Elena Sánchez, "periodista antes que gestora" y jardinera por afición

Hasta este martes, cuando fue cesada, la periodista Elena Sánchez ejercía como presidenta interina de Radio Televisión Española. Un cargo que aceptó “por sentido del deber ante la dimisión del anterior responsable nombrado por común acuerdo del Parlamento”, como ella misma explicaba cuando accedió a una responsabilidad que pocas veces es bien vista. A veces, muchos buscan segundas intenciones. No es bien vista ni por los partidos políticos, ni por algunos de los trabajadores del Ente, que sufragan todos los ciudadanos a través de los presupuestos generales. Los primeros porque buscaban un entronque familiar con el PSOE para ese cargo. El marido de Elena fue jefe de gabinete de Ernest Lluch en el Gobierno de Felipe González y tiene buena sintonía con Sánchez.

Otros críticos esperaban manga ancha ante la eterna inoperancia de ciertos mandos intermedios que habían trabajado con ella. Ni lo uno ni lo otro. Su currículum académico y laboral era y es brillante, al margen de los comentarios malintencionados.

Quiso hacer de la televisión que presidía lo que se esperaba de ella y no emular a canales privados con contrataciones y costes elevados. Era una defensora de la pública. Hubo una época en que la tentaron con ofertas para que hiciera, como otros colegas, el cambio a Telecinco y Antena 3. Se mantuvo fiel a la cadena oficial, donde pasó por todos los horarios sin poner un pero. Estuvo en informativos de la mañana, de la tarde, de la noche y trabajaba sin horarios cuando presentaba 'Al punto', un programa informativo de gastronomía donde tenía que acudir a restaurantes y cocinas para preparar los reportajes previos a las entrevistas. “Elena es una todoterreno en el periodismo y nunca la vi como gestora y deshaciendo entuertos que nada tenían que ver con el trabajo y sí con el poder", explican a Vanitatis.

Los últimos meses no fueron fáciles y resultaron complicados. Los que la habían tratado en los buenos tiempos sabían que estaba deseando que se nombrara a su sustituto. “Elena es una excelente periodista y estaba cansada de tanta conspiración. La gestión y el tener que estar de guerra en guerra de despachos en Prado del Rey y fuera no iba con ella. Creo que ha sido una liberación”, destacan a Vanitatis colegas que han compartido muchas horas de trabajo y la definen como una buena persona.

Pedro Piqueras trabajó con ella durante unos años y coincide con esas impresiones. “Trabajamos juntos hace años y lo que puedo decir es que era una excelente compañera, divertida, muy positiva. Pasara lo que pasara, tenía siempre una sonrisa y era difícil que se agobiara cuando llegaba una noticia de actualidad y había que cambiar la escaleta”. Ambos formaban parte del equipo de Telediario: “Compartimos plató durante bastante tiempo y lo pasábamos bien. Nos íbamos a comer a restaurantes de la zona con todo el equipo. Elena es muy sociable y muy familiar. Después yo me fui a dirigir Radio Nacional y coincidíamos menos”.

Se quedó embarazada de su primer hijo cuando presentaba el informativo de mediodía: “Con la segunda, el horario era más complicado. Salía a las diez de la noche. La conciliación para las mujeres era más difícil que ahora, que en las empresas se tiene más en cuenta”.

Se casó con Pedro Pablo Mansilla, médico de formación, en la treintena y tuvieron dos hijos, que ya son mayores de edad y viven su vida. Mantienen el mismo domicilio en la localidad de Pozuelo, y su entorno social se reduce a un círculo de amigos de siempre con trayectorias dentro del mundo de la política y de la empresa. Es raro que acudan a los lugares de moda, y el matrimonio prefiere las reuniones en casa, donde tienen repartidos los roles domésticos. Según sus amistades, Pedro Pablo cocina muy bien y siempre sorprende con platos innovadores. Elena, en cambio, va más con el día a día, y una de las condiciones que nadie se salta en la familia es que se come y se cena en la mesa, y no con una bandeja frente a la televisión. Y, por supuesto, sin el móvil cerca.

A Elena le gusta la jardinería y se le da mejor la repostería. Sus tartas de manzana y sus brownies tienen fama. Recuerda que uno de sus platos nostálgicos fue recuperar una receta de su abuela, que consistía en un guiso de coliflor con arroz y bacalao. Aprendió a cocinar al ser la mayor de los hermanos y “tener que ayudar a mi madre. En realidad a mí no me gusta cocinar y no soy ninguna experta. Mis conocimientos son para salir del paso”. Se reconoce una mujer sentimental y que llora en el cine y con las películas que ve en televisión.

En diciembre pasado cumplió 66 años. Ya tenía su cupo profesional más que cubierto y ahora es tiempo de vivir la vida.