Byung-Chul Han, filósofo y Premio Princesa de Asturias 2025: "La obligación de ser feliz genera una presión devastadora. Hemos convertido la felicidad en un mandato individual"
El mensaje no es rendirse, sino reconectar. Porque quizá, si dejamos de perseguir esa felicidad inalcanzable, podamos empezar a encontrar momentos genuinos de bienestar
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Vivimos en una actualidad un tanto peligrosa. Sumergidos en una época en la que la felicidad se ha convertido casi en un producto de consumo. Es por ello que el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, recientemente galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, lanza una advertencia que incomoda y reconforta al mismo tiempo: “La obligación de ser feliz genera una presión devastadora”.
Tal y como hemos leído en 'Cuerpomente', desde su pensamiento profundo y siempre provocador, Han cuestiona la forma en la que hoy entendemos la felicidad: una felicidad impuesta, optimizada, decorada con frases y rutinas perfectas que prometen el bienestar permanente. Pero, según afirma, esta visión es engañosa y hasta peligrosa. “Nos venden la felicidad como un estado continuo de rendimiento emocional, y si no lo alcanzamos, sentimos que fracasamos”.
En su libro 'La sociedad paliativa', Han denuncia esta cultura que anestesia el dolor y lo convierte en un enemigo a eliminar, olvidando que el sufrimiento también forma parte de la vida y, de hecho, una parte fundamental. En concreto, puede ser esencial para experimentar una alegría auténtica. “La felicidad no es la suma de sensaciones positivas. Es más bien un estado fugaz, que aparece entre grietas, sostenido muchas veces por el dolor”, explica.
El filósofo remarca que esta versión hedonista y neoliberal de la felicidad privatiza el bienestar, despojándolo de su dimensión social. “Nos convencen de que si no somos felices es porque no nos esforzamos lo suficiente”, señala. De este modo, se responsabiliza al individuo mientras se ignoran las condiciones colectivas que generan malestar: desigualdades, precariedad, aislamiento.
Lejos de una visión derrotista, Han propone una mirada más humana y realista. Tanto es así que reconoce que el dolor es inevitable y que intentar evitarlo a toda costa solo nos vuelve más frágiles. “El dolor no solo no impide la felicidad, sino que puede darle profundidad”, sostiene el experto. Un ejemplo claro es el amor: tan capaz de hacernos sufrir como de llenarnos de sentido.
Por eso, tal y como hemos leído en el artículo del citado medio, el mensaje de Han no es rendirse, sino reconectar. Con el dolor, con el otro, con lo común, pero hacerlo. Porque quizá, si dejamos de perseguir esa felicidad brillante e inalcanzable, podamos empezar a encontrar momentos genuinos de bienestar. Momentos imperfectos, está claro, pero muy reales.
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Vivimos en una actualidad un tanto peligrosa. Sumergidos en una época en la que la felicidad se ha convertido casi en un producto de consumo. Es por ello que el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, recientemente galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, lanza una advertencia que incomoda y reconforta al mismo tiempo: “La obligación de ser feliz genera una presión devastadora”.