El álbum de boda de Rosario Domecq y Julián López, El Juli: "Al salir de la iglesia, ya casados, nos sorprendieron con una Salve Rociera en versión ópera"
La suya fue una boda multitudinaria, pero también muy cercana y emotiva. Acompañados de multitud de estrellas taurinas y envueltos por la luz del sur, los acordes flamencos y el cariño de los jerezanos, hoy abrimos su álbum de boda
El conocido diestro Julián López, El Juli, y Rosario Domecq Márquez, perteneciente a una de las familias de mayor tradición bodeguera de España, no eran personajes habituales de la crónica rosa hasta el día de su boda. Habían llevado su noviazgo de siete años de una forma discretísima, aunque eso no impidió que su enlace, celebrado el 20 de octubre de 2007, congregara a multitud de famosos y consiguiera que todo el mundo saliera a las calles de Jerez de la Frontera, tierra natal de la novia, para vitorear a los recién casados y a todos los invitados que asistieron a la boda del año.
Cuando nuestros protagonistas se conocieron, él tenía solo 18 años, pero ya era una reconocida figura del toreo. Ella, con 22, acababa de terminar sus estudios en Barcelona y trabajaba en el departamento de comunicación de un grupo editorial. Según parece, a Julián le costó bastante conquistar a Rosario. "Nos conocimos en Madrid, en casa de un amigo común, cuando fui con una amiga mía, belga, a llevarle un perro. Allí nos vimos por primera vez y, por lo visto, él se fijó en mí ese mismo día. Poco después, volvimos a coincidir saliendo en la misma pandilla y, aunque a mí me parecía que teníamos mundos muy distintos, él insistió durante ocho meses para que saliéramos juntos", recuerda Rosario. Finalmente, y tras llevar en absoluto silencio su relación, decidieron comprometerse.
La ceremonia religiosa, oficiada por el sacerdote dominico Martín Alexis, se celebró en la capilla de Santa Catalina del Convento de Santo Domingo de Jerez, adornada por Francis Yanes, de Flower Room, con multitud de flores blancas sobre fondo verde. "Siempre supe que me casaría en Jerez, mi tierra, donde atesoro recuerdos maravillosos de mi vida", apunta la novia.
El novio, aparentemente relajado y con puntualidad taurina, llegó al templo poco antes de la una y media del mediodía. Vestía un clásico chaqué confeccionado por la sastrería madrileña Langa, corbata gris y chaleco blanco, e iba acompañado de su madre y madrina, Manuela Escolar, que lució un vestido de gasa verde esmeralda con bordado de azabaches de Lorenzo Caprile y mantilla española de blonda negra.
La novia, que apenas se hizo esperar cinco minutos, llegó desde el Palacio de Domecq de la Riva, en una carreta del siglo XIX tirada por caballos y junto a su padre, el empresario Pedro Domecq Urquijo. A ellos dos les acompañaron los constantes vítores de cientos de personas que se agolpaban en la concurridísima Alameda de Cristina para mostrarle todo su cariño y no perder detalle de la llegada de los invitados. "Ese día estaba supernerviosa y apenas dormí, pero como me vestí en casa de mi abuela, todo resultó más fácil. En el comedor eran 25 desayunando, me estaba maquillando y salía una prima, entraba otra, mis amigas me ayudaban con el vestido... Entre tanto ruido, me fui tranquilizando. Además, los jerezanos fueron tan cercanos y amables conmigo que todo resultó precioso. Cuando llegué a la iglesia, se cerraron las puertas y vi a Julián y a todos mis invitados esperándome, espanté los nervios del todo".
La música fue otra de las grandes protagonistas del día. "Un momento que recuerdo con especial emoción fue cuando intercambiamos las alianzas en el altar de Nuestra Señora de la Consolación mientras sonaba el 'Canon en Re Mayor' de Pachelbel, que me encanta. Pasó igual cuando abandonamos la iglesia, ya casados, bajo los acordes de una maravillosa Salve Rociera en versión ópera", apunta Rosario. Instantes después, y mientras los novios atendían a la prensa, El Juli declaraba entonces sentirse "muy tranquilo en el día más feliz de mi vida".
A continuación se dirigieron a la Casa Palacio Domecq, una imponente casa señorial de estilo barroco ligada a la familia de Rosario desde el siglo XVIII, donde tuvo lugar el almuerzo, tanto en los jardines, el patio central de las columnas y los salones de la planta superior. Allí les esperaban sus más de 700 invitados, entre los que se encontraban empresarios, ganaderos y numerosos compañeros de El Juli como Enrique Ponce acompañado de Paloma Cuevas, Víctor Puerto, Raúl Gracia, El Tato; Javier Conde con Estrella Morente, Finito de Córdoba y Arancha del Sol, Cayetano Rivera, Curro Vázquez, Fermín Bohórquez y socialités como Lucía Dominguín Bosé, Alejandra Ortiz, Caritina Goyanes, Laura Vecino o el exalcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, entre otros.
La madre de la novia, Rosario Márquez, "que me ayudó mucho con la organización y cuidó todos los detalles", fue una de las mujeres más elegantes de la boda, luciendo un vestido color berenjena de Elena Benarroch, y pamela fresa de Philippe Tracy. "Elegimos la Casa Domecq porque ha sido escenario de las principales celebraciones de mi familia y siempre me evoca momentos maravillosos. No hubo cóctel y el almuerzo se celebró en los jardines, el patio central, el comedor y los salones de arriba, que se decoraron con rosas fucsias, liliums orientales y orquídeas. En las mesas, vestidas con manteles de hilo, destacaron los centros de mesa de cristal en diferentes alturas con orquídeas rosas y diferentes tipos de verde. Quedó espectacular". El menú, servido por el catering de Alfonso Rodríguez, incluía crema de verduras escalivadas, arroz con langostinos de Sanlúcar y pechugas de codorniz al aroma de foie y trufas de otoño. De postre, milhojas de tres chocolates y helado de Pedro Ximénez y caramelo. Todo regado con vino blanco Palacio de la Vega, vino tinto Marqués de Arienzo Reserva y vino Veinticinco.
"Para abrir el baile, primero con mi padre y después con Julián, elegimos un vals. La fiesta, que duró hasta las cinco de la mañana, continuó amenizada por el grupo Los Alpresa, invitados que se animaron con el flamenco y música por elegida por un DJ". Pocos días después, los novios partieron de viaje de novios. ¿El destino? Australia, Nueva Zelanda, Camboya y Maldivas. "Fue fantástico", recuerda Rosario.
Una novia sin pendientes
Para casarse, Rosario se decidió por un diseño de Miguel Palacio realizado en seda 'duchesse', "el mismo tejido con el que se casó mi abuela Paloma", en color blanco roto, sin mangas, con falda muy voluminosa y un volante drapeado en el bajo. Como detalle especial, resaltaba un cinturón de pasamanería gris del que salía una gran lazada que ascendía por la espalda hasta el hombro. "Recuerdo que le enseñé varios bocetos, recortes, apuntes de libros... Y Miguel entendió mi intención desde el primer momento".
Los zapatos eran de tipo salón y fueron diseñados por Rocío Mozo. Como únicas joyas, Rosario llevó su anillo de pedida, una pulsera de brillantes que le regaló su suegra y una espectacular tiara de diamantes y perlas perteneciente a su abuela paterna, Paloma Urquijo, de la que salía un velo de varios metros de largo. "No llevé pendientes. Nunca los llevo". El peinado, un semirecogido bajo, fue obra del estilista sevillano Paco Cerrato y el maquillaje de Baltasar González Pindel para MAC, era muy natural. El ramo, un delicado bouquet elaborado por Francis Yanes de Flower Room, iba cuajado de astilbe, astrantia y lirios del Amazonas.
Diecisiete años después y con tres hijos en común, los mellizos Rosario y Fernando y la pequeña Isabel, Rosario y Julián, que el año pasado dijo adiós a los ruedos, siguen tan unidos y enamorados como aquel luminoso día de otoño, disfrutando de su tranquilidad familiar tanto en su casa de Madrid como en El Freixo (ambos adoran el campo), su finca en Olivenza, Badajoz.
El conocido diestro Julián López, El Juli, y Rosario Domecq Márquez, perteneciente a una de las familias de mayor tradición bodeguera de España, no eran personajes habituales de la crónica rosa hasta el día de su boda. Habían llevado su noviazgo de siete años de una forma discretísima, aunque eso no impidió que su enlace, celebrado el 20 de octubre de 2007, congregara a multitud de famosos y consiguiera que todo el mundo saliera a las calles de Jerez de la Frontera, tierra natal de la novia, para vitorear a los recién casados y a todos los invitados que asistieron a la boda del año.
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