El álbum de boda de Lydia Lozano: "Quise hacer de mi boda una gran fiesta de verano, amigos y música"
Con un vestido sencillo y femenino, algún despiste en la ceremonia, una canción de Juan Luis Guerra en el recuerdo y muchos deseos de pasarlo bien. Así celebró su boda la periodista Lydia Lozano en pleno centro de Madrid
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"Si estás esperando de mi boda, un relato romántico y almibarado, nada de nada. Lo que nosotros queríamos ese día era celebrar una gran fiesta, compartirla con nuestras familias y amigos, crear un ambiente divertido y pasarlo muy bien juntos. Por suerte, lo conseguimos". Así de natural y rotunda comienza la periodista Lydia Lozano el relato de su boda con el arquitecto Carlos García-San Miguel y Rodríguez Partearroyo, más conocido como Charly, el 22 de junio de 1990 en Madrid.
La historia de amor de Lydia y Charly comenzó cuando se conocieron a través de amigos comunes. "Un día coincidimos, él me invitó a cenar y hasta ahora". Lydia apunta que en aquella época Charly era muy conocido en Madrid y que tenía amigos por todas partes, famosos, no famosos... "Recuerdo que yo le hacía fotos a sus amigos y me prohibió que les contara que trabajaba en la prensa del corazón. Decía que les dijera que era bibliotecaria", comenta divertida. Meses después de empezar a salir se fueron de viaje a Marrakech. "Allí, en el Casino de La Mamounia, en un posavasos, me escribió un mensaje en francés pidiéndome matrimonio". Lydia todavía conserva aquel posavasos.
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Una vez fijada la fecha del enlace, comenzó una cascada de anécdotas memorables para los novios. La primera, "cuando el cura nos dejó tirados tres días antes de la boda y tuvimos que buscar un sustituto a toda prisa en las páginas amarillas. No hubo forma de encontrar ninguno hasta que finalmente, en una parroquia de Madrid, acertamos con un párroco superamable que nos dijo que sí. Para colmo, en una de las visitas a las iglesias, Chary pisó mal el suelo y se fueron ambos para atrás. Por poco vamos escayolados al altar", relata la novia.
Finalmente, la ceremonia religiosa se celebró en la iglesia de San Jorge, en la calle Padre Damián de Madrid. El novio, vestido con traje azul marino, llegó media hora después que nuestra protagonista. "Mi padre me decía: 'pero, ¿tú crees que va a venir?' Además, estaba tan nerviosa que, cuando llegué al altar, me senté donde no debía, moví a los padrinos de sitio... Y durante la liturgia me equivoqué y dije: "Yo Charly, te quiero a ti Lydia, ¡un show total! Lo gracioso es que, en una iglesia próxima a la nuestra, se casaba un futbolista famoso en aquella época y hubo invitados que se confundieron y vinieron a nuestra iglesia y al revés. Al finalizar la misa, el querido periodista Agustín Trialasos gritó: "¡Por fin la hemos casado!", recuerda Lydia.
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La cena, a la que se unieron unos 150 invitados, Jose Toledo, Valentín Paredes, el actor Juan Carlos Naya o Marta Sánchez, entre otros, se celebró en casa de los padres de Charly. El menú fue servido por Ciboulette Catering, de Rocío Gandarias, íntima amiga de los novios. "A mí me gusta que los invitados estén de pie, apenas hubo cuatro o cinco mesas para dejar el bolso y la gente mayor, de modo que organizamos una cena tipo buffet, con una barra de copas alrededor de la piscina y otra de buffet libre con aperitivos, ensaladas, roast beef... Todo estaba precioso. La tarta apareció de pronto, nos hicimos la foto cortándola con un sable y rápido empezó la fiesta. Por supuesto, no hubo ni un solo invitado por compromiso. No soporto esas bodas en las que te saluda gente que no sabes quién es".
Tras el cóctel, en el que no hubo el tradicional baile de la pareja, novios e invitados se fueron a Archy, en la calle Marqués de Riscal, y al bar Libre, propiedad de Valentín Paredes, "donde Juan Carlos Naya me sacó a bailar, como si fuera el novio, con la canción 'Burbujas de amor' de Juan Luis Guerra, que me encanta". La fiesta terminó a las cinco de la mañana y a las ocho ya estábamos en el aeropuerto poniendo rumbo a nuestro viaje de novios: Puerto Rico y un crucero por las Islas Vírgenes. Fue fantástico".
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Un abanico de plumas y una orquídea violeta
El traje de novia, realizado por una modista amiga de su madre, lo diseñó la propia Lydia. "Realizado en seda salvaje, quise que llevar escote palabra de honor, cuerpo ajustado y falda recta con abertura lateral en un ligero volante, para enseñar pierna. Sencillo, atemporal y supercómodo para bailar. Como no quería llevar los brazos descubiertos, me compré una torera de encaje con algo de paillettes que todavía conservo. En lugar de ramo, que me parecía absurdo tirar después a nadie, llevé un abanico espectacular con plumas diseñado por mi íntimo amigo Juanjo Manez. Eso sí, mi madre no paraba de decirme: 'Lydia, por favor, no abras el abanico como si fueras una folclórica'", comenta nuestra protagonista.
"Como no quería velo, ni recogidos tirantes en el pelo, opté por llevar unas orquídeas moradas, mi flor favorita, para adornar mi melena suelta con flequillo que me peinó una amiga mía". Unos zapatos sin marca modelo salón forrados de la misma tela del vestido, un maquillaje sutil realizado por la propia novia y unos pendientes diminutos de brillantes de su madre completaron el look.
Una segunda boda tailandesa
Para celebrar sus bodas de plata, Lydia y su marido volvieron a darse el 'sí, quiero' con un gran fiestón el 20 de junio de 2015. Esta vez eligieron el rito tailandés. Para festejarlo, rodeados de compañeros de profesión y más de un centenar de invitados, eligieron los jardines del restaurante 'Thai Garden 2112' de su amigo Emilio Carcur que, por aquel entonces, "era como nuestra segunda casa", apunta Lydia.
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Para la ceremonia se colocó una especie de altar metalizado enfrente de dos sillones, donde se sentaron los novios. Todos los invitados, por expreso deseo de Lydia, fueron vestidos de blanco, excepto ella misma, que lució una túnica de seda color naranja sin adornos ni bordados, con escote asimétrico que confeccionó su modista de toda la vida. Como complementos, un ramo del mismo color y una flor violeta en su pelo suelto "peinado al estilo Brigitte Bardot. El traje lo 'copié' de uno que llevó Beyoncé en una entrega de premios Grammy. Era ideal. Al concluir la ceremonia, Juan Valderrama nos cantó 'Mediterráneo' de Serrat, una de nuestras canciones favoritas", rememora la periodista.
En el larguísimo cóctel, celebrado al mediodía, de pie (aunque muchos invitados se sentaron para comer en el suelo o al borde de la piscina), y con barra libre desde el principio, no faltaron deliciosos platos de la cocina tailandesa servidos en un colorista buffet. "Para amenizar la fiesta, contratamos una banda de música que, en un principio, iba a estar solo una hora, y terminó quedándose hasta el final. No faltó pop de los 80 y 90, éxitos españoles... En el escenario siempre había algún invitado con un micrófono, todo el mundo quería cantar y la gente no paró de bailar y divertirse en ningún momento". Si le preguntan por alguno de los momentos más especiales del día, Lydia lo tiene claro: "Cuando vi llorar a mi madre y a mi suegra, acompañándonos, muy emocionadas".
La periodista y el arquitecto, que en 2025 celebrarán su 35 aniversario de boda, siguen tan unidos como aquel divertidísimo y algo lejano 22 de junio. "Preparamos cenas románticas, nos hacemos regalos sin esperar una fecha especial... Charly es un tío con carácter y eso me gusta. Me mantiene los pies pegados al suelo, ha sido y es el hombre de mi vida y, a pesar de que nos conocemos perfectamente, siempre digo que me sigue sorprendiendo", concluye Lydia.
"Si estás esperando de mi boda, un relato romántico y almibarado, nada de nada. Lo que nosotros queríamos ese día era celebrar una gran fiesta, compartirla con nuestras familias y amigos, crear un ambiente divertido y pasarlo muy bien juntos. Por suerte, lo conseguimos". Así de natural y rotunda comienza la periodista Lydia Lozano el relato de su boda con el arquitecto Carlos García-San Miguel y Rodríguez Partearroyo, más conocido como Charly, el 22 de junio de 1990 en Madrid.