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El novio de la duquesa, contra las cuerdas
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El novio de la duquesa, contra las cuerdas

Alfonso Díez pasó de ser un ciudadano anónimo a convertirse en el amigo entrañable en un comunicado remitido por la Casa de Alba. Y más tarde

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El novio de la duquesa, contra las cuerdas

Alfonso Díez pasó de ser un ciudadano anónimo a convertirse en el amigo entrañable en un comunicado remitido por la Casa de Alba. Y más tarde a futuro marido. Estos dos estados afectivos -el de entrañable más el de consorte- fueron definiciones dadas por la propia Cayetana, protagonista de esta peculiar historia de amor. Ella fue a través de dos entrevistas (Peñafiel y ¡Hola!) quien, además de mostrar sus sentimientos como si fuera una teenager, dejó muy claro que no había tercer marido por las presiones externas. No porque ella se hubiera echado atrás. Y esa imposición venía por parte de sus hijos que como era natural no entendían, ni les cabía en la cabeza los amores otoñales de su madre.

 

Los amigos de siempre, que no habían cobijado ese romance, tampoco tenían muy claro el papel que desempeñaba Alfonso Díez. Las únicas referencias que tenían del futuro duque de Alba eran las de un hombre de buena planta de 57 años, relacionado con las antigüedades, funcionario en ejercicio y cuyo mayor mérito era precisamente ser un total desconocido en los ambientes sociales que frecuentaba Cayetana y su familia. Desde el momento en que la coprotagonista confesó públicamente que estaba dispuesta a casarse con él, las historias relacionadas con Díez se convirtieron en la comidilla diaria. Y no sólo en las tertulias televisivas, sino en el lugar de trabajo del enamorado. Los compañeros y conocidos comentaban sin cortarse un pelo el affaire sentimental convirtiendo el lugar en una especie de Camera Café con detractores y defensores.

La situación llegó a desbordarle de tal manera que llegó a pedir consejo a la duquesa para afrontar el temporal. Mejor dicho para capearlo porque tenía demasiados frentes abiertos. Por un lado, la oposición absoluta de todos los hijos que se han unido ante lo que consideran algo más que una excentricidad de su madre. En este sentido, no hubo divisiones. Y aunque ninguno de ellos esta dispuesto a “lavar los trapos” fuera de casa sí se sienten muy dolidos con los comentarios que ha hecho su madre sobre su soledad y el supuesto abandono filial. Una situación que niegan rotundamente y que además se puede comprobar.

Es cierto que la duquesa es una mujer que siempre ha ido por libre y muy independiente. Por lo tanto, y aunque los hijos quisieran estar con ella, era ella la que no quería. Por otro lado, Alfonso Díez ha visto como su vida privada y sus relaciones personales están en boca de todos. De ahí que, tras ver un programa de televisión que le afectó profundamente, decidiera tomar en consideración los consejos de amistades y familia y enviar un comunicado. De esta forma quería a zanjar cualquier comentario que tuviera que ver con venta de información, exclusivas o presencia en platos.

El abogado Antonio Bernal, que además de formar parte del bufete Dikei le conoce desde hace muchos años, aseguró a Vanitatis.com “que tengan ustedes la seguridad que Alfonso no tiene intención de convertirse en un personaje famoso. Ni lo es, ni lo será. Quiere continuar con su vida cotidiana porque -insiste- por mucho que le sigan por la calle de su boca no va a salir ninguna palabra. Lo está pasando francamente mal”. Al abogado sí le llama la atención que, aunque el comunicado se enviara hace una semana, sea ahora cuando tenga repercusión.

Alfonso Díez pasó de ser un ciudadano anónimo a convertirse en el amigo entrañable en un comunicado remitido por la Casa de Alba. Y más tarde a futuro marido. Estos dos estados afectivos -el de entrañable más el de consorte- fueron definiciones dadas por la propia Cayetana, protagonista de esta peculiar historia de amor. Ella fue a través de dos entrevistas (Peñafiel y ¡Hola!) quien, además de mostrar sus sentimientos como si fuera una teenager, dejó muy claro que no había tercer marido por las presiones externas. No porque ella se hubiera echado atrás. Y esa imposición venía por parte de sus hijos que como era natural no entendían, ni les cabía en la cabeza los amores otoñales de su madre.