Belén Ferrándiz, la interiorista de las casas de revista: “Los encargos llegan cuando tu personalidad te diferencia del resto”
Desde pequeña tuvo claro que quería dedicarse a la decoración. Creció rodeada de buen gusto. Luego recorrió el mundo (varias veces) buscando cosas bonitas para que otros las vendiesen. Hoy es un referente del interiorismo español
En casa de Belén Ferrándiz (Madrid, 1975) siempre ha habido mucho gusto por la decoración, las obras de arte, las antigüedades, la estética y los objetos bellos. Su abuelo, por parte de padre, era arquitecto y a su abuela materna, una señora muy elegante, le encantaba redecorar sus casas cambiando los muebles de un lado para otro para que las estancias pareciesen diferentes.
“El buen gusto siempre me ha rodeado, en casa y en la familia. Creo que me viene de serie en la sangre, lo he vivido desde pequeña. De una rama heredé la pasión por la arquitectura y de la otra, el gusto por la estética y el refinamiento”, afirma nuestra protagonista, licenciada en Arquitectura Interior por la Escuela de Artes Decorativas de Madrid y fundadora del estudio de interiorismo homónimo.
Sus proyectos tienen un je-ne-sais-quoi que enamora. Veamos y leamos por qué.
Antes que nada, ¿no serás familia de Juan Ferrándiz —el ilustrador de cuentos infantiles y postales navideñas— o de Antonio Ferrándiz a.k.a Chanquete?
¡Qué va! Me lo preguntan muchísimo. (Risas). Mi familia, por parte padre, es de Sevilla y, por parte de madre, gallega. Una buena mezcla.
¿Qué querías ser de mayor?
Soy la pequeña de tres hermanos y la única niña, como dirían ellos, la niña mimada. Era muy tímida, me encantaba disfrazarme y jugar a vestir muñecas, dibujar… Creo que de ahí me viene toda la creatividad. Siempre tuve claro que quería hacer algo relacionado con el diseño, la moda o la decoración. Me decanté por la decoración.
Has viajado por media Europa y Asia buscando y comprando objetos decorativos, muebles y textiles para grandes empresas. Háblanos de esos años, de cómo se afina el instinto para encontrar lo más bonito al mejor precio.
Viajábamos recorriendo toda Asia para comprar en las ferias de diferentes países. Íbamos un equipo de varias personas, unos seleccionábamos los artículos y otros gestionaban las compras y los transportes. Primaba mucho la línea estética de la empresa para las que comprásemos, siempre buscando cosas diferentes a un precio asequible.
Unas veces, cogíamos un artículo que nos gustaba, lo transformábamos cambiándole el color, el tamaño e, incluso, el material. Otras veces llevábamos muestras o diseños para que nos los fabricasen directamente.
Me encantaba rebuscar entre toda la exposición que tenían los proveedores para encontrar tesoros, las piezas más singulares y transformarlas a mi gusto. Aunque para mí siempre ha habido una premisa, solo compraba lo que, sí o sí, pondría en casa. Aunque también, por supuesto, había que comprar cosas más comerciales.
“Fui una privilegia por poder viajar tanto, conocer tantos países, tantas culturas y tanta gente maravillosa y generosa que hay en el mundo”, Belén Ferrándiz
¿Lo echas de menos o acabaste hasta el moño de tanto avión?
La verdad es que fue una experiencia muy positiva que recuerdo con mucho cariño. Los viajes eran largos y yo ya tenía a mis dos hijos pequeños por lo que, a veces, estar tanto tiempo fuera se me hacía un mundo; pero ahora, con perspectiva, creo que fui una privilegia por poder viajar tanto, conocer tantos países, tantas culturas y tanta gente maravillosa y generosa que hay en el mundo.
¿Algún momento mágico de esos años?
¡Ufff, muchísimos! Siempre recordaré la visita que hicimos al Taj Mahal, aprovechando un viaje a India, y la sensación de no querer irme de ese lugar, totalmente mágico. O cuando viajábamos a Bali, con ¡esos paisajes, esas playas y esas villas!
Recuerdo un montón a la gente fantástica que nos ayudaba en nuestro trabajo y la amabilidad con la que siempre nos atendían. Y también a alguna que otra persona que conoces, en uno de esos vuelos superlargos, y acaban formando parte de tu vida.
¿Y algún momento especialmente complicado?
¡Muchísimos! Estuvimos viajando muchos años y nos pasó de todo. Desde pensar qué dormiríamos en un superhotel en Filipinas, llegar reventados a las tantas de la noche y resultar un motel de mala muerte de los que dan miedo, hasta encontrarme ratas en mi habitación de un hotel en Indonesia, a derrapar por los aeropuertos para no perder el vuelo de conexión. Afortunadamente, sobrevivimos a todo y ahora lo recuerdo como anécdotas divertidas.
¿Qué te llevó a montar tu propio estudio?
Con la crisis de 2008, el mundo de la importación murió y tuve que reinventarme. Aunque siempre había tenido el deseo de montar mi propio estudio de interiorismo —ya había dado forma a algún proyecto pequeño—, ese fue el momento que provocó que diese el paso definitivo e iniciase mi nueva andadura.
Al calor de las redes sociales, da la impresión de que hoy todo el mundo es interiorista o decorador. ¿Hay mucho intrusismo laboral o nada de eso te afecta?
La verdad es que al principio, cuando empiezas, es más complicado porque, quién no ha decorado su casa o no tiene una amiga o un familiar al que le encante la decoración. Pero luego, la experiencia y los años de trabajo te posicionan. Los encargos llegan cuando tu personalidad te diferencia del resto.
“El nivel de confianza entre cliente e interiorista tiene que ser absoluto por ambas partes”, Belén Ferrándiz
Para aceptar un encargo, ¿tiene que haber química con el cliente o no es estrictamente necesario?
Absolutamente, sí. No solo es que tenga que haber química, es que el nivel de confianza tiene que ser absoluto por ambas partes, por un lado, para que te dejen hacer y, por otro, porque entramos en la casa de nuestros clientes, en sus vidas… ¿Hay algo más privado que eso? La confianza y el respeto tiene que ser absolutos.
¿Cuál es tu fuerte, decorativamente hablando?
Creo que mis clientes te dirían que la combinación de telas, papeles y texturas. A mí me encanta la mezcla de lo antiguo y lo moderno, sin ostentaciones.
Profesionalmente, ¿qué es lo último que has aprendido?
A mantener la calma. (Risas). Al menos lo intento. Este trabajo, aunque no lo parezca, es muy estresante. El nivel de exigencia es alto, los tiempos siempre son justos y nos pasamos el día solucionando problemas en obra, de fabricación, etcétera. Intento relativizar e ir a lo importante, a solucionar.
En otro orden de cosas, siempre me gusta aprender de los oficios, de los maestros artesanos, ya sean carpinteros, ebanistas, artistas o anticuarios. Todos los días te enseñan algo.
Entendemos que nuestra casa es el mejor reflejo de nuestra personalidad. ¿Cómo es tu casa?
Creo que es tranquila, ordenada. Yo soy muy organizada y muy metódica, y necesito que tanto mi casa como el estudio estén siempre ordenados y con todo en su sitio, aunque no siempre lo consigo. Me gusta el orden, me da tranquilidad.
Me gusta también que cada uno tenga su espacio. Soy una persona muy independiente que, de vez en cuando, necesita su espacio.
Y luego, mi casa también es una buena mezcla de lo antiguo y lo moderno, me gusta mucho mezclar obras de arte modernas con antigüedades de otros siglos.
¿Qué te queda por construir?
Me queda por construir ¡mi propia vida y una preciosa casa con jardín!
En casa de Belén Ferrándiz (Madrid, 1975) siempre ha habido mucho gusto por la decoración, las obras de arte, las antigüedades, la estética y los objetos bellos. Su abuelo, por parte de padre, era arquitecto y a su abuela materna, una señora muy elegante, le encantaba redecorar sus casas cambiando los muebles de un lado para otro para que las estancias pareciesen diferentes.
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