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El día que el Gobierno de España decidió meter a la monarquía en el congelador (¡seis meses!)
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135 aniversario de la muerte de Alfonso XII

El día que el Gobierno de España decidió meter a la monarquía en el congelador (¡seis meses!)

La implacable regla de la sucesión monárquica resultó fallida aquel 25 de noviembre de 1885. Cánovas decidió esperar al nacimiento del hijo póstumo de Alfonso XII

Foto: Alfonso XII y María Cristina.
Alfonso XII y María Cristina.

Quizás no fuese intencionado. Impresiona, sin duda, la expresión de la pequeña infanta María Teresa, que escala con la ayuda de su nodriza por la parte derecha de la cama en la que yace el cuerpo sin vida de su padre, el rey Alfonso XII. Su mirada, sorprendida e incrédula, reclama una respuesta. No lo entiende. Y busca, sin éxito, la explicación que siempre había encontrado en su madre, recostada ahora sobre la almohada al otro lado del lecho. No encuentra respuesta.

Es la dramática imagen que se ilumina en ‘El último beso’, el óleo de Juan Antonio Benlliure y Gil que inmortalizó la prematura muerte del rey Alfonso XII, tres días antes de cumplir los 28 años. Fue el 25 de noviembre de 1885, hace justamente 135 años, en el Palacio Real de Madrid.

placeholder 'El último beso'.
'El último beso'.

Avanzadilla de la monarquía moderna

La sorpresa, la pena y la incertidumbre invadieron el ánimo de muchos españoles, que pudieron temer el posible regreso a la inestabilidad, al descrédito institucional y a la división del denominado Sexenio Revolucionario. Los casi once años de reinado de Alfonso XII aportan inquietudes y ciertas tendencias que suponen una avanzadilla de lo que fue después la monarquía moderna.

La Constitución de 1876, impulsada por Cánovas, que salió de la pluma de Alonso Martínez, interpreta al rey como poder moderador, que comparte la soberanía con el Parlamento. Y es, por cierto, la Constitución con más años de vigencia (47) de la historia de España. En aquel ensayo de alternancia en el poder, a imagen de la experiencia británica en la que bebía Cánovas, solamente quedaban fuera del sistema los carlistas y los anarquistas. El rey mantenía mucho poder, sí, pero menos.

Francia, Austria, Reino Unido: una formación abierta

Alfonso XII fue el único hijo varón de Isabel II. De sus numerosos partos, al menos una docena, sobrevivieron cinco: Isabel (1851-1931), apodada la Chata, que fue princesa de Asturias entre 1851 y 1857; Alfonso, el heredero (1857-1885); Pilar (1861-1879), Paz (1862-1946) y Eulalia (1864-1958).

Consecuencia del exilio de la familia real, tras la denominada Revolución de Septiembre o la Gloriosa (1868), el pequeño Alfonso —tenía casi once años— cuenta con la oportunidad de conocer un nuevo entorno, lejos de las intrigas de aquella corte, viciada y desacreditada. Prosigue su formación en París, Ginebra y Viena, para culminar su periplo en la Royal Military Academy Sandhurst.

Cánovas, que había medido paso a paso su estrategia de restauración monárquica, tuvo que lidiar con la propia reina para que abdicara (París, 1870). Y tuteló el itinerario formativo de su heredero. Él mismo inspiró el contenido y el lanzamiento del conocido como Manifiesto de Sandhurst (1 de diciembre de 1874), la misiva del príncipe de Asturias en la ya que se presentaba como futuro rey de España y de todos los españoles.

Martínez Campos aceleró los planes de Cánovas

Cánovas tuvo que adelantar los acontecimientos, a raíz del levantamiento militar de Martínez Campos (29 de diciembre de 1874), que proclamó rey de España a Alfonso XII… Fue una temeridad muy propia de la época, que puso en riesgo toda la operación de Cánovas. Aunque la debilidad de la Jefatura del Estado facilitó las cosas…, Cánovas accedió a la presidencia del Gobierno y escasas fechas después Alfonso XII era proclamado rey de España: primero, por las calles de Barcelona, Valencia y Madrid. Y después, ante las Cortes.

Así concluía una operación impresionante, pilotada por el malagueño Cánovas del Castillo. La imagen de la monarquía había cambiado radicalmente. Del caos y el profundo desprestigio a la esperanza, la estabilidad, la paz y el progreso.

placeholder Alfonso XII. (CP)
Alfonso XII. (CP)

Los españoles habían pasado página

El pueblo hizo borrón y cuenta nueva. Dejó atrás las excentricidades de Isabel II, que tanto dio que hablar por su intensa actividad de alcoba. El propio Alfonso fue bautizado por el pueblo con el nombre de Puigmoltejo, dando por hecho que no era hijo del rey consorte, Francisco de Asís, sino del oficial valenciano Enrique Puigmoltó. Los españoles dejaron atrás, por supuesto, los gobiernos provisionales, la fallida apuesta por Amadeo de Saboya e incluso la breve ‘excursión’ republicana… Alfonso XII tenía 17 años cuando entró en España por la puerta grande.

Un pueblo sorprendido y comprensivo

Más tarde, tras la inesperada muerte de su jovencísima esposa, su prima María de las Mercedes de Orleans (1860-1878), solo cinco meses después de la boda, el pueblo comprendió el dolor del rey. Y en parte, también, su posterior comportamiento, corregido solo formalmente, en apariencia, tras su boda con María Cristina de Habsburgo (1858-1929).

María de las Mercedes no pudo ser enterrada en el panteón real, sino en una capilla del propio monasterio de El Escorial. Pero el rey dejó escrito que fuese trasladado su cuerpo a la catedral de la Almudena. Se celebró con honores de Estado en el año 2000. El pasado 8 de noviembre se cumplieron 20 años de aquella ceremonia. El segundo matrimonio de Alfonso XII, celebrado a finales de 1879, fue de conveniencia. Él mantuvo otras relaciones y tuvo hijos fuera de su matrimonio. Con María Cristina tuvo tres: María de las Mercedes (1880-1904), María Teresa (1881-1912) y Alfonso (1886-1941), que nació después de la muerte de su padre.

Alfonso XII fue un rey muy popular

Gozó de popularidad, en efecto. Y no solo por su entrada triunfal tras el exilio, ni únicamente por el impacto que causó la muerte de su primera esposa. También se ganó el afecto del pueblo por estar siempre al lado de los que sufrían, por acompañar a los damnificados… O, simplemente, por sus frecuentes viajes por el país.

Como ejemplo se suele citar el viaje que realizó poco antes de su muerte a Aranjuez, para acompañar a las tropas de la guarnición en unos momentos críticos, debido a la epidemia de cólera que padecía buena parte de España y que se había manifestado también en esta ciudad del sur de Madrid. Viajó a Aranjuez, en contra de la voluntad del Gobierno, para estar con la tropa. Y ordenó abrir las puertas del Palacio Real para dar asistencia a los soldados enfermos, a los que él mismo acompañó. Y fue aclamado por el pueblo.

Y el Gobierno de Cánovas decidió esperar

Su figura se engrandeció tras su prematura muerte, el 25 de noviembre de 1885, a causa de la tuberculosis. España enmudeció. No había cumplido los 28 años cuando la enfermedad truncó uno de los reinados con mejores perspectivas de los últimos siglos. Por eso, quizá, el Gobierno se permitió la sorprendente facultad de meter a la monarquía en el congelador durante seis meses, a la espera de conocer si el tercer hijo del rey fallecido era niño o niña… Si hubiera sido niña, la infanta María de las Mercedes (tenía cinco años y era la primogénita) hubiera recibido los derechos dinásticos.

placeholder La reina María Cristina. (CP)
La reina María Cristina. (CP)

Pero fue niño. El 17 de mayo de 1886 nació Alfonso XIII. Y su madre, María Cristina, que a pesar de todo había llorado la muerte de su esposo, se convirtió en regente. La decisión del Gobierno de Cánovas —a escasos días de ceder el cargo a Sagasta— rompió el mecanismo habitual de sucesión en las monarquías de todo el mundo. La regla era siempre implacable: ‘A rey muerto, rey puesto’. Pero aquella jornada del 25 de noviembre de 1885 no se escuchó en palacio… ‘¡El rey ha muerto, viva el rey!

Fermín J. Urbiola

Periodista y escritor

www.ferminjurbiola.com o en Facebook o en Twitter

Quizás no fuese intencionado. Impresiona, sin duda, la expresión de la pequeña infanta María Teresa, que escala con la ayuda de su nodriza por la parte derecha de la cama en la que yace el cuerpo sin vida de su padre, el rey Alfonso XII. Su mirada, sorprendida e incrédula, reclama una respuesta. No lo entiende. Y busca, sin éxito, la explicación que siempre había encontrado en su madre, recostada ahora sobre la almohada al otro lado del lecho. No encuentra respuesta.

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