15 años del "cese temporal" de la infanta Elena y Marichalar: "Esa boda nació condenada"
Hablamos con varios expertos en Casa Real, algunos de ellos testigos directo de la tensión que existía entre la pareja
Fue la primera gran boda de uno de los hijos del rey Juan Carlos y la reina doña Sofía. El enlace de la infanta Elena y Jaime de Marichalar generó una gran expectación el 18 de marzo de 1995. Se casaron en la catedral de Sevilla y protagonizaron una boda de cuento de hadas.
Nadie podía pensar entonces que 12 años más tarde Casa Real haría público un comunicado que no solo llamó la atención por su contenido, sino también por su forma. En el mismo, que vio la luz tal día como hoy de hace 15 años, el 13 de noviembre de 2007, anunciaban la ruptura de la pareja, evitando la palabra “divorcio” para referirse a él como “cese temporal de la convivencia”.
“Era la primera vez que se producía un divorcio en la Casa Real. Después llegó Letizia, que era divorciada, o el divorcio de su hermana Cristina, pero el de Elena fue el primero. Por no reconocerlo, buscaron un eufemismo con el que seguimos 15 años después: 'Cese temporal de la convivencia'. ¿Cese temporal? Habría que preguntarles que cuánto dura eso... ¿15 años? Fue una frase hipócrita”, nos cuenta el periodista y experto en Casa Real Jaime Peñafiel.
La periodista y escritora Pilar Eyre, autora, entre otros, del libro 'Yo, el Rey’ (La Esfera de los Libros), califica aquel comunicado como un “despropósito”: “Nos dejó a todos boquiabiertos, pero como entonces todos tragábamos con ruedas de molino en los temas que atañían a la monarquía, todos dijimos: '¡Ah, pues muy bien, qué elegantes!'. Madre María…. Hoy en las redes, cuántos miles de memes se harían”.
Para el periodista, escritor e historiador Fernando Rayón, experto en la Casa Real y autor de varios libros sobre la familia real española, “el anuncio del 'cese temporal de la convivencia' de la infanta Elena supuso un alivio para la hija mayor de los entonces Reyes de España y seguramente para todos los miembros de la familia. El eufemismo que se utilizó para anunciar la separación estaba en línea con las expresiones que entonces se utilizaban en otras Casas Reales de Europa, pero se ha demostrado falso, pues no fue 'temporal' y además eludía las circunstancias y motivos de la separación. Los habituales problemas de comunicación de la Casa del Rey”.
No cabe duda de que el anuncio de una noticia de estas características resultó “difícil” para la Casa Real, según apunta la escritora Carmen Duerto. Ella conoce muy bien la figura de la infanta Elena, ya que es autora del libro ‘La infanta Elena. La Reina que pudo ser’ (La Esfera de los Libros). También acaba de publicar ‘Letizia, una mujer real’, editado por Harper Collins.
Duerto afirma en Vanitatis que “fue tan difícil que el mismo comunicado fue ambiguo porque dejaba las puertas abiertas a una reconciliación. Usaron una fórmula extraña que trataba de evitar las palabras 'separación' o 'divorcio'. Se tardó en dar ese paso. Se pensó mucho y cuando al final la infanta, haciendo gala de su carácter, amenazó con que no iba a convivir por más tiempo con su marido bajo el mismo techo, supieron que ese movimiento, saliendo de casa, habría dado pábulo a más comentarios. Por eso se tuvo que hacer ese comunicado, para aclarar esa salida de la infanta con los niños del domicilio familiar y su instalación en otra casa. Incluso, tras ese 'cese de la convivencia', tardaron tres años en firmar el divorcio. Sí, fue una separación complicada. Además, era la primogénita de la familia y fue el inicio de la caída del castillo de naipes que vendría después”.
Toni Aira, profesor de comunicación política de la UPF-BSM (Barcelona School of Management) nos explica por qué aquella frase, 'cese temporal de la convivencia', se ha convertido en paradigma y ejemplo en las aulas de comunicación de lo que no se debe hacer: “Es ejemplo claro de lo que se ha utilizado mucho tradicionalmente desde la política y desde las instituciones públicas, en la línea de decir cosas sin decirlas o intentando enmascararlas. Es la utilización de los eufemismos en el lenguaje político e institucional. Son maneras de decir las cosas para que no parezcan tan duras o tan crudas. En ese sentido, ahí está ese 'cese temporal de la convivencia', que quería decir que se separaban. Es igual que cuando en Yugoslavia usaron las palabras 'daños colaterales' porque no sabían cómo referirse al hecho de que había habido víctimas civiles en un bombardeo; o como el despido en diferido de Bárcenas; o como cuando el PP no quería hablar de rescate y usaba la expresión 'línea de crédito en condiciones muy favorables'; o cuando Zapatero no quería hablar de 'crisis' y usaba expresiones como 'situación claramente menos buena'. El peligro que corren al usar estas expresiones es que pueden sonar absurdas e incluso ridículas, por lo que a nivel comunicativo pueden ser contraproducentes".
Y prosigue: "Esto responde a una obsesión que hay a menudo en la comunicación política e institucional porque no te fijen el marco mental que a ti no te conviene. Es importante tener presente la importancia de los marcos mentales, los frames, que se llaman en inglés, porque condicionan mucho. Es decir, si tú no quieres que se te perciba de manera negativa, tienes que intentar tener un discurso en positivo y desviar la atención del aspecto negativo. Pero cuando algo negativo, algo que te salpica, es muy explícito, muy real y lo ve todo el mundo, intentar disimularlo, disfrazando las cosas sin usar su nombre, es contraproducente para la credibilidad de la institución. Cuando una institución como la monárquica, que en aquel momento no había sufrido el desgaste que ahora tiene, utiliza este lenguaje tan extemporáneo y que claramente tiene la voluntad de no decir una palabra como 'separación', que ellos entendían que podía serles perjudicial, pierde fuerza, credibilidad e imagen, por lo ridículo del intento y por la mofa que conlleva. Al final logras que la gente hable del hecho que querías evitar y además te llevas un plus de escarnio público y de descrédito”.
El rumor de los problemas entre la pareja llevaba tiempo resonando y en las redacciones de los medios de comunicación ya se esperaba la noticia del divorcio. Pilar Eyre nos cuenta que “todos sabíamos lo que pasaba en esa pareja y que la infanta ya tenía intención de separarse antes del ictus de Marichalar. Después, su propio padre la aconsejó que no lo hiciera por la imagen tan nefasta que daría, dejando a su marido enfermo. Ella se portó muy bien con Jaime porque a él, con la enfermedad, se le puso un carácter terrible. Ella aguantó mucho”.
Por su parte, Jaime Peñafiel afirma que ya el día de la boda, él mismo detectó que aquella pareja no funcionaría: “Esa boda nació condenada. Yo estuve allí y te puedo decir que ya se apreciaba cierta tensión. Acuérdate del detalle del velo de novia de la infanta Elena, cómo le pidió a Jaime de Marichalar, con cierto genio, que se lo subiera. Ella es una persona difícil, pero es verdad que la tensión aumentó desde que Marichalar sufrió el ictus. Además, hay que añadir que él nunca llegó a entrar en la familia porque nunca sintieron afecto por él. A pesar de ello, a la Casa Real nunca les ha gustado una crisis matrimonial que pueda afectar a su imagen, por lo que la separación de la infanta Elena se convirtió en un problema que iba en contra de sus creencias”.
Pilar Eyre fue testigo en primera persona de esa tensión entre la familia y Marichalar: “Yo vi a la pareja en esa época una vez, en el Club de Polo de Barcelona, y estuvieron toda la mañana sin dirigirse la palabra. Él estaba sentado aparte, sin que nadie de la familia (estaban el Rey y Cristina también) le hablasen”.
El divorcio llegó a principios del 2010. No fue un proceso fácil. El 26 de septiembre de 2008, la revista 'Época' publicó en portada que la infanta Elena había alegado en su demanda de separación que uno de los motivos que había arruinado el matrimonio eran los malos hábitos que, de manera ocasional, afectaban a Marichalar. Este no dudó en emprender acciones judiciales contra el medio de comunicación.
En enero de 2014, el Juzgado de lo Penal nº13 de Madrid absolvió en primera instancia a los periodistas Carlos Dávila y Eugenia Hernández de un delito de injurias graves con publicidad. El exyerno de don Juan Carlos recurrió en apelación ante la Audiencia Provincial y se dio de bruces contra una nueva sentencia absolutoria que no admitía recurso.
En la sentencia se explicaba que Eugenia Hernández había recibido la información de fuentes cercanas a la pareja y que desde Casa Real se habían negado a hablar con ella sobre el tema. También se ponía de relieve que doña Elena no había hecho ningún desmentido a título personal.
El divorcio y las tensiones que el mismo generó supuso, sin duda, todo un reto para la Casa Real, desde donde se decidió que el expediente de divorcio firmado por la infanta Elena y Jaime de Marichalar debía ser guardado en una caja fuerte del Juzgado de Familia número 22 de Madrid, tal y como informó la periodista Cote Villar.
15 años después del anuncio de su ruptura, la infanta Elena y Jaime de Marichalar apenas mantienen relación. La justa para tratar asuntos que conciernen a sus dos hijos, Froilán y Victoria Federica. Ninguno ha vuelto a rehacer su vida sentimental.
Fue la primera gran boda de uno de los hijos del rey Juan Carlos y la reina doña Sofía. El enlace de la infanta Elena y Jaime de Marichalar generó una gran expectación el 18 de marzo de 1995. Se casaron en la catedral de Sevilla y protagonizaron una boda de cuento de hadas.