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Las 40 palabras sobre el futuro del príncipe Juan Carlos que enfurecieron a Franco
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En el 60 aniversario del compromiso de boda

Las 40 palabras sobre el futuro del príncipe Juan Carlos que enfurecieron a Franco

El conde de Barcelona le llamó por teléfono, pero estaba en el Azor y 'casualmente' la comunicación era inestable. Franco, irritado, le felicitó con un discurso de los suyos: monocorde, interminable, 'hueco' y protocolario

Foto: El rey Juan Carlos y la reina Sofía. (Getty)
El rey Juan Carlos y la reina Sofía. (Getty)

Don Juan Carlos y doña Sofía tuvieron noticia el uno del otro en el crucero Agamenón (1954); se trataron durante los Juegos Olímpicos de Roma, en Nápoles (1960); intimaron en Londres (1961), donde el protocolo jugó a su favor ‘casualmente', y se comprometieron en Corfú, ese mismo verano de 1961.

La reina Federica de Grecia lo anotó así en sus memorias. “Corfú es el sitio más maravilloso del mundo para enamorarse. Las noches son más misteriosamente silenciosas que en ninguna parte por el chirrido de las chicharras y el intermitente ulular del búho. A veces, una brillante luna de color naranja transforma a los cipreses en agujas de campanarios góticos que apuntan hacia el cielo oscuro e inundan de serenidad los corazones de quienes los contemplan (…). En aquel feliz ambiente, Sofía y Juanito decidieron unir sus vidas para siempre”.

Se cumplen justamente en estas fechas los 60 años de aquellas vivencias. Unos cimientos sólidos, que han soportado todo tipo de inclemencias. Incluso las actuales. Sorprendentes, inimaginables. Y siempre pasajeras. Como las anteriores.

placeholder La pedida de mano de Juan Carlos y Sofía. (Getty)
La pedida de mano de Juan Carlos y Sofía. (Getty)

El conde de Barcelona se apresuró a difundir el noviazgo

El príncipe Juan Carlos (así se le conocía oficialmente en España, aunque familiarmente siempre fue Juan o Juanito) puso fin a los rumores sobre su posible compromiso con Gabriela de Saboya, hija del rey Humberto. Eran amigos desde niños, aunque su relación no fue nunca ‘formal’. Tampoco gozaba de la aprobación de su padre, Juan de Borbón, conde de Barcelona.

Quizás por eso, el propio don Juan se encargó de que se tuviera noticia públicamente de la nueva relación de su hijo con la princesa Sofía de Grecia, hija de los reyes Pablo y Federica. Y así, de paso, movía ficha en la particular y peculiar partida de ajedrez que jugaba con Franco.

“Y este Duque de Gerona, ¿quién es?"

Pero, el encuentro determinante para la nueva pareja fue al año siguiente, con motivo de la boda de Eduardo de Kent y Katharine Worsley, que se celebró en Londres el 8 de junio de 1961.

El rey Pablo y su esposa Federica no acudieron a la boda. En representación de la familia fueron sus hijos Sofía y Constantino. Con los años, doña Sofía admitiría que esa circunstancia facilitó mucho las cosas. “Mejor así, porque todo pudo desarrollarse con más naturalidad, con más informalidad, con más libertad. Muchas veces he pensado que si hubiesen estado allí mis padres, quizá no habría llegado a producirse el encuentro personal entre Juan Carlos y yo. Casi seguro: no habría pasado nada entre él y yo”.

placeholder Doña Sofía, en segunda fila, rodeada por Harald de Noruega, su hermano y don Juan Carlos en la boda de los duques de Kent. (CP)
Doña Sofía, en segunda fila, rodeada por Harald de Noruega, su hermano y don Juan Carlos en la boda de los duques de Kent. (CP)

El protocolo, inspirado por las sugerencias de la reina Federica, situó al príncipe Juan Carlos como caballero acompañante de su hija en la boda. Al llegar la princesa de Grecia y su hermano Constantino al hotel Claridge, mientras este pedía las llaves de las habitaciones, ella curioseaba en la lista de los invitados… “De pronto leí: Duque de Gerona. Y dije: Y este Duque de Gerona, ¿quién es? Entonces, a mi espalda oí: Soy yo. ¿Esa voz? Me volví. Y era él”.

Se encontró con un joven que disimulaba su tristeza

La princesa Sofía descubrió a un joven muy distinto al “atolondrado, bromista y un poco gamberro” que había visto en el Agamenón. Este disimulaba su tristeza, su soledad, con una risa frecuente y ruidosa, con la frecuente ruptura de la formalidad y el protocolo como expresión de una aparente naturalidad.

Ese mismo verano de 1961, los reyes de Grecia y toda la familia fueron a Escocia, donde doña Sofía y su hermano Constantino competían en las regatas de la Golden Cup. Allí recibió una postal desde Estoril. “Querida Sofi: Pienso muchas veces en ti. ¡Qué bien lo pasamos en la boda! ¿Cuándo volveremos a vernos? ¿Qué haces ahora? Te recuerdo mucho. Besos. Abrazos. Y mucho amor. Juan Carlos”.

El príncipe Constantino dio el aviso desde Corfú

Volvieron a verse pocas semanas después en Corfú. Viajaron sin sus padres. Fue con ellos su hermano Constantino, quien telefoneó a Atenas y comunicó a sus padres que se preparasen, porque a lo mejor recibían pronto una sorpresa.

El conde de Barcelona quería gestionar la formalización pública del noviazgo de su hijo al margen del régimen franquista, en el que se había educado el príncipe Juan Carlos desde los 10 años. Así reafirmaría la autonomía de la familia real y haría valer los derechos dinásticos de los que él era depositario. Y al mismo tiempo, con esta actitud negaba nuevamente la validez de la Ley de Sucesión española de 1947, que otorgaba a Franco la decisión de elegir a su sucesor.

“¡Cógelo, Sofi, que es para ti!”

Con motivo de la Feria de Internacional de Suiza, los reyes de Grecia viajaron para presidir la inauguración del certamen, dedicado ese año a su país. Y los condes de Barcelona viajaron a Lausana, el 11 de septiembre de 1961, con la excusa de visitar a la reina Victoria Eugenia.

El príncipe Juan Carlos, fiel a su estilo, pidió oficialmente la mano de doña Sofía al rey Pablo y a la reina Federica. Se lo hizo saber a su abuela, la reina Victoria Eugenia. Pero no comentó nada a su novia… Al día siguiente, 12 de septiembre, durante la comida, lanzó de repente por el aire una cajita gritó: “¡Cógelo, Sofi, que es para ti!”.

La princesa Sofía se vio sorprendida, aunque en repetidas ocasiones ha comentado que nunca recibió la petición de matrimonio. “…Ah, tengo que suponer que eso servía ya como declaración, porque lo de ‘¿te quieres casar conmigo?’ no me lo dijo nunca. A mi padre sí, claro, para pedirle la mano; pero a mí, no”.

El comunicado de la Casa Real griega

El compromiso se hizo público el 13 de septiembre de 1961. Y la noticia se publicó en toda la prensa internacional. Con grandes titulares en los diarios de Grecia y Portugal. Y con titulares más bien discretos en España.

La nota oficial difundida por la Casa Real de Grecia trataba a don Juan de Alteza Real y a don Juan Carlos, de Príncipe de Asturias: “S.M. el Rey y S.A.R. el Conde de Barcelona tienen la excepcional dicha de anunciar el feliz acontecimiento del compromiso matrimonial de sus amados hijos S.A.R. la Princesa Sofía y S.A.R. el Príncipe de Asturias, heredero de la Corona de España”.

placeholder La pareja en Lausana. (Gtres)
La pareja en Lausana. (Gtres)

Don Juan, que había conseguido su propósito de evitar la intervención de Franco en este asunto, telefoneó a El Pardo para comunicarle la noticia. Sin embargo, el general se encontraba pescando en el Azor y la conexión por radio fue casualmente compleja, con muchas deficiencias.

Las aproximadamente 40 palabras del comunicado oficial ya habían enfurecido a Franco. Y como solía hacer en esos casos, se tomó unos minutos, escribió algunas palabras sobre un papel, cogió de nuevo el auricular y comenzó a hablar con tono de discurso oficial. Y trató de felicitar a don Juan con uno de sus mensajes interminables, monocorde, ‘hueco’ y protocolario.

El príncipe Juan Carlos era aclamado por el pueblo

Los prometidos viajaron a Atenas con los reyes griegos y la condesa de Barcelona. La ciudad estaba engalanada con las banderas helena y española. Fueron recibidos por una multitud, que aclamaba a los novios a su paso por las calles en un vehículo descubierto. Por primera vez, el príncipe Juan Carlos era aclamado por el pueblo.

La boda se fijó para el mes de mayo de 1962. La maquinaria de Tatoi, residencia de los reyes, aceleró los preparativos.

Pero surgió el debate sobre la residencia del nuevo matrimonio. Los padres de la novia ofrecieron la casa de Psychico (Atenas). Pero el conde de Barcelona insistía en que debían establecerse en Estoril.

El príncipe Juan Carlos residía ya en la Zarzuela. Y en sus últimas conversaciones con Franco, este le había preguntado qué haría después de la boda. El príncipe evitó una respuesta directa y recordó al general que su destino lo habían negociado siempre él y su padre. Aunque en esta ocasión, Franco si fue más allá: “Ya va siendo Vuestra Alteza mayor de edad”.

"Más probabilidades de ser Rey de España”

El 1 de marzo de 1962, antes de viajar a Atenas para la boda, fue a despedirse de Franco, que no le dio permiso para utilizar su título de Príncipe de Asturias. Y en un momento de la conversación le dijo: “Yo os aseguro, Alteza, que tenéis muchas más probabilidades de ser Rey de España que vuestro padre”.

Don Juan Carlos se alarmó, le recordó que su padre debía ser Rey antes que él y le aseguró que le informaría de esta conversación oportunamente. Franco le insistió en que debía residir con su esposa en España y que debía estar en contacto con el pueblo español “para que este le conozca bien y le ame”.

Posteriormente, Franco añadiría algo más concreto a uno de sus fieles colaboradores: “Estoy seguro de que, al presentarse el caso, su padre, en bien de España y de la monarquía, procederá con el patriotismo que caracteriza a los reyes renunciando a la corona para servir así mejor a los intereses de su Patria y de su dinastía”.

Todo ello influyó, sin duda, en la decisión final del joven matrimonio. Tras la boda, tras una larga luna de miel y después de un breve periodo de tiempo en Portugal, ambos se establecieron definitivamente en la Zarzuela.

Fermín J. Urbiola

Periodista y escritor

Don Juan Carlos y doña Sofía tuvieron noticia el uno del otro en el crucero Agamenón (1954); se trataron durante los Juegos Olímpicos de Roma, en Nápoles (1960); intimaron en Londres (1961), donde el protocolo jugó a su favor ‘casualmente', y se comprometieron en Corfú, ese mismo verano de 1961.

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