Ni estrés ni prisas: así se practica el yoyu japonés para vivir más feliz
No hace falta mudarse a Kioto para experimentar la serenidad japonesa. Solo aprender a dar tiempo y atención a cada gesto del día
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Vivimos rodeados de ruido, notificaciones y prisa. La rutina moderna nos empuja a hacer más en menos tiempo, dejando poco espacio para detenernos o respirar. Sin embargo, desde Japón llega un concepto que invita a recuperar ese margen perdido: el yoyu, una forma de entender la vida que valora la pausa, la atención y la serenidad. En lugar de buscar productividad, propone algo más profundo: encontrar espacio interior para vivir con calma y presencia.
El término tiene su origen en la palabra japonesa yoyū (余裕), que se traduce como “margen”, “espacio” o “holgura”. En japonés, se utiliza para expresar tanto el tiempo libre como la capacidad emocional para actuar sin agobio ni precipitación. Es una idea profundamente arraigada en la cultura nipona, donde la belleza se encuentra en lo simple y donde incluso las tareas más pequeñas se realizan con dedicación y respeto.
Inspirado por esta visión, el escritor y coach creativo Facundo Arena reinterpretó el concepto como “el arte de tener espacio interior” tras un viaje a Japón. En su pódcast 'Gaiki – Una filosofía de la creatividad', relató cómo descubrió esta actitud en lo cotidiano: carteles hechos a mano con mimo, flores cuidadas en las calles o artesanos que trabajaban con calma y precisión. “Todo lo que veía tenía dedicación, amor, atención al detalle y humanidad”, explicaba, convencido de que ese “espacio interior” es lo que diferencia lo hecho con amor de lo hecho con prisa.
El yoyu es, en esencia, una respuesta al exceso de estímulos de nuestra época. Frente al ruido y la aceleración, propone recuperar el silencio, la atención plena y la gratitud por el proceso. Es una invitación a detenerse para reconectar con lo esencial, a actuar desde la calma y no desde la urgencia, y a disfrutar del camino más que del resultado. En una sociedad que mide el valor en función de la velocidad, el yoyu reivindica el poder de la pausa y la importancia de vivir con intención.
Practicar el yoyu no exige grandes transformaciones, sino pequeños gestos conscientes. Respirar antes de hablar, concentrarse en una sola tarea o permitirse descansar sin culpa son formas sencillas de incorporarlo al día a día. Dar cabida a ese margen interior no solo mejora el bienestar emocional, sino que nos ayuda a recuperar la serenidad, a disfrutar del presente y a reconectar con lo que de verdad importa.
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