Lo que (quizás) no sabías acerca de las calorías puede ayudarte a perder peso
Un gramo de grasa tiene nueve calorías. Un gramo de proteínas tiene cuatro calorías. ¿Es este dilema matemático tan sencillo como parece? Cuando el objetivo es bajar de talla, no solo los números importan.
Hubo un tiempo en el que sabíamos vivir sin smartphones. Hubo un pasado en el que incluso salíamos a la calle sin teléfonos móviles. Incluso quizás alguno de los que lean este texto ha crecido sin internet. Pero lo que muchos de nosotros tenemos en común es algo ajeno a la tecnología. La cultura fitness y el bombardeo constante de dietas han hecho que el denominador común de muchas personas seala obsesión por contar calorías. Algunos aprendimos que la hamburguesa que tu compañera de clase comía, con un metabolismo bastante más eficaz que el nuestro como escudo, tenía un mínimo de 775 calorías. “Tendrías que andar 115 minutos a buen ritmo o correr durante 55 minutos para quemarla”, nos decían nuestras madres. De repente, el ¡Que coman pasteles!de Maria Antonieta se convirtió en algo más que una frase aglutinadora de su ausencia de empatía. El nuevo prisma labrado por la sociedad hacía de su frase una condena al pueblo a la obesidad.
Comer deja de ser un placer en el momento en el que el sabor se convierte en números. Pero si usted es víctima de la obsesión por el aporte calórico de cada bocado, e incluso mira las calorías antes del precio al coger un producto en el supermercado, ha de saber que no todas las calorías son iguales. Dariush Mozaffarian, de Harvard School of Public Health, llevó a cabo un estudio publicado en 2011 en el que analizó el peso y la alimentación de hombres y mujeres a lo largo de 20 años. “Lo que comes importa y marca la diferencia. Contar simplemente las calorías que ingieres no servirá de mucho si no tienes en cuenta qué tipo de calorías estás tomando”, asegura el autor del estudio.
El cuerpo descompone calorías de forma diferente si se trata de hidratos de carbono o de proteínas. Los hidratos, como por ejemplo un plato de pasta, se descomponen rápidamente y elevan tanto el nivel de insulina en nuestro cuerpocomo losíndices de azúcar en sangre. Si no los empleamos como energía, es decir, si tras ingerirlos no practicamos actividad física alguna, nos empujan a almacenar grasa. Mientras tanto, las calorías y (¡sorpresa!) la grasa se asimilan de forma más lenta, por lo que aunque tomemos una cantidad menor que de hidratos, nos mantendrán saciados durante mayor tiempo sin oscilaciones hormonales.
Uno de los errores más extendidos es pensar que vivir al límite en el consumo de calorías es la clave para adelgazar. Ingerir menos de 1.200 calorías al día (si no hacemos ejercicio alguno, porque si lo hacemos, esta cifra tendría que ser más elevada) obliga al cuerpo a almacenar grasa y a ralentizar el metabolismo. Es decir: la báscula se volverá en nuestra contra.
Otro dato importante: las mismas calorías procedentes de alimentos cocinados o sin cocinar actúan de forma diferente.También lo hacen las que provienen de alimentos procesados o de productos orgánicos. La comida cocinada hace que con el mismo número de calorías, ganemos más peso que con alimentos sin cocinar. Un estudio de la Universidad de Harvard publicado en American Journal of Physical Anthropology señala que las grasas de los alimentos aportan más calorías al ser cocinados. Las proteínas, explican, son como bolas de lana cuyos hilos están formados por aminoácidos. Al cocinar el alimento, estos aminoácidos se separan, por lo que las enzimas digestivas los descomponen. Este proceso se llama desnaturalización y hace que las proteínas se descompongan y sean absorbidas por el intestino delgado. Según este estudio, las proteínas cocinadas aportan entre un 10 y un 20% más de calorías que las crudas.
Otro estudio ha descubierto que el cuerpo tarda más en descomponer las calorías procedentes de alimentos sin procesar, por lo que, en resumen, aportan menos calorías.
Tengamos en cuenta que hay que tomar 3.500 calorías por encima de nuestra ingesta habitual para coger medio kilo. Asumamos que quizás las crudités no son un snack tan terrible como pensamos. Pero ante todo, tengamos en cuenta que para perder peso y lo que es más importante, para estar sanos y funcionar al 100% en nuestro día a día, el secreto reside en el ejercicio y en seguir una alimentación saludable. Y este tipo de alimentación exige la ingesta de grasas, contra lo que pudiera parecer. De hecho, la obsesión por las nueces y el aguacate tiene una explicación clara. Susgrasas, al proceder de alimentos que no se cocinan, terminan por aportar menos calorías al cuerpo. No nos obsesionemos tanto por si los hidratos de carbono son simples o complejos y aprendamos que la complejidad no tiene que estar siempre en el mantel.
Hubo un tiempo en el que sabíamos vivir sin smartphones. Hubo un pasado en el que incluso salíamos a la calle sin teléfonos móviles. Incluso quizás alguno de los que lean este texto ha crecido sin internet. Pero lo que muchos de nosotros tenemos en común es algo ajeno a la tecnología. La cultura fitness y el bombardeo constante de dietas han hecho que el denominador común de muchas personas seala obsesión por contar calorías. Algunos aprendimos que la hamburguesa que tu compañera de clase comía, con un metabolismo bastante más eficaz que el nuestro como escudo, tenía un mínimo de 775 calorías. “Tendrías que andar 115 minutos a buen ritmo o correr durante 55 minutos para quemarla”, nos decían nuestras madres. De repente, el ¡Que coman pasteles!de Maria Antonieta se convirtió en algo más que una frase aglutinadora de su ausencia de empatía. El nuevo prisma labrado por la sociedad hacía de su frase una condena al pueblo a la obesidad.