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Adelanto del libro de Boadella sobre el duque de Segorbe: "Siente un recelo atávico hacia la gente que se le acerca"
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Adelanto del libro de Boadella sobre el duque de Segorbe: "Siente un recelo atávico hacia la gente que se le acerca"

El escritor catalán describe en su nueva novela, 'El duque', la relación que le ha unido durante años al integrante de la Casa Medinaceli

Foto: Ignacio Medina, duque de Segorbe. (EFE)
Ignacio Medina, duque de Segorbe. (EFE)

Algunas amistades resultan, cuando menos, extrañas. La que une a Ignacio Medina, duque de Segorbe, con el escritor Albert Boadella le extraña incluso a él mismo, y así lo expresa en su nueva novela, ‘El duque’.

La obra, que la propia editorial Espasa describe como “la insólita relación entre el noble y el juglar”, recoge las experiencias compartidas a lo largo de los años entre el fundador del grupo teatral El Joglars y la cabeza visible (junto a Victoria de Hohenlohe) de la Casa Medinaceli, una familia que lleva ya siete años enfrentada (desde la muerte de la matriarca, Victoria Eugenia Fernández de Córdoba) y que esta misma semana volvía a vivir un nuevo capítulo de hostilidad cuando el duque de Segorbe expulsaba a la duquesa de Medinaceli y cuatro sobrinos más de la fundación que gestiona el extenso patrimonio familiar.

Foto:  Victoria de Hohenlohe. (Cordon)

Más allá de estas disputas familiares, Albert Boadella ha construido una amistad a lo largo de los años con el duque de Segorbe que le lleva a reflexionar sobre dos formas de ver el mundo y de estar en él: la del aristócrata que lleva siglos de tradición a sus espaldas y la del bufón, el comediante que arrastra una tradición muy distinta: gente de la farándula, de poco fiar.

Vanitatis ha tenido acceso al libro, que verá la luz el 13 de enero, y ofrece en exclusiva algunos fragmentos del mismo que ayudan a conocer un poco más la figura del aristócrata que “rehúye toda notoriedad” y “cuyo pudor para mostrarse públicamente hace muy difícil detectar una personalidad tan fuera de lo común en un mundo donde la vida privada se ha hecho pública”.

El encuentro

“A la mañana siguiente, paseando por uno de los hermosos patios, me fijé en un caballero que hablaba por el móvil con un volumen considerable. Era el comienzo de estos ingenios y todos pensábamos que aumentando los decibelios te recibían mejor. Su voz me resultó familiar. Mientras repasaba velozmente el archivo de coincidencias sonoras, oí a mis espaldas: ¡Albert! La expresión que puse al girarme provocó que el caballero añadiera: ¿No me recuerdas? Entonces surgió un sinfín de imágenes. La Moncloa, el Mini Morris y Felipe empujando. Allí estaba el joven aristócrata. Él ya no tan joven y yo todavía menos. Apareció de nuevo el Duque. Le pregunté qué hacía en aquel lugar, a lo cual me contestó muy acogedor: 'Estás en mi hotel'. Todo cuadró al instante”.

La amistad

“Toda esa mezcla de circunstancias infrecuentes son las razones por las que nuestra relación se asentó de manera muy paulatina sin efervescencias ni aspavientos. Nada teníamos aparentemente en común. Ni el lugar, ni las formas de vida, ni las amistades, ni los títulos, ni el oficio ni los niveles económicos”.

El duque, cordial pero receloso

“Él siente un recelo atávico hacia la gente que se le acerca. Es afectuoso y cordial en el trato, pero no deja cruzar un determinado nivel de proximidad. Nada que ver con la clásica desconfianza de los millonarios que miran al intruso de menor bolsa como un posible aprovechado. No es su caso. Sus recelos proceden de un alto linaje muy selectivo y, por tanto, tienen relación con las pruebas de lealtad”.

El peso del pasado

“Él nace con una herencia muy considerable. Esencialmente, una herencia inmaterial que corresponde a su histórico linaje. Alguno de los títulos que ostenta tiene más de mil años. Ya de niño, la percibiera o no, gravitaba sobre él la carga que supone formar parte de una familia que no era como las demás… Jugaba entre estatuas romanas, rodeado de una arquitectura tan sublime como la Casa de Pilatos en Sevilla. Solo ese detalle marcaba las distancias. Este mismo entorno es el que acabaría orientando su futuro de una forma determinante”.

placeholder Albert Boadella y su nuevo libro. (EFE)
Albert Boadella y su nuevo libro. (EFE)

La marginalidad de la nobleza

“Los ciudadanos españoles miran de reojo la nobleza. Ahora el panorama es muy distinto. Nuestra sociedad se comporta encarnizadamente con quien se arroga una franquicia hereditaria. El igualitarismo se lleva por delante el prestigio de cualquier distinción aunque solo signifique un antecedente honorífico”.

“Este contexto moderno relega a la aristocracia a un terreno de cierta marginalidad. En nuestros días, la mayoría de los herederos de títulos nobiliarios solo aprovechan la distinción pensando que les confiere cierto alarde social, aunque siempre limitado a los de su propia clase. No desean comprometerse asumiendo la herencia moral del linaje. Quieren simular que son iguales a todos. Algunos incluso esconden sus títulos”.

“Hemos presenciado... estirpes del mayor abolengo protagonizando espectáculos patéticos y convirtiéndose en el hazmerreír de la gente. Ha entrado en funcionamiento la inquisición igualitaria que fiscaliza cualquier actitud preeminente de un ciudadano”.

Fragmento 6: Los mecanismos de defensa

“El Duque ha hecho todo lo contrario del tópico de la nobleza. Han confluido varios aspectos para asentar su insólita actitud”.

“Lo insólito, a día de hoy, es que el Duque asume todos los valores que él atribuye a su linaje sin ser el primogénito. El resto de sus hermanos no asumieron nada en este sentido. Su disposición personal no es contraída únicamente en lo que respecta a la dignidad ornamental de la dinastía. El Duque personifica esta dignidad orientando su vida bajo lo que él considera la herencia social y moral de sus títulos. En cierta medida, se convierte en un testimonio viviente de un mundo desaparecido”.

“Se ha esforzado en irradiar sobre su entorno un cuidado especial de las formas. Esta peculiaridad se produce por emulación de la que cree que fue la existencia de sus más notables antepasados. Es probable que imagine algunas actitudes que quizás no sucedieron pero que, al convertirlas en realidad presente, justifican lo imaginado”.

“Esa manera de proceder, con todo lo que comporta, no es algo que se manifieste a primera vista. No hay el mínimo rastro de exhibicionismo. Rehúye toda notoriedad. Su relación con los medios de comunicación es casi nula, pudiendo ser constante y celebrada. Más bien le noto cierto rechazo a las formas públicas de exhibición. Quizás corresponda a un mecanismo de defensa ante una sociedad hostil a los principios que configuran su vida. Este pudor para mostrarse públicamente hace muy difícil detectar una personalidad tan fuera de lo común en un mundo donde la vida privada se ha hecho pública”.

Algunas amistades resultan, cuando menos, extrañas. La que une a Ignacio Medina, duque de Segorbe, con el escritor Albert Boadella le extraña incluso a él mismo, y así lo expresa en su nueva novela, ‘El duque’.

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