El Oviedo cool de Borja Tartiere, por si a Leonor y Sofía les da por saltarse el protocolo
En toda 'tv movie' con princesa heredera hay un momento en el que la protagonista se salta las normas (locurillas de juventud). Imaginemos ahora que nuestra heredera al trono y su hermana deciden hacerse con las calles de Vetusta
Toda ciudad tiene sus familias de referencia. En Oviedo, sin duda, la de los Tartiere es una de las más queridas. Podríamos dar varios apellidos más, pero no es el momento; más bien es el de imaginar a la heredera al trono de España, junto a su hermana Sofía, librándose por unas horas del dispositivo de seguridad que las custodia y así poder vivir una aventura sin vigilancia.
¿El escenario? La adorable y manejable ciudad de Oviedo, capital del Principado. ¿La excusa? Relajarse tras la entrega de los Premios Princesa de Asturias, con sus discursos perfectos, sus besamanos interminables y sus educados corrillos en los que las mentes más preclaras se confunden con las de la realeza y la alta sociedad.
Viajemos al presente a través del pasado para encontrarnos con el empresario ovetense Borja Reina Tartiere (Oviedo, 1982), bisnieto de José Tartiere y Lenegre —primer conde de Santa Bárbara de Lugones y uno de los principales responsables de la industrialización y modernización de Asturias a finales del siglo XIX—, sobrino nieto de Carlos Tartiere y Alas-Pumariño —fundador del Real Oviedo— y nieto de Víctor Tartiere y Alas-Pumariño. Historia de Oviedo.
Borja Reina Tartiere es el menor de once hermanos. Fue un niño inquieto que, confiesa, “nunca tuvo claro a qué quería dedicarse. Hoy sigo sin saberlo”. (Risas). Pero, para no tenerlo claro, lo cierto es que no ha parado. Modelo gracias a su lookazo de gentlemen-hipster con reminiscencias celtas, Borja es parte del éxito de varios negocios de la ciudad, como el encantador Aguaducho del Campo San Francisco, que entre varios rescataron de la decadencia y el abandono.
A sus 42 años se siente “libre de una mochila” que, quizá, pesaba más de la cuenta. ¿Principal objetivo? “Seguir peleando por mi libertad y avanzar guiado por mi instinto y mis emociones, siempre afrontando nuevos proyectos”. El último, “un bar sofisticado en la plaza de la catedral, zona de Oviedo que, pese a ser de las más visitadas, necesita un gran impulso”.
Tras ocho meses y un sinfín de quebraderos de cabeza, “creo que, tanto mis socios como yo, hemos hecho un gran trabajo”. Este proyecto “superilusionante”, en la esquina con las mejores vistas sobre la catedral, se llama El Casto y está destinado a ser el nuevo place to be de la capital asturiana.
El Oviedo de Reina Tartiere
Tiempo de acceder a la agenda de ocio de Borja Reina Tartiere, el mejor cicerone de Oviedo. Altezas, tomen nota, por favor.
El mejor desayuno de Oviedo lo disfruto en Pionero Coffee Roasters (Marqués de Pidal, 21). Soy un apasionado del buen café y nada puede gustarme más que tomarme un flat white con un buen sándwich de pastrami. Pionero es un lugar realmente agradable.
El Hotel de la Reconquista (Gil de Jaz, 16), otro de los grandes emblemas de Oviedo, es mi favorito y el que recomiendo. Sinceramente, ni Sofía ni Leonor necesitan buscar otro emplazamiento. Mi vinculación con el Reconquista viene de la infancia y de todos los buenos momentos que pasé allí cuando nuestro padre nos llevaba a merendar.
El comercio ovetense siempre ha tenido fama de distinguido, aunque en estos momentos no esté pasando por su mejor momento. En lo que a moda se refiere, tiendas como Maen Concept (Asturias, 4) están devolviendo a la ciudad el nivel que siempre tuvo.
El restaurante de Oviedo al que siempre vuelvo es Cocina Cabal (Suárez de la Riva, 5). Su canelón trufado es espectacular. Solo emplean producto de primera calidad, no necesitan tirar de esferificaciones ni de espumas. (Risas)
Mi paseo favorito por Oviedo es el que me lleva de la fuente del Angelín al Aguaducho, en el Campo San Francisco. No hay nada que me guste más que sentarme en un banco del paseo del Angelín con mis AirPods y poner yo la banda sonora.
Hablar de pastelerías en Oviedo es hablar de tradición y de máxima calidad. Peñalba (Milicias Nacionales, 4) y su precioso escaparate te devuelven al Oviedo de antes, del que tantos buenos recuerdos tiene mi madre, Teruchi. La torta de Navidad, los turrones de mazapán, los huevos de Pascua, los bombones… Todo en Peñalba es lujo.
Mi bar preferido de toda la vida es el Aguaducho (Campo San Francisco), que hemos rescatado y sacado adelante no sin muchos esfuerzos. El Aguaducho es una buena metáfora de lo que le está pasando a la ciudad tras muchos años de crisis. Poco a poco, nos estamos actualizando, al tiempo que dignificamos muchos de esos los lugares en los que fuimos felices y que tan buenos recuerdos nos traen siempre. No hay nada mejor que tomarse el aperitivo en el Aguaducho en Navidad, allí nos reencontramos los de Oviedo de toda la vida.
El Casto (Águila, 1) es nuestra nueva aventura, el bar y coctelería que Oviedo necesitaba. De aires cosmopolitas, El Casto ocupa la que, probablemente, sea la mejor esquina de la ciudad, con vistas inmejorables al jardín de los Reyes Caudillos, al monumento de Alfonso II El Casto y a nuestra preciosa catedral. Para mí, no hay mayor relax que disfrutar de un whisky sour mientras miro a la catedral e imagino nuevas aventuras.
Toda ciudad tiene sus familias de referencia. En Oviedo, sin duda, la de los Tartiere es una de las más queridas. Podríamos dar varios apellidos más, pero no es el momento; más bien es el de imaginar a la heredera al trono de España, junto a su hermana Sofía, librándose por unas horas del dispositivo de seguridad que las custodia y así poder vivir una aventura sin vigilancia.
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