Boda aristocrática en tiempos de covid: el conde de Cardona se casa en Puerta de Hierro
Ante 220 invitados, entre los que había descendientes de Fabiola de Bélgica, marqueses y condes, Carlota Aguirre de Cárcer y Rodrigo de la Cierva celebran su enlace 'antipandemia'
Carlota encargó su vestido de novia en enero y hasta julio no se lo pudo probar. “Creo que soy de las pocas novias que se han lanzado a casarse así casi a lo loco -nos dice entre risas-. Al final me casé con un vestido que me había probado solo dos veces”. Organizar una boda en los días duros del confinamiento, en plena primera ola de coronavirus, tiene sus inconvenientes, pero Carlota Aguirre de Cárcer Luitjens y Rodrigo de la Cierva Rotaeche, conde de Cardona, lo tenían muy claro: su boda se celebraba, sí o sí, aunque tuviera que ser una ‘boda covid’. Y así fue: una boda aristocrática en tiempos de coronavirus.
Además de las medidas sanitarias obligatorias, contaron con invitados ilustres, con grandes apellidos aristocráticos. Muchos les decían que esa boda no se iba a poder celebrar. “Estáis locos, tenéis que posponer’, nos decían, pero en ningún momento nos planteamos cancelar”, comenta.
El enlace se celebró el 2 de octubre en el Real Club de Puerta de Hierro, una 'boda covid' que contó con todos los detalles que los novios, prometidos desde noviembre de 2019 (en la fecha del cumpleaños de ella), disfrutaron con las medidas legales necesarias: “Al aire libre para evitar contagios y respetar el aforo permitido en lugares de culto”.
Alta sociedad
La boda estaba prevista para 450 invitados, pero la pandemia les hizo ser más ‘conservadores’ y finalmente fueron 220 los asistentes al enlace, del que los padrinos fueron la marquesa de Unzá del Valle y Enrique Aguirre de Cárcer y Erasun.
Entre los invitados hubo una representación de la alta sociedad capitalina, como varias sobrinas-nietas de la reina Fabiola de Bélgica, los condes de Yebes, los condes de Garcíez, los de Puñonrostro, los de Cabrillas, la condesa de la Ventosa y los condes del Serrallo. Además, el duque de Terranova y el duque de Soma.
A la aristocracia hubo que sumar la presencia de varios abogados de reconocido prestigio y abogados del Estado, miembros del cuerpo diplomático y empresarios.
Para el enlace no escatimaron ni un detalle: contaron con un afamado DJ para la música, Mickey Pavón (Pachá, Gabana), quien tuvo sus dudas por la pandemia, y finalmente accedió y logró hacer disfrutar a los asistentes de la celebración.
El vestido de la novia, de Inés Martín Alcalde, era un sencillo y romántico diseño en crepé de seda y capa de bambula de seda, con enagua de encaje antiguo. Las joyas fueron unos pendientes y una sortija de la familia de la novia, por aquello de llevar algo prestado.
La novia arriesgó, y así como se había probado el vestido solo dos veces, tampoco había visto los zapatos hasta que los fue a recoger. “Los encargué por vía telefónica y los fui a recoger sin haberlos visto”, cuenta divertida. Hechos a medida por Salomé López, de Salo Madrid, eran un diseño en terciopelo de color rosa empolvado, que hacían juego con el ramo, creación de Jimena Muñoz, de Marengo Flores, en tonos otoñales, donde prevalecían el eryngium, el brezo y la flor de cera. Carlota contó con el equipo de Marieta Hairstyle para su informal recogido.
Los novios son dos prestigiosos profesionales: a sus 28 años, ella es abogada especializada en el sector del derecho laboral y trabaja en un conocido despacho internacional de origen alemán. Él tiene 35 años y es consultor inmobiliario. Hablamos con ellos y nos cuentan que en estos momentos han logrado otro de sus deseos: pasar su luna de miel en un destino playero. Eso sí, nada de locuras en el Caribe, el covid también ha intervenido en la elección del destino y han decidido viajar a Canarias.
“Estamos muy contentos, todo salió superbien y, además, hace ya 10 días y nadie ha dado positivo, algo que nos daba miedo, porque el riesgo siempre está”, subraya Aguirre de Cárcer. Y hubo que tomar decisiones, porque el día de la ceremonia amaneció con lluvia y no había plan B. “No, no teníamos ni carpa ni nada -nos hace saber Carlota-. Parecía que el cielo nos gastaba una broma pesada, pero a escasas horas de la boda, salió un sol radiante, que parecía querer premiarnos por nuestro esfuerzo, paciencia y actitud positiva”.
Carlota encargó su vestido de novia en enero y hasta julio no se lo pudo probar. “Creo que soy de las pocas novias que se han lanzado a casarse así casi a lo loco -nos dice entre risas-. Al final me casé con un vestido que me había probado solo dos veces”. Organizar una boda en los días duros del confinamiento, en plena primera ola de coronavirus, tiene sus inconvenientes, pero Carlota Aguirre de Cárcer Luitjens y Rodrigo de la Cierva Rotaeche, conde de Cardona, lo tenían muy claro: su boda se celebraba, sí o sí, aunque tuviera que ser una ‘boda covid’. Y así fue: una boda aristocrática en tiempos de coronavirus.