Necesito poco. He viajado por todo el mundo, he conocido a personalidades nacionales e internacionales y he gastado el dinero en mis espectáculos y en la gente que quiero”.
Cuidaba mucho su presencia física y, como ella misma decía, “tengo que dar la mejor imagen. Ni soy guapa, ni mido uno ochenta, ni tengo el pelo rubio y los ojos azules. Me saco partido y procuro que mi apariencia sea bonita. Para feas ya tengo a doña Rogelia”, decía.
Y así era, aparecía impecable, con vestidos de firma, en los programas en los que trabajaba y en las fiestas a las que acudía. Era una buena clienta de las tiendas del barrio de Salamanca. Esos gastos que doña Rogelia consideraba exagerados formaban parte del guion que utilizaba Maria Carmen en sus espectáculos. Para la artista, sus muñecos eran más que un medio de trabajo. Y contaba que había veces que ella misma se asustaba cuando preparaba el trabajo. “Dicen cosas que yo no pienso. Lo bueno de los cuatro, de Doña Rogelia, Nicol, Daysi y Rodolfo, es que me han servido y sirven de terapia en momentos duros de mi vida”. A partir de ahora sus “niños”, como los llamaba, forman parte de la historia de la televisión y del espectáculo.
Carmen Martínez-Villaseñor ha fallecido a los 80 años en su casa de Tenerife. Este nombre solo era cercano para su familia y le servía cuando tenía que realizar trámites administrativos o viajar. Para todo el mundo era Mari Carmen la de los muñecos. Y así ha sido desde hace más de medio siglo, cuando apareció por primera vez en ‘Noche del sábado’. Se trataba de un programa de variedades en la única televisión que existía.
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