Eduardo Navarrete: "Yo quería televisión, sí, pero a toda costa no"
Hablamos con el diseñador más televisivo con motivo del lanzamiento de su primer libro, ‘Cabaret y vestidos de escándalo’, donde repasa los 7 diseños que más han marcado su trayectoria profesional
De querer ser Norma Duval en el Folies Bergère a convertirse en la figura más magnética, hilarante y especial de la industria textil española. Él mismo se ha atrevido a poner título a este trepidante viaje: ‘Cabaret y vestidos de escándalo’, su primera autobiografía. Sí, Eduardo Navarrete ha estrenado libro y, como en cada uno de sus proyectos, ha abierto con él a sus seguidores las puertas de su vida y de su corazón. Además, lo ha hecho de una manera muy especial.
Para ello, el televisivo diseñador ha rescatado los 7 modelos más especiales de toda su trayectoria profesional; uno por colección presentada. Precisamente, en búsqueda de conocer más secretos, si cabe, sobre el vestido de los Premios Goya 2018 de la Terremoto de Alcorcón o el modelo con estampación de El Corte Inglés, portado por Verónica Forqué días antes de su muerte, nos reunimos con un amigo, uno más de nuestra casa, en la oficina de 15 Segundos, su propia agencia de comunicación, ubicada en pleno barrio de La Latina (Madrid).
“O tienes muchos amigos o tienes mucho dinero”, dices en tu dedicatoria de ‘Cabaret y vestidos de escándalo’. Me voy a marcar un Broncano: sabemos que amigos tienes, pero ¿cuánto dinero tiene Eduardo Navarrete?
A ver…es que me he comprado un piso. Claro que tengo dinero, pero está invertido. Ya te digo que no tengo en el banco medio millón. La cifra no te la voy a decir. Además, tengo la intención de comprarme otro en cuanto pueda, pero… es un gran gasto. Y he aprendido una cosa: cuanto más tienes, más gastas. Me estoy haciendo una colección de bolsos de lujo que flipas…
Pero esta posición es fruto de tu esfuerzo, tu trabajo y tu confianza, porque… hace tres años te llegaron a cortar la luz del piso. De verdad, ¿tenías la confianza de que ibas a poder llegar hasta aquí?
Yo no tiré nunca la toalla, Yo lo que iba haciendo era poner parches a la situación económica que tenía porque yo siempre he tenido la esperanza de que lo que yo iba a hacer me iba a llevar lejos. Yo no esperaba triunfar así porque sí. Yo tenía la esperanza de que alguno de todos mis proyectos funcionaría. Pues sacaba una colección de bañadores, pensaba que iba a ir bien, hacía un programa, pensaba que me iba a dar visibilidad… No esperaba que todo me llegase estando quieto.
Explicas que tu primera colección tras salir de ‘Maestros de la Costura’, Okumavu, fue un cara o cruz a nivel económico. ¿Qué hubiese pasado si no hubiera salido bien?
Okumavu fue el resultado de la inversión de todo lo que había ganado en ‘Maestros de la Costura’. En esa colección pagué el ser novato. Al final me dejé mucho dinero en muchas cosas que, a día de hoy, no hubiese hecho. Por ejemplo, pagué un dineral en el alquiler de una sala que se podría haber conseguido por un intercambio… Puse todo lo que tenía en la cuenta para intentar hacerme un nombre; no lo he tirado a la basura. Así funciona el mundo: a base de prueba y error.
Es curioso que tu firma sea icónica por los estampados con tu cara y su estabilidad llegase con unos productos que te la tapan. Tus mascarillas sí que fueron una auténtica pandemia…
Eso y los bañadores, hay que decir que las mariquitas me quieren mucho, aunque mi público sea mayoritariamente femenino. Hago piezas divertidas, visuales… Entonces, me hace mucha ilusión y veo la playa repleta de mi ropa. Me encanta, me parece lo más. Hemos vendido bañadores a mansalva y seguiremos haciéndolo.
Podría resultar un gesto egocéntrico e incluso prepotente, pero quienes bien te conocemos sabemos que has tenido un duro proceso de aceptación contigo mismo y tu imagen. Haciendo reflexión, te tachan de hacer apología de las operaciones estéticas, pero, ¿alguna vez no te has sentido víctima?
No, yo no. Mira, yo tengo barra libre en Clínicas Kiharu. Podría tener seis tetas, la cara como un rape, ser la mismísima Carmen de Mairena, y no lo soy. Nunca he dejado de controlar la capacidad de decidir mis operaciones estéticas, siempre las he hecho porque he querido. Es más, solo me arrepiento de la operación de cuello porque me puse en manos de una oportunista que, a sabiendas de que no era la técnica con la que me la tenía que hacer, la hizo. Por su culpa tengo un complejo que todas las mañanas tengo que maquillarme y taparme la cicatriz del cuello.
Es más, a los 20 años me puse tanto, tanto, tanto ácido en los labios que cuando llegué a la discoteca la gente me miraba y me decía: “¡Wow! Nena, te has pasado”. Ahí fue cuando dije ahora sí, me encanta. Lo disfruté muchísimo, pero ahora no me vería bien.
“Mientras los otros niños preferían jugar, yo permanecía sentado en la mesa de los mayores”, escribes. El libro está lleno de ‘consejos que cobras’, pero ¿qué es lo mejor que escuchaste en esas conversaciones de sobremesa?
Lo que recuerdo es la sensación de todo aquello cuando se terminaba. El cante, el baile, eso es lo que yo quería. Yo estaba deseando que la comida se terminara para que sacaran la botella del orujo con el café y empezara a sonar la música. Mi hermano, Fran Martos, me ha dicho que voy a tener una vejez muy mala porque voy a enterrar a todas mis amigas. Y en eso el hijo de puta tiene razón. Es verdad que me junto con gente muy mayor, pero es que eso no se elige. Yo no elijo quiénes son mis amigos. Es algo instintivo.
Además, es importante explicar que tus padres tenían un bar y allí es donde te criaste, trabajaste e incluso desarrollaste tu relación con la comida. A los 16 años, y con 99,9 kilos, inicias un TCA del que según tus palabras entraste y saliste solo…
Evidentemente, yo soy hijo de bar. Al echar una mano, me daban dinero por el trabajo y eso hacía que siendo pequeño si mis amigos llevaban un par de euros, yo llevaba diez. Entonces yo compraba muchas golosinas y mucha porquería. Me alimentaba muy mal y luego además comía y recomía. Mi madre y mi hermana me reñían, me decían que no comiese tan mal. Es más, mi madre llegó a lanzarme una bolsa de chuches por la ventana del coche. Y un día me miré y dije: "Se acabó". Y dejé de comer y lo poco que comía lo vomitaba. Fue mirarme y pensar: "Se fini". Yo creo que era la edad, la pubertad… la inmadurez.
¿Llegaste a pensar en pedir ayuda?
Yo tenía todos los trucos para vomitar: beber agua, me metía el cepillo de dientes, me lavaba los dientes por la tarde para ya no comer nunca más… Es que no sé cómo entré ni sé cómo salí. Bueno, entré por una tontería de buscar en el móvil la información de cómo perder peso o trucos para no comer. Al final, estás con 18 años, que te acabas de ir de tu casa, no tienes quien te controle y te metes en un jaleo, porque no hay quien controle lo que comes y cuánto comes.
Recuerdo llorar un montón porque mi compañero de piso, Antoine, una noche estaba cenando pizza y se metía el olor por debajo de la puerta y yo no podía parar de llorar porque no quería comer, es que no quería comer ni una pechuga de pollo. Eso es un problema, es una falta de información grandísima…
Esto te sucedió en una temporada en la que trabajabas de gogó en Ibiza. ¿Agravó el trabajo aún más la situación?
Sí, claro. A ver, era el detonante. El detonante fue que yo quería trabajar de noche y para trabajar de noche, tenía que estar delgado. O eso pensaba yo. Yo quería hacer aquello y aquello era un escándalo. Yo quería ser la chica diez. Entonces, claro, había que pasar hambre.
Ahora, ¿cuál es tu relación con la comida?
Bueno, ahora es una relación más madura, más inteligente. Sí es verdad que no como todo lo bien que debería, pero… para eso voy al gimnasio. Esto es muy sencillo, son las gallinas que entran por las que salen. Entonces, voy a entrenar y hago mi cardio, hago mis cosas. Aunque es verdad que me operé y eso me cambió la vida. Soy una persona superfeliz. Me miro al espejo y estoy muy feliz.
Te lo digo porque te vimos en MasterChef disfrutar muchísimo. ¿Fue tu punto álgido de romance con la tele?
Bueno, a mí siempre me ha gustado el mundo del show. Al final, para mí la televisión es un sitio donde puedo ser yo en mi máximo exponente, porque a mí lo que me gusta es entretener y divertir y hacer reír a la gente. Entonces, el medio real donde yo puedo hacer eso es la televisión. Por lo tanto, claro que me gusta la televisión, me encanta. Antes de ir a ‘Maestros de la Costura’, a mí ya me habían propuesto varios programas que yo dije que no porque no consideraba que fueran oportunos para mí. ¿Qué quiero decir con esto? Que yo quería televisión, sí, pero a toda costa no.
Allí también te enamoraste de muchos compañeros, especialmente de Verónica Forqué, gran protagonista de ‘Cabaret y vestidos de escándalo’. En el libro confiesas que su diseño de ‘Supermercados Navarrete’ jamás salió a la venta y lo tienes guardado.
El vestido lo tengo en casa guardado con mucho cariño. Aquí en el showroom hay una réplica y ese vestido ni se puso a la venta ni se va a poner. Ni el otro ni el original, ni siquiera el modelo. No lo vendería ni lo subastaría, ni nada, porque es una cosa que es mía, que tiene un valor personal incalculable. Además lo tengo junto con otro jersey de punto negro que se dejó aquí la Vero. Yo dejarlo, sí que lo dejaría. Si es una cosa que le van a hacer un homenaje a ella y consideran que mi vestido debe de estar ahí, con todo lo que ha hecho esa mujer… entonces sí.
Hablando del amor y las relaciones, ¿ligas más desde que eres famoso?
A ver, hay mucha gente que se acerca por interés y hay otra mucha gente que se acerca porque quiere ligar. Evidentemente, soy un escándalo. Además, que me he hecho de todo… si no ligase más ahora ya sí que me pego un tiro. Eso sí, para mí ligar se ha convertido en otra cosa porque, antes de operarme, yo me enamoraba enseguida, porque no me sentía bien conmigo misma y tenía la necesidad imperiosa de tener que terminar con ese chico, porque si no, no lo había logrado. Y ahora me pasa totalmente al revés. Ahora me toca a mí.
No, me toca a mí, porque nos vamos a enfrentar. Dices en el libro que eso de que dejas la moda es un titular engañoso, falso y carne de clickbait y te recuerdo que el titular es mío. Estás ya preparando la vuelta, he escuchado…
Estoy preparando mi vuelta. Quiero hacer una colección de complementos de piel con una gran calidad y artículos que me representen más. Después de haber hecho tantos desfiles tan grandes, tan disruptivos, con tanto jaleo, con tanto circo, me apetecía hacer algo más relajado. Si todo va bien, en alguno de los 12 meses del 2025 verá la luz.
Fuera del Eduardo televisivo, llevas un negocio, eres CEO de tu propia agencia de comunicación, 15 Segundos, con siete personas a tu cargo. ¿Cómo es el Eduardo jefe, el Eduardo más serio?
A ver, hay mucha gente que me ha dicho que siendo así divertido y hablando tanto con mis trabajadores, que no me iban a tener respeto y que no iba a salir bien. Bueno, pues estaban en lo cierto. Sin embargo, quiero decirles que aunque estén en lo cierto, yo no voy a dejar de ser como soy. Y si para yo venir aquí a la oficina tengo que ser serio, tengo que ser otra persona y dejar de ser como yo soy… cierro la persiana y me voy. Que, a veces, sale bien y otras hay un exceso de confianza y las cosas salen mal por mi forma de ser. Pues sí, pero me da igual. Es un riesgo que corro. Creo que he demostrado con mi trabajo, con las colecciones y con todo lo que hemos hecho y con todo lo que sigo haciendo, que puedo trabajar y ser divertido.
And… what’s next?
Pues mira, mi plan de jubilación es irme a Miami, pero si algún día me voy a Miami es siendo rico; si no, no me voy. Además, me voy allí a los 50, ultraoperado y colaborando en Telemundo. Seis meses allí, seis meses aquí, yendo y viniendo, con un chalé enfrente del mar, con la barquita y todo. Sí, me veo.
De hecho, ahora quiero hacer una gira por Latinoamérica. Me quiero ir a México, quiero ir a Argentina, Chile, Cuba… Pero claro, para hacer tele creo que primero tengo que preparar algo especial, alguna colección o algo para presentar por allí y con la excusa de la colección y el libro o lo que sea irme haciendo la tourné.
De querer ser Norma Duval en el Folies Bergère a convertirse en la figura más magnética, hilarante y especial de la industria textil española. Él mismo se ha atrevido a poner título a este trepidante viaje: ‘Cabaret y vestidos de escándalo’, su primera autobiografía. Sí, Eduardo Navarrete ha estrenado libro y, como en cada uno de sus proyectos, ha abierto con él a sus seguidores las puertas de su vida y de su corazón. Además, lo ha hecho de una manera muy especial.