Pepe Solla renueva sala y un menú en el que sencillez y sabiduría lo son todo
Casa Solla, que ostenta ininterrumpidamente una estrella Michelin desde 1980 y tres soles Repsol desde 2014, estrena etapa en pleno verano con las ilusiones renovadas. Que nada frene el talento y la coherencia de Pepe Solla
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“Estamos felices con el resultado de esta reforma —explica Pepe Solla, nuestro protagonista—. Creo que la necesitábamos, yo la necesitaba, porque de algún modo tenía la sensación de que se había separado el cuerpo del alma. El alma de la cocina que hacemos en Casa Solla había evolucionado hacia una propuesta más de producto, de sencillez, de realidad y cercanía, y quería que eso tuviese también su reflejo en el comedor y en el ambiente que creamos para nuestros clientes. Ahora todo tiene una redondez con la que nos sentimos muy a gusto y esperamos que eso también lo perciba el comensal”.
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Entre los cambios más destacables y visuales está el de las mesas que ahora son de madera de roble negra, tratadas mediante una antigua técnica japonesa conocida como Shou Sugi Ban, la cual se emplea para proteger y fortalecer la madera, haciéndola más resistente y duradera. Las maderas han sido cuidadosamente quemadas a soplete, un proceso que no solo las embellece, sino que también resalta sus vetas naturales. Al pasar la mano por su superficie, se puede percibir una textura singular, que invita a tocarla y sentirla, como quien acaricia la piel de otra persona. Esta madera negra, además de proporcionar naturalidad al espacio, hace que las vajillas artesanales y naturales que se emplean resalten de manera especial, creando un contraste visual impactante y elevando así la presentación de cada plato.
Se han tapizado algunas zonas de paredes y techo de la sala con tela negra, y esto en combinación con el granito tradicional gallego en paredes, la madera negra de las mesas y el hierro logran crear una atmósfera única y envolvente.
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Otro cambio fundamental viene de la mano de la iluminación. Este cambio transforma Casa Solla en dos restaurantes distintos: uno de día y otro de noche. La iluminación diurna se enfoca en aprovechar la luz natural de los grandes ventanales que se funden con el paisaje rural gallego, creando un ambiente fresco y luminoso. Y la iluminación nocturna que ahora proyecta directamente sobre cada mesa, utiliza tonos más cálidos e íntimos, proporcionando así una atmósfera acogedora y elegante, creando a su vez una sensación de privacidad y exclusividad. Este ajuste no solo mejora la experiencia gastronómica, sino que también destaca la versatilidad del espacio, adaptándose a las diferentes sensaciones y expectativas de los comensales.
Pero no todos los cambios son perceptibles a golpe de vista, algunos solo se aprecian a la hora de disfrutar de la experiencia gastronómica, como el efecto de los paneles absorbentes del sonido, claves para lograr un ambiente acústicamente aislado, eliminando ecos y ruidos indeseados.
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Para Pepe trabajar con productores y marcas gallegas, tanto en la cocina como en el resto de los aspectos que sean posibles, no es una prioridad, es una responsabilidad. Y muestra de ello es que el equipo de sala luce ahora nuevos y elegantes uniformes —confeccionados por Inditex—, estilo oversize, en los que la comodidad prima. Un traje moderno y acorde a los nuevos tiempos.
El objetivo de Pepe con todos estos cambios es claro: que cada elemento en Casa Solla, desde el mobiliario hasta el más mínimo detalle, contribuya a crear un ambiente acogedor y sofisticado, coherente con la gastronomía que se ofrece. “Con esta reforma siento que nuestro espacio se encuentra en armonía con la propuesta gastronómica que ofrecemos actualmente”.
“Estoy atravesando un momento vital muy bueno, me siento feliz y más seguro que nunca. Solo deseo compartir esta energía con todos aquellos que vengan a visitarnos”, Pepe Solla
A lo largo de los años, Pepe ha ido acentuando su propio estilo, una manera de entender la cocina que nace en el paisaje de su amada Galicia y en su memoria. Una memoria que está ligada a los artesanos del mar y de la tierra, porque Pepe nació en un restaurante que mira al mar, enclavado en el ámbito rural gallego, rodeado de pequeñas fincas, leiras donde los paisanos trabajaban para su propio abastecimiento.
Pepe creció viendo a sus padres cocinar mariscos y pescados de su Atlántico y a su abuela vegetales de su finca. Estas dos fuentes de abastecimiento hacía tiempo que se habían convertido en los grandes protagonistas de sus menús. Fruto del trabajo conjunto de Solla con Roberto, de Artesans da Pesca, su principal proveedor de todo lo que procede del mar, han logrado mejorar algunos aspectos como el sacrificio sin estrés o el desangrado para los pescados. Con el desarrollo de
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Para los vegetales, en Casa Solla se abastecen de los frutos de varias huertas que trabajan de manera ecológica, o bajo los parámetros de la biodinámica. Renuncian a tener su propio huerto para promover el desarrollo de las zonas rurales, generar economía a su alrededor y poder tener mayor y mejor oferta de huerta.
Tras 30 años cocinando, nos dice que “cada vez siento más esa necesidad y dependencia de hacer platos con el mar y la huerta, no hay nada que me apetezca más ahora mismo. La memoria te marca”. Así, los nuevos menús tienen una primera parte dedicada al mar y una segunda dedicada a la huerta. Pero, por supuesto, siendo sensibles a una parte del público, ofrecemos la posibilidad de añadir un plato de carne en los menús cuando así lo soliciten en su reserva, ya que no pretendemos ser taxativos en nuestra filosofía gastronómica”, explica Solla.
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Proveedores de huerta y mar, y proveedores artesanos gallegos encargados de elaborar las vajillas para Casa Solla. Como Ana y Xaime, que crean para ellos vajillas divinas que contribuyen a contextualizar su relato.
Y es que Pepe Solla llega a esta nueva etapa de su camino con una ilusión renovada y con la motivación de seguir evolucionando. Así es su nueva propuesta: sencilla, coherente y armónica, como él.
“Estamos felices con el resultado de esta reforma —explica Pepe Solla, nuestro protagonista—. Creo que la necesitábamos, yo la necesitaba, porque de algún modo tenía la sensación de que se había separado el cuerpo del alma. El alma de la cocina que hacemos en Casa Solla había evolucionado hacia una propuesta más de producto, de sencillez, de realidad y cercanía, y quería que eso tuviese también su reflejo en el comedor y en el ambiente que creamos para nuestros clientes. Ahora todo tiene una redondez con la que nos sentimos muy a gusto y esperamos que eso también lo perciba el comensal”.