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Urdangarin y Marichalar, la cara y cruz de dos divorcios
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FAMILIA REAL ESPAÑOLA

Urdangarin y Marichalar, la cara y cruz de dos divorcios

A diferencia de Marichalar, que se fue sin exigir nada, Urdangarin quiere el dinero que considera que le corresponde

Foto: Jaime de Marichalar e Iñaki Urdangarin, junto a la infanta Cristina en 2007. (Getty/Carlos Álvarez)
Jaime de Marichalar e Iñaki Urdangarin, junto a la infanta Cristina en 2007. (Getty/Carlos Álvarez)

El inminente divorcio de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin ha vuelto a actualizar “el cese temporal” (que acabó en ruptura total) de la duquesa de Lugo y Jaime de Marichalar, dos maneras muy diferentes de funcionar.

Uno era rubio, guapo, alto, deportista y con un currículum amoroso intenso y extenso antes de formar parte de la familia real. Una vez que se descubrió que era la pareja estable de la hija de los Reyes, se supo que había dejado en la estacada a su novia, con la que se dijo que iba a casarse.

Foto: Las Infantas junto a su prima Alexia en 1983. (Casa Real)

Tanto es así que incluso hubo prueba de menú. Carmen Camí, chica discreta, no quiso confirmar ni desmentir este asunto, pero sí es cierto que se enteró por el informativo del mediodía que Txiqui, como le llamaban familiarmente a Urdangarin en su casa, se casaba con otra. Y esta otra era, en aquel momento, la tercera en el orden sucesorio a la jefatura del Estado.

placeholder La infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, en la boda de Victoria de Suecia. (Limited Pictures)
La infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, en la boda de Victoria de Suecia. (Limited Pictures)

La situación amorosa de los Borbón era la siguiente en aquella época. El príncipe Felipe era feliz con Eva Sannum, la primogénita se había casado con un hijo del conde de Ripalda y Cristina había tonteado con unos y con otros. Dos de ellos, Álvaro Bultó y Jesús Rollán, le dijeron que mejor ser amigos.

Y de pronto apareció el deportista de élite en los Juegos Olímpicos de Atlanta. En aquel momento, la infanta Cristina no tenía pareja estable y preguntó que quién era el rubio de la selección española de balonmano. Tiró la caña y pescó. Hubo petición de mano y bodón real.

Marichalar, por su parte, no era guapo y su imagen era la de “caballero de la triste figura”. Además, no era deportista y lo que más controlaba era los títulos nobiliarios. Igual que Urdangarin, tampoco tenía carrera universitaria. Al duque “empalmado”, como se autodefinió, le facilitaron, por ser quien era, unos títulos y unos másteres que no le correspondían. Daba igual. Había que dar oropeles académicos a quien no los tenía.

En el caso de Marichalar, su licenciatura duró veinte minutos en la página oficial de la Casa Real. Aunque eran otros tiempos, había currículums que fácilmente se podían demostrar que no eran ciertos. Con el tiempo, supimos que ese noviazgo se hizo efectivo por la perseverancia del que hoy es la mano derecha de Bernard Arnault, el magnate del conglomerado de marcas de lujo LVMH.

placeholder La infanta Elena y Jaime de Marichalar. (Getty)
La infanta Elena y Jaime de Marichalar. (Getty)

Tras el eufemismo “cese temporal”, llegó el divorcio en julio de 2013. Antes de la boda se firmaron las capitulaciones matrimoniales donde quedaban reflejadas todas las situaciones posibles en caso de divorcio. Uno de los puntos que figuraba era la custodia de los futuros hijos. Respecto al tema económico, no había compensación de ningún tipo. En este caso, Marichalar, que nunca fue del agrado de don Juan Carlos, se portó como un caballero.

Nunca ha hecho ningún comentario público de su separación y menos aún de su exmujer. La infanta Elena era la que ajustaba horarios de visitas y vacaciones y el exduque nunca puso pegas más allá de tener que cambiar de planes con sus hijos. La relación entre el exmatrimonio ha sido lejana y a través de abogados. En la actualidad, y con los hijos ya mayores de edad, no hay necesidad de cordialidad más allá de tratar (como se hizo) de solucionar la vida laboral de Froilán.

La relación de Jaime con el resto de los Borbón Grecia no es de cercanía, pero tampoco negativa. En su día hubo miembros de la primera familia y colaterales que no se portaron bien. Don Juan Carlos no tenía afinidad con el marido de su primogénita. Le consideraba un cursi, excesivo en sus estilismos, pero, sí reconocía que su hija mejoró su imagen física mientras estuvo con él. Tampoco le gustaba que se dirigiera a la infanta Elena con el término “madame”. Lo que desconocía el Rey es que, en la intimidad, se llamaban Oso y Osa.

placeholder Don Juan Carlos y doña Sofía, con sus hijos, su nuera y sus yernos. (Getty)
Don Juan Carlos y doña Sofía, con sus hijos, su nuera y sus yernos. (Getty)

En el acuerdo de divorcio hubo presiones importantes y malvadas para que Marichalar no exigiera lo que seguramente le correspondía, como era la custodia compartida de Froilán y Victoria Federica.

Sigue respetando la figura de don Juan Carlos y es el único que ha salido en defensa del monarca jubilado cuando Corinna Larsen comenzó su venganza. Quizás las únicas declaraciones públicas que ha hecho desde que se divorció. A pesar de su mal genio cuando se encuentra con la prensa, el exduque ha demostrado ser un hombre leal con los principios que la familia Marichalar Sáez de Tejada inculca a sus descendientes desde que nacen: Dios, fe y patria.

Urdangarin era el yerno perfecto. Y así lo fue incluso cuando se destapó el caso Nòos hasta que ya no fue posible. Como escribió Pilar Urbano, “había que salvar a la infanta”. Y eso fue lo que se hizo. Al deportista de élite, empresario sin currículum, marido perfecto, se le vino abajo el chiringuito. Tuvo una sentencia condenatoria e ingresó en la cárcel de Brieva. Se le siguió ayudando, pero él no lo vio así y así sigue funcionando. Hasta que no ha conseguido lo que ha querido, ha mantenido un tira y afloja con apariciones esporádicas con su novia en lugares como Palma, donde veranean los Reyes, o en Baqueira. Una manera de presionar.

La interpretación a esos movimientos podría ser una manera de avisar. Sabe mucho de las interioridades reales, pasó sus años en la cárcel que él consideró siempre injusta y ahora quiere vivir la vida. Y para esa existencia necesita dinero. A diferencia de Marichalar, que se fue sin exigir nada, Urdangarin quiere su dinero.

El inminente divorcio de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin ha vuelto a actualizar “el cese temporal” (que acabó en ruptura total) de la duquesa de Lugo y Jaime de Marichalar, dos maneras muy diferentes de funcionar.

Iñaki Urdangarin
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