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La princesa de Asturias se resiste a lucir su tiara de 50.000 euros
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La princesa de Asturias se resiste a lucir su tiara de 50.000 euros

La boda del último heredero del viejo continente con una joven de rancio abolengo y carné de aristócrata parecía la mejor ocasión para que la princesa

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La princesa de Asturias se resiste a lucir su tiara de 50.000 euros

La boda del último heredero del viejo continente con una joven de rancio abolengo y carné de aristócrata parecía la mejor ocasión para que la princesa de Asturias luciera la tiara de 50.000 euros, regalo de su esposo por su quinto aniversario de boda, que custodia bajo llave. Pero no pudo ser. Don Felipe y Doña Letizia no llegaron a tiempo a la cena previa al enlace de Stéphanie y Guillermo de Luxemburgo, grandes duques herederos, por “problemas de agenda”, tal y como contó Casa Real a Vanitatis. Y Letizia se convirtió en la gran ausente en el baile de tiaras que tuvo lugar en palacio horas antes del enlace ‘real’.

De nuevo, la princesa se resiste a lucir la joya, decorada con 450 brillantes y diez perlas, que fue realizada en 2005 por la prestigiosa familia Ansorena, proveedores de la Casa Real desde 1869, a petición de don Felipe. Se trata de una tiara de oro blanco desmontable, cuya parte central, con la forma de una flor de lis, puede utilizarse como broche. Pero la actual situación económica del país ha retrasado que doña Letizia la estrene de una vez por todas. Son conscientes del papel que desempeñan ahora que la Monarquía ha entrado en barrena y por eso cuidan al milímetro cada uno de sus pasos. Aunque, tarde o temprano, llegará el momento de hacerlo.

En cambio, el resto de princesas herederas europeas, soberanas y reinas destronadas no tuvieron reparo en lucir sus mejores joyas en la recepción pre-nupcial, que tuvo lugar el pasado viernes en Luxemburgo. La princesa Carolina hizo gala del glamour de la saga de los Grimaldi y se atrevió con una tiara de perlas y brillantes realizada por Cartier, propiedad de su abuela, la princesa Carlota de Mónaco, y llevaba otra diadema de inspiración rusa a modo de collar, también regalo de la madre de su padre. Todo un despliegue de sofisticación que no pudo competir con la pieza de Mette Marit. La esposa del heredero noruego escogió una discreta tiara, que llevó el día de su boda con el príncipe Hakoon. La joya, regalo de boda de los reyes Harald y Silvia de Noruega, data de 1910 y consta de 23 margaritas formadas por diamantes, platino y oro blanco.

Una de las más vistosas fue la de Máxima de Holanda. La esposa del heredero holandés quiso dar notoriedad a la vistosa tiara del pavo real, como es conocida popularmente, baluarte de los Orange, que estuvo perdida en los joyeros reales durante más de 30 años. Data de 1897 y está realizada a base de rubíes y diamantes. Fue toda una sensación, nada comparable a la de Sonia de Noruega, que generalmente luce la misma pieza, una tiara de diamantes con perlas en forma de lágrimas. La vinculación emocional con la pieza es muy grande, ya que, en 1995, cuando sus orfebres de confianza iban a someter a una limpieza a varias joyas de la reina, entre las que se encontraba dicha diadema, fue robada. Nunca se recuperó la original, pero éstos hicieron una réplica casi exacta. Marie Chantal Miller también llamó la atención, con una diadema regalo de su padre. Aunque todo el mundo echó en falta que Letizia luciera la suya. Otra vez será.

La boda del último heredero del viejo continente con una joven de rancio abolengo y carné de aristócrata parecía la mejor ocasión para que la princesa de Asturias luciera la tiara de 50.000 euros, regalo de su esposo por su quinto aniversario de boda, que custodia bajo llave. Pero no pudo ser. Don Felipe y Doña Letizia no llegaron a tiempo a la cena previa al enlace de Stéphanie y Guillermo de Luxemburgo, grandes duques herederos, por “problemas de agenda”, tal y como contó Casa Real a Vanitatis. Y Letizia se convirtió en la gran ausente en el baile de tiaras que tuvo lugar en palacio horas antes del enlace ‘real’.

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