50 años de la boda de la infanta Margarita y Carlos Zurita: un matrimonio sin fisuras
Carlos Zurita y Delgado y Margot (como la infanta ha sido siempre conocida en familia) se conocieron a comienzos de los años 70 a través de unos amigos comunes
Se cumplen 50 años de la boda en Estoril de la infanta doña Margarita, y cabe detenerse para dedicar un recuerdo a aquellos días y a esta pareja, sin duda ejemplar, que ha sabido llevar su relevante posición con la mayor normalidad y con los pies muy bien puestos en tierra. Y es que nadie ha dicho, ni puede decir, nada en contra el matrimonio Zurita-Borbón que, carente de todo ánimo de frivolidad, lleva una vida sencilla y sin pretensiones al margen de todo atisbo de escándalo o de corrupción.
De hecho, días atrás su hija María dejaba claro en el reality 'MasterChef', con la mayor naturalidad, que en su casa no se percibe ni se ha percibido nunca ninguna asignación del Estado y que la familia vive hoy en día de la pensión de su padre, Carlos Zurita, y de su propio salario, pues su hermano, Alfonso, se encuentra en paro en esos momentos. Dos hijos que no se pierden en el oropel, con la cabeza en su sitio, alejados de la caspa de ciertos entornos y dedicados al trabajo cotidiano en sus respectivas profesiones: María, desde su empresa de traducciones, y Alfonso, como experto en ciencias políticas, economía y relaciones internacionales con siete libros de ensayo ya a sus espaldas.
Carlos Zurita y Delgado y Margot (como la infanta ha sido siempre conocida en familia) se conocieron a comienzos de los años 70 a través de unos amigos comunes cuando él, natural de Antequera, ya estaba licenciado en Medicina (con premio extraordinario en 1968) tras haber estudiado en el prestigioso Colegio de los Españoles, de Bolonia. En 1971 ganó el puesto de profesor jefe del servicio de la Escuela Nacional de Enfermedades del Tórax en momentos en los que Margarita, para quien no se esperaba una boda con ningún príncipe a causa de su ceguera de nacimiento, todavía vivía en la casa paterna de Estoril. Unas alturas que poco importaban a esta infanta muy 'a la pata la llana', amiga de sus amigos, sencilla en sus gustos y criada en la libertad de las playas y los campos de Portugal.
Por entonces, la singular corte de los condes de Barcelona, en Villa Giralda, ya había periclitado, pues desde 1969 don Juan había abandonado, aún a su pesar, toda acción política que pudiera entorpecer la futura restauración de la monarquía que habría de llegar de la mano de su hijo don Juan Carlos. Eran tiempos de viajes de los condes de Barcelona, ahora figuras sin proyecto personal, durante muchos de los cuales Margot permanecía en casa en Estoril en compañía de su fiel dama Carmen Tejada y en la sociedad de sus más íntimos: Beatriz Tornos, la condesa de Povoa, los Pinto Basto, los Ribeiro Ferreira y los hijos de los vizcondes de Asseca, los duques de Palmela y Manuel Espirito Santo. Atrás habían quedado sus frecuentes viajes a España de décadas anteriores para darse a conocer en el país y servir a la casa de sus padres: a Madrid, invitada por los condes de Casasola; a Sevilla, como huésped de los marqueses de Valencina; o a Barcelona, donde la recibían los condes de San Miguel de Castellar.
El encuentro entre Carlos y Margot fue providencial para ambos, que no dudaron un momento de su enorme afinidad personal, anunciándose el compromiso matrimonial en enero de 1972. La boda se fijó para el 12 de octubre de ese año y fue una ceremonia sencilla y diametralmente opuesta a aquella gran puesta en escena que había sido el matrimonio de su hermana doña Pilar unos años antes. La de Margot fue un evento cálido y familiar. Durante tres días la infanta recorrió, en compañía de numerosos españoles, muchos de los lugares de su vida en Portugal y la víspera del enlace hubo gran recepción en Villa Giralda. El matrimonio se celebró a la mañana siguiente en la pequeña iglesia de San Antonio, en presencia del rey Umberto de Italia, la reina Giovanna de Bulgaria, los duques de Braganza y hasta el presidente de la república portuguesa, Américo Thomaz. Tras la ceremonia hubo banquete en uno de los mejores hoteles de Estoril, don Juan leyó unas emotivas palabras de despedida para su hija y los recién casados volaron hacia América, donde durante unos meses se afincaron en Buenos Aires gracias a una bolsa de estudios concedida a Carlos.
Tras su regreso de América, la pareja se estableció en Madrid, donde rápidamente nacieron sus hijos, Alfonso y María, en 1973 y 1975, sin que Carlos abandonase nunca la práctica de la medicina, a la que ha dedicado su vida. Sin rango oficial alguno en la monarquía restaurada, la infanta y su esposo no faltaron nunca a las grandes cenas de gala celebradas en el palacio real con ocasión de las visitas oficiales de los distintos monarcas de Europa y solo ocasionalmente representaron a la corona en diversos actos. Carente de ambición personal, a pesar de ser una extraordinaria lingüista y hablar hasta 9 idiomas, Margot no quiso recibir ningún título nobiliario tras su matrimonio, si bien tras heredar en 1979 el ducado de Hernani de su tío lejano don Manfredo de Borbón y Bernaldo de Quirós (una herencia sujeta a una innecesaria polémica), su hermano don Juan Carlos quiso concederle en 1981 el ducado de Soria que a su fallecimiento revertirá a la corona.
Cultos y de mente abierta, Carlos y Margot viajaron a la India conociendo distintos ashrams de la mano de la reina Federica de Grecia y ella es una declarada melómana, gran amiga tanto de la música clásica como del rock y de la música electrónica, habiendo asistido a numerosos conciertos hasta fechas muy recientes. En 1989 ambos crearon la Fundación Duques de Soria para honrar a la ciudad del ducado que ostentan y a la que desde entonces han dedicado sus desvelos, y ella es presidenta de Unicef España, la Fundación Once, la Federación Española del Corazón y la Asociación Española de Hemofilia, En 2009 los dos fueron investidos doctores honoris causa por la Universidad de Valladolid y en 2013 la reina doña Sofía, con quien mantienen una gran sintonía, presidió el homenaje a Carlos por sus 25 años al cargo de la Fundación Amigos del Museo del Prado.
Sencillos y poco amigos del glamour y de la vida social, en la actualidad los duques centran sus esfuerzos en la educación de su nieto Carlos, el hijo de María, frecuentando mucho a la larga familia extendida de Margot, para quienes todos no tienen sino las mejores palabras. Hasta hace unos años pasaban temporadas en la casa que adquirieron tiempo atrás en Antequera, donde son muy queridos y populares, pero dadas las limitaciones físicas de la infanta hace tiempo que no van por allí. Padres, hijos y nieto continúan viviendo en la casa familiar del barrio de Salamanca, en Madrid, pero a donde Margot regresa siempre feliz es a su añorado Estoril, donde tras el fallecimiento de su padre compró un apartamento sin grandes pretensiones con lo que recibió de la herencia paterna. Allí la reciben todos sus viejos amigos portugueses, además de algunos de sus primos, y también allí el pasado julio el ayuntamiento local quiso honrarla dedicándole el Passeio Margarita de Borbón. Unidos y sin fisuras, doña Margarita y Carlos Zurita son ejemplo en el que mirarse por su apoyo a la corona desde las posiciones más sencillas, más leales y más desinteresadas.
Se cumplen 50 años de la boda en Estoril de la infanta doña Margarita, y cabe detenerse para dedicar un recuerdo a aquellos días y a esta pareja, sin duda ejemplar, que ha sabido llevar su relevante posición con la mayor normalidad y con los pies muy bien puestos en tierra. Y es que nadie ha dicho, ni puede decir, nada en contra el matrimonio Zurita-Borbón que, carente de todo ánimo de frivolidad, lleva una vida sencilla y sin pretensiones al margen de todo atisbo de escándalo o de corrupción.
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