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Cascais: todas las claves para enamorarse de la muy elegante y aristocrática villa lusa
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Cascais: todas las claves para enamorarse de la muy elegante y aristocrática villa lusa

Dormir en el interior de una obra de arte, navegar hasta la mismísima Boca del Infierno, visitar un faro viral y comer como un royal son algunas de las propuestas que podrás experimentar en este inimitable enclave luso

Foto: La villa de Cascais es epicentro de buen gusto al estilo portugués. (Cortesía)
La villa de Cascais es epicentro de buen gusto al estilo portugués. (Cortesía)

El país vecino cobra cada vez más y más protagonismo, alzándose como uno de los destinos favoritos de muchos españoles. Su clima —muy similar al que disfrutamos en el resto de la península—, su variada gastronomía, sus playas bañadas por el Atlántico y ese aire melancólico que desprenden sus ciudades lo convierten en la opción perfecta para organizar unas minivacaciones.

Nosotros hemos encontrado la excusa ideal para planificar nuestra escapada a Portugal: sentir un poco de aquel glamour que la alta aristocracia comenzó a traer consigo, desde principios del siglo XX, a Cascais, un pequeño pueblo de pescadores a tan solo 30 kilómetros de Lisboa. Porque, sí, este precioso enclave marinero lleva siendo desde hace años uno de los favoritos de la jet set patria, pero también el de royals y grandes fortunas 'made in Spain'.

Para ello nos alojaremos en un antiguo palacete reconvertido ahora en hotel boutique, Artsy Cascais, que acaba de abrir sus puertas en la que sin duda es una de sus localidades más señoriales. Su ubicación no puede ser mejor, justo enfrente de la Ciudadela —con vistas privilegiadas a la antigua fortaleza donde veraneaba la familia real lusa— y a pocos metros de su playa más popular, la Ribeira, los principales museos de la ciudad y el famoso faro de Santa Marta.

Y es que el que fuera destino favorito de nobles, intelectuales y artistas a principios de siglo, sigue manteniendo ese aire elegante y distinguido que hará que queramos volver a pasear por sus callejuelas empedradas una y otra vez. Calles que esconden joyas arquitectónicas, cuyas fachadas exhiben con orgullo bellas cerámicas y azulejos portugueses.

Un palacio y una obra de arte

Así que una vez instalados en Artsy Cascais, comprobaremos por qué dicen que dormir en sus habitaciones es como hacerlo dentro de una obra de arte. Y es que precisamente de arte va la cosa. Esta antigua casa palacio del siglo XIX es hoy un coqueto establecimiento de 19 habitaciones dividido en dos zonas muy diferenciadas. La antigua villa —cuya estructura original se mantiene intacta tras una exhaustiva reforma— y una zona totalmente nueva, que se ubica dentro de una espectacular instalación de cemento y granito, obra del reconocido artista portugués Alexandre Farto, alias Vhils.

placeholder Hotel Artsy Cascais, obra del artista Alexandre Farto, alias Vhils. (Cortesía)
Hotel Artsy Cascais, obra del artista Alexandre Farto, alias Vhils. (Cortesía)

Pero eso no es todo, ya que a lo largo de sus pasillos y zonas comunes podemos encontrar creaciones de artistas nacionales e internacionales que se pueden adquirir en el mismo establecimiento.

Las calles de Cascais

Ha llegado el momento de echarnos a las calles y descubrir Cascais. Pasear por esta señorial población es un gustazo, y la verdad es que es fácil entender cómo hasta uno de los popes del diseño, Philippe Starck, tiene casa en primera línea de playa. Nosotros también querríamos quedarnos a vivir aquí y levantarnos cada mañana contemplando la praia da Ribeira.

Desde la misma pondremos rumbo al mercado da Vila, donde podremos hacernos una idea de cómo es el día a día de sus habitantes. Aquí los cascalenses vienen a diario a comprar el pescado y el marisco frescos, así como una gran variedad de fruta y verdura de productores locales. Además, cuenta con una zona gastronómica perfecta para hacer una parada técnica y reponer fuerzas.

placeholder Energía y luz atlánticas en las calles de Cascais. (Cortesía)
Energía y luz atlánticas en las calles de Cascais. (Cortesía)

De compras y bares

Seguiremos nuestro paseo por el casco antiguo y aprovechamos para comprar cerámica portuguesa en Cais 16 —una especie de galería de arte y boutique—, velas y perfume de Portus Cale en À Antiga Portuguesa y tomar el aperitivo en la rua Afonso Sanches, conocida también como la calle amarilla por el curioso color de su pavimento. Esta callecita peatonal cuenta con varios bares con terraza que son una muy buena opción para tomar algo rápido o, por qué no, reservar para cenar. Nuestro favorito es la Cantina Clandestina; su 'polvo con migas de couve portuguesa' es, sencillamente, espectacular.

Comeremos en O Pescador, una antigua taberna marinera muy visitada por la familia real española —especialmente por don Juan y María de las Mercedes durante su exilio en Estoril— y vips internacionales como Tita Cervera, Mick Jagger o Julio Iglesias. Íntimo, supercéntrico e increíblemente bueno, así es este pequeño local sin pretensiones. Nosotros probaremos una de las especialidades de su cocina: la cataplana de langostas y gambas.

Mesa en la terraza, buen vino portugués —tienen en su bodega una de las mejores selecciones de vinos de Portugal— y, cómo no, una materia prima excelente recién traída del mar. ¿Qué más podemos pedir? Eso sí, el café y el postre lo tomaremos en Bijou de Cascais, en la plaza Luís de Camões, una de las más animadas de la ciudad. Sus pasteles de nata son probablemente los mejores de toda la zona. Y no nos extraña, porque llevan haciéndolos según su receta especial desde 1929.

La tarde la dedicaremos a relajarnos y disfrutar de la piscina en el rooftop del hotel. Desde sus camas balinesas —copa de vinho verde en mano— se pueden contemplar la Ciudadela y el parque público Marechal Carmona, en el que los pavos reales campan a sus anchas. Todo ello antes de ponernos guapos y bajar a cenar a Arts, el restaurante del hotel a cargo del chef Daniel Estriga.

placeholder Rooftop del Artsy Cascais. (Cortesía)
Rooftop del Artsy Cascais. (Cortesía)

Cascais histórico

La mañana siguiente la dedicaremos a visitar la Ciudadela y el Fuerte de Nuestra Señora de la Luz. Ambas construcciones, levantadas entre los siglos XV y XVII con carácter meramente defensivo, pasaron a ser, a finales del XIX, el lugar de veraneo del rey Luis I y su esposa, la princesa María Pía de Saboya.

Una tradición que mantendría su hijo Carlos I de Portugal y que provocó que muchos aristócratas comenzaran a construir los opulentos palacetes cercanos a la Ciudadela, para veranear cerca de la familia real. Hoy sus paredes acogen un hotel de lujo y una galería de arte moderno al aire libre, Ciudadela Art District.

Junto a estas imponentes edificaciones está ubicado el Club Náutico de Cascais —en donde un joven Juan Carlos de Borbón aprendió a navegar— y es justo ahí donde comienza nuestra siguiente aventura. Cogeremos un barco eléctrico que nos llevará a visitar la costa portuguesa hasta el Forte de Santo António da Barra, en Estoril.

La compañía Aquastart ofrece la posibilidad de dar paseos en estas embarcaciones sostenibles que son una auténtica gozada, ya que al utilizar únicamente energía solar, el ruido de los motores al navegar es inexistente. Así, con el sonido de las gaviotas y de las olas al golpear el bote, contemplaremos desde el mar el famoso faro de Santa Marta o la Boca del Infierno, una cueva natural que, según la leyenda, esconde el camino hasta el mismo averno. Suena a planazo, ¿verdad? Lo es.

placeholder Boca del Infierno. (Cortesía)
Boca del Infierno. (Cortesía)

Comeremos en la Marina, en Marisco na Praça, una sucursal del famoso bar del mercado da Vila, que también sirve su producto de primerísima calidad a pie de pantalán. Siempre muy concurrido y animado, especialmente durante los fines de semana, es recomendable reservar para conseguir sitio en alguna de las mesas de su codiciada terraza.

Bien alimentados, recorreremos la avenida Rei Humberto II de Itália, bordeando el parque Marechal Carmona y pasando por la Casa Museo Condes de Castro Guimarães, actual museo municipal de la villa. Este precioso palacio de 1900 cuenta con una espectacular colección de cerámica portuguesa adornando parte de su fachada, que bien merece estar publicada en el feed de cualquier instagramer ávido de muchos likes.

Así, entre story y story, llegaremos a otro de los puntos más instagramizables de la villa lusa, el faro de Santa Marta. No es broma. Esta emblemática construcción de 28 metros de altura, a rayas blancas y azules, ha sido elegida por la revista 'National Geographic' como uno de los 15 faros más bellos del mundo y, a día de hoy, uno de los más publicados y compartidos en las redes sociales.

placeholder Faro de Santa Marta. (Turismo de Cascais)
Faro de Santa Marta. (Turismo de Cascais)

Cuando cae la noche

El atardecer merece la pena que lo contemplemos desde uno de los hoteles más emblemáticos de la ciudad, el Albatroz, muy cerquita de la popular praia de la Rainha. Con su estilo náutico y el color azul como gran protagonista, este establecimiento lleva años siendo el elegido por la jet set más internacional. Estrellas de cine, cantantes internacionales y mucha 'beautiful people' se han dejado caer por este hotel. Y la verdad es que podemos entenderlo perfectamente. De hecho, las vistas al océano Atlántico que se disfrutan desde su bar, junto a la piscina, son una delicia perfecta para saborear con una buena copa de vino portugués.

Para nuestra última noche, la cena la hemos reservado en otro de los locales de moda de Cascais, Izakaya. Esta moderna taberna japonesa se pone hasta la bandera, y es difícil conseguir un hueco en su solicitada barra, desde donde se puede contemplar todo lo que sucede en las entrañas de su cocina. Pero, una vez conseguido, el espectáculo a cargo del chef Tiago Penão está garantizado.

Ahora sí, hora de disfrutar de la cama de nuestro divino hotel; mañana nos levantaremos pronto. Nos vamos dejando secretos por descubrir y eso solo significa una cosa: volveremos a Cascais.

El país vecino cobra cada vez más y más protagonismo, alzándose como uno de los destinos favoritos de muchos españoles. Su clima —muy similar al que disfrutamos en el resto de la península—, su variada gastronomía, sus playas bañadas por el Atlántico y ese aire melancólico que desprenden sus ciudades lo convierten en la opción perfecta para organizar unas minivacaciones.

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