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La segunda operación de la Princesa Letizia
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La segunda operación de la Princesa Letizia

En el Museo de Cera madrileño no ganan para disgustos. Primero tuvieron que mandar al burladero a Jaime de Marichalar. Cosas del protocolo, dijeron entonces. Se

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La segunda operación de la Princesa Letizia

En el Museo de Cera madrileño no ganan para disgustos. Primero tuvieron que mandar al burladero a Jaime de Marichalar. Cosas del protocolo, dijeron entonces. Se acababa de anunciar el cese temporal de la convivencia del duque consorte con la Infanta Elena y, según parece, tampoco era recomendable, ni oportuna, la convivencia, aunque fuera en el espacio inanimado de las esculturas de cera.

 

Ahora, cosas de la cirugía benefactora, le tienen que cambiar la nariz a la figura de la Princesa Letizia. Porque, claro, no estaría bien que la futura reina se pasee con su nuevo apéndice por actos sociales y recepciones oficiales, mientras que en el museo siguiera figurando con el antiguo.  

La operación cambio ya está en marcha y dentro de pocas semanas se podrá “inaugurar” la figura retocada de la esposa de don Felipe en el mismo lugar en el que está emplazada la vigente hasta el momento. Y es que hay que recordar que Letizia se sometió en verano a una operación para retocar su tabique nasal por, según la Casa Real, motivos estrictamente médicos.

Al igual que sucedió con Marichalar, los responsables de la entidad que nos ocupa han sido rápidos a la hora de adaptarse a los cambios sociales o estéticos de nuestra familia real, y aunque en el caso del señor duque algunas voces se mostraron un tanto críticas con la medida de exiliarle, un tanto prematuramente, al rincón taurino, alejándole en lo posible de las otras figuras de la Casa Real, en esta ocasión es de ley ajustarse a la nueva anatomía nasal de la princesa.

Por esta regla de tres, es de preveer que llegue un momento en el que se cambien hasta las fotos oficiales de los Príncipes de Asturias. Los problemas que puede generar una simple nariz.

En el Museo de Cera madrileño no ganan para disgustos. Primero tuvieron que mandar al burladero a Jaime de Marichalar. Cosas del protocolo, dijeron entonces. Se acababa de anunciar el cese temporal de la convivencia del duque consorte con la Infanta Elena y, según parece, tampoco era recomendable, ni oportuna, la convivencia, aunque fuera en el espacio inanimado de las esculturas de cera.