Naty Abascal: "La elegancia no puede cotizarse en bolsa, aunque sea un valor inalterable"
La editorial Rizzoli recopila las mejores fotos de este icono de la moda, algunas de ellas inéditas, y presenta el libro 'Naty Abascal, la musa eterna inspiradora de diseñadores de moda'
“En este país, si triunfas, te hunden”. La frase es de Naty Abascal y su caso probablemente la excepción que confirma esa regla, porque si alguien alguna vez ha intentado hundir a este buque insignia de la elegancia, desde luego a día de hoy no lo ha conseguido. Naty nació en Sevilla el 1 de abril de 1943 en el seno de una familia de 12 hermanos. Acompañada de una de ellas, Ana María, su gemela, se embarcó en un viaje de juventud a Nueva York para lucir los diseños de una colección del modisto Elio Berhanyer. Tenía 21 años y aquel desfile fue el inicio de una carrera fulgurante en el mundo de la moda, primero como maniquí, más tarde como musa y después como icono.
Abascal se hizo primero las Américas y después el resto del mundo. Los diseños que para ella han confeccionado a lo largo de estos más de 50 años de alfombra roja y pasarela dieron forma a una exposición que tuvo lugar el año pasado en el Museo Jumex de Ciudad de México. Ahora la editorial Rizzoli recopila sus mejores fotos con estos diseños, algunas de ellas inéditas, y presenta el libro 'Naty Abascal, la musa eterna inspiradora de diseñadores de moda'. Con motivo de este lanzamiento, Naty ha concedido una entrevista exclusiva a Vanitatis.
Cristóbal Balenciaga, Oscar de la Renta, Elie Saab, Yves Saint Laurent, Valentino… Estamos hablando de algunos de los mejores diseñadores de la historia. ¿Cómo ha logrado inspirarles a todos ellos en algún momento puntual?
A Cristóbal Balenciaga no pude conocerle, aunque sí tengo dos trajes suyos que fueron a la exposición. A Saint Laurent sí le conocí en París y Nueva York cuando abrió su boutique en Madison Avenue. Era uno de los grandes maestros al cual he admirado muchísimo. Con los que más trato he tenido a lo largo de todos estos años ha sido Oscar de la Renta, que ha sido mi hermano, le conocí en el año 1964 y rápidamente surgió una amistad y en nada estaba trabajando para él, desfilando y haciendo publicidad de sus trajes en revistas como 'Harper's Bazaar'. Y Valentino, a quien conocí en Nueva York en el año 1965 en una cena y enseguida nos hicimos amigos, íbamos a cenas juntos y a ver exposiciones de arte, museos. Él venía de Roma y tenía un apartamento en la calle 70 entre Madison y Park Avenue. Enseguida me pidió que hiciera sus desfiles en Roma de alta costura y prêt-à-porter, y nuestra amistad continúa cada día más fuerte.
Su relación con Valentino fue desde mediados de los 60 especialmente cercana. ¿Cómo le definiría como hombre y como artista?
Es ante todo un amigo, fiel, fiel, fiel. Siempre está ahí, con la palabra, el consejo justo, aunque a veces pueda ser el ser más exigente. Pero eso es parte de su persona. Valentino es un hombre del Renacimiento, siempre en busca del equilibrio, de la perfección, pero no nos confundamos, perfección no quiere decir aburrimiento, sino sorpresa. Vivir al lado de Valentino es como hacer un curso acelerado en casi cualquier disciplina. Le interesa todo, siente curiosidad por todo. Es un esteta insuperable y muy demandante. Pero lo más fascinante es que cada día sorprende con algo nuevo. Nunca dejas de aprender a su lado.
De todos los diseños que Valentino, "el último emperador de la moda", hizo para usted, ¿cuál ha sido el más especial?
Diría que dos: el que diseñó para la boda de mi hijo Rafael, en el que siempre lo recordaré, me decía: "¡Naty, hasta los lazos que llevas en el pelo son alta costura!". Y uno de su última colección, con unos pliegues laterales que terminaban en una pequeña cola detrás. Dos obras maestras que estuvieron en la exposición de México y que siempre estarán ligadas a mi vida.
Otro de sus 'hermanos' en el mundo de la moda ha sido Oscar de la Renta. ¿Cómo le definiría como creador y en el plano más humano?
Oscar amaba a las mujeres y eso se percibía en sus diseños. Siempre estás guapa, fuerte, imponente, en sus trajes. Oscar te daba seguridad, con su ropa y con su amistad. Nos conocimos en NY cuando fui a desfilar con Elio Berhanyer para la Feria Mundial de 1964 y nuestra amistad duró hasta el último día. Siempre tenía una sonrisa en la cara, una palabra reconfortante, con Oscar tenías la sensación de que nada malo podía pasarte a su lado. Y en realidad así era. Oscar hacía bello todo lo que le rodeaba. Y su enorme generosidad nos permitía disfrutar de ello y con él continuamente. Le echo de menos todos los días. Pero su cariño, su amistad, me acompañan siempre aunque no esté con nosotros.
Se podría decir que esta historia de amor entre Naty Abascal y la moda comienza con aquella mítica portada de 'Harper’s Bazaar' con fotografías de Richard Avedon (1964). ¿Qué recuerda de aquel shooting y del propio Avedon?
¡Avedon! Qué hombre tan fabuloso. Elegante, atractivo, con una capacidad camaleónica para sacar de uno mismo lo que no podríamos imaginar que éramos como personas o teníamos dentro como parte de nuestra personalidad. Siempre empujando hasta los límites, provocando, era el cómplice perfecto. El shooting de 'Harper’s' fue una experiencia mágica. Yo ya había trabajado con él en 1964. Un reportaje en el que, además de a mi hermana y a mí, fotografió a Elizabeth Taylor y Maya Plisétskaya. Luego llegó el mítico shooting en Ibiza, esa foto mía y de mi hermana, en la playa, con un enigmático hombre vestido de negro. Dick (Richard Avedon) era capaz de conjurar los ambientes más extraordinarios. Cada sesión con él era una narración completa, una historia en imágenes. Indudablemente, un maestro único en el mundo de la fotografía.
Poco después de ese reportaje, se trasladó usted a vivir a Nueva York. Abandonó Sevilla, a sus 11 hermanos, el resto de su familia… ¿Fue complicado? ¿Qué recuerda de aquella época?
Era muy joven y todo un mundo se abría ante mí. Mi familia siempre me apoyó, afortunadamente. Descubrí un Nueva York en plena ebullición, la ciudad que representaba el cambio, el lugar en el que todo era posible, nadie se sorprendía por nada ni nadie. Era el Nueva York de la Factory de Andy Warhol, el movimiento pop, Greenwich Village, ¡los museos!, el Metropolitan, el MoMA con su arte contemporáneo, los rascacielos… Todo era progreso, todo era nuevo… Aprendí mucho, pero también tuve mucha suerte conociendo a mi llegada a personas como Oscar de la Renta, que no solo se convirtió en mi amigo/hermano sino que me ayudó a navegar en un mundo completamente nuevo para mí. Fue realmente una época fascinante.
¿Cuál ha sido la influencia de su madre, la primera mujer que abrió una boutique en Sevilla, en su historia de amor con la moda?
Era una belleza. Una mujer llena de estilo, con carácter, con fuerza. Ecléctica, elegante, sofisticada y sencilla al mismo tiempo. Recuerdo que Pedro Rodríguez y Pedro Rovira, entre otros, le hacían sus trajes. De ella aprendí la importancia de ser uno mismo. Siempre.
En la misma línea de sentido, parece obvio que se ha ocupado usted de trasladar a sus hijos su pasión por la moda. ¿Qué lecciones cree que han aprendido?
Mis hijos son mis hijos y como madre los encuentro maravillosos. Pero objetivamente puedo decir que los dos tienen personalidad, carácter, fuerza… y belleza. Tienen el don de la discreción, han tenido una magnifica educación pero una infancia difícil, y eso les ha convertido en personas especiales, que valoran la privacidad por encima de todo. Creo que su estilo es parte de lo que han vivido. ¿Tienen pasión por la moda? Más bien diría que tienen un estilo maravilloso que irá mejorando aún más con los años.
Ha sido incluso musa de Woody Allen en el cine, concretamente en la película ‘Bananas’. ¿Cómo recuerda esa experiencia?
Como todo lo que me pasó durante mi vida en América. ¡Única! Woody es un hombre de una educación y discreción increíbles. Con las ideas claras de lo que quiere expresar con sus films. Nunca hubiera imaginado trabajar en el cine, y menos con un monstruo sagrado como él, pero esa es otra de las cosas que pueden pasar en América.
Ya que estamos recorriendo todas las artes, hábleme brevemente de su amistad con Warhol.
Yo iba de vez en cuando a la Factory y teníamos muchos amigos en común. Warhol era una persona muy peculiar. Tímido, empeñado en disfrazar su personalidad y aparentar ser alguien aburrido, cuando en realidad era tremendamente culto, con una colección de arte sensacional y un visionario, que supo crear un movimiento artístico que hoy no solo perdura sino que está más vigente que nunca. Siempre me arrepentiré de no haberme hecho un retrato con él. Teníamos la idea, pero yo venía a España y a mi regreso lo íbamos a hacer… pero no volví. Me quedé en España y empecé una nueva etapa en mi vida.
A lo largo de estas décadas, ¿cómo han cambiado los conceptos de belleza, elegancia y moda? ¿Cómo se ha ido adaptando usted a las nuevas corrientes?
La vida ha cambiado, ya no vivimos como antes. Hoy la tecnología ha cambiado nuestro entorno, todo es mucho más veloz, más rápido, no hay tiempo para nada… Y obviamente la moda no solamente lo refleja sino que también, forzosamente, ha tenido que adaptarse a esa 'falta de tiempo'. Hoy sales por la mañana y a medida que avanza el día vas añadiendo o quitando accesorios a un look y llegas hasta la cena en un restaurante sin haber pasado por casa ni un minuto. Eso hace 40 años era impensable. Pero conceptos como belleza, elegancia, moda… hay que llevarlos siempre al terreno personal, hacerlos propios y usarlos para expresar tu personalidad. Eso es algo que se va aprendiendo y puliendo con los años y la experiencia, que es, sin duda, la mejor escuela.
Usted ha sido la reina de la elegancia en la mayoría de los rankings realizados en España en las últimas décadas. ¿Quiénes cree usted que son las herederas de esa corona en nuestro país?
Creo que España es un país elegante por naturaleza. España tiene una elegancia austera, discreta, pero de enorme refinamiento. Hay muchas niñas jóvenes que han comprendido que la elegancia, la belleza, el estilo, son siempre cuestiones muy personales, han entendido que lo que nos hace diferentes, únicos, es una mezcla de perseverancia, valentía para defender nuestras ideas y estar siempre abiertos a experimentar. ¿Quiénes representan esos valores? ¡Lo dejo a su imaginación!
¿Ha contado alguna vez con la ayuda de un asesor, experto en moda o estilista, o sus looks en cada evento social son siempre una elección propia?
He aprendido de mis maestros, de la gente que ha sido y es mi amiga y con los que he trabajado, vivido y compartido momentos excepcionales. Aunque parezca difícil, dedico minutos, pocos, a vestirme. Improviso, arriesgo, decido en el ultimo minuto entre este o aquel pañuelo, collar o pendientes, un toque inesperado en unos zapatos o unos guantes… y a la calle. No, no tengo un asesor. Mi asesor es la experiencia.
¿La globalización ha matado al glamour?
No, pero se lo ha puesto muy difícil, porque ahora todo tiene que dar beneficios. Y el estilo no puede enlatarse. La elegancia no puede cotizarse en bolsa, aunque sea un valor inalterable. Creo que de todas formas el mundo es cíclico, y veremos el regreso de los pequeños negocios, del trato personalizado, de la humanización, tan necesaria, de la sociedad. Ahora más que nunca, el contacto humano y la proximidad son imprescindibles.
Por último, ¿qué es la moda para Naty Abascal?
Un arma para conocerme, sorprenderme a mí misma, divertirme, experimentar. La moda es un lenguaje sin palabras que nos presenta ante los demás, La moda es cultura, es artesanía, es provocación, es una forma de hablar de nosotros y de comunicarnos con el entorno, la sociedad, el mundo.
“En este país, si triunfas, te hunden”. La frase es de Naty Abascal y su caso probablemente la excepción que confirma esa regla, porque si alguien alguna vez ha intentado hundir a este buque insignia de la elegancia, desde luego a día de hoy no lo ha conseguido. Naty nació en Sevilla el 1 de abril de 1943 en el seno de una familia de 12 hermanos. Acompañada de una de ellas, Ana María, su gemela, se embarcó en un viaje de juventud a Nueva York para lucir los diseños de una colección del modisto Elio Berhanyer. Tenía 21 años y aquel desfile fue el inicio de una carrera fulgurante en el mundo de la moda, primero como maniquí, más tarde como musa y después como icono.