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Carlos Moreno, el Fontaneda que convierte galletas en restaurantes de moda
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HISTORIAS DE ÉXITO

Carlos Moreno, el Fontaneda que convierte galletas en restaurantes de moda

Acaba de inaugurar su quinto restaurante, Casa Galleta. Otro homenaje a los orígenes de su familia. Esta es su historia de éxito

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Carlos Moreno Fontaneda recibe a Vanitatis en su nuevo restaurante, Casa Galleta, situado en pleno corazón del barrio de Salamanca (Madrid). Maderas gastadas por el tiempo, retratos, bodegones y cabezas de animales de esparto... Su propietario, que se ha encargado de la decoración personalmente, ha querido dotar al espacio de la verdad de una casa de pueblo. Eso sí, con mucho estilo. El local alberga, además, una colección de antiguos gramófonos perteneciente a su tío, otra de abarcas y una serie de botellas de vino empolvadas por el paso del tiempo que le dotan de un inconfundible sabor tradicional y por cuya exposición dona un 1% a ONG.

El empresario aparece con una tímida sonrisa, vestido de manera casual mientas tira de las correas de Cocó y Pipa, sus dos inseparables jack russell, que nos saludan con entusiasmo. Tímido pero seguro de sí mismo, es un hombre atractivo que hace pocos años abandonó la treintena. Este Casa Galleta es su quinto restaurante. El primero fue el exitoso Bar Galleta, que precedió a El Perro y la Galleta, Raro Rare y El Canadiense. Una carrera meteórica en el siempre complicado y competitivo mundo de la restauración.

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Camiseta de COS y pantalon de Zara.

Familia galletera

Carlos pertenece a la familia Fontaneda, una saga conocida por ser propietarios del imperio galletero español por excelencia. Su bisabuelo materno, Eugenio Fontaneda, fue el precursor de la marca cuando abrió su propia confitería en 1881 en el pueblo de Aguilar de Campoo, una población situada en plena montaña palentina. Su hijo Rafael, abuelo materno de Carlos, construyó en 1923 la primera fábrica de galletas. “Después de la Guerra Civil mi abuelo trajo las galletas María a España desde Inglaterra, por ser muy baratas por su bajo contenido en azúcar”. Este hito convirtió a Fontaneda en líder del mercado galletero de España, con la galleta María coronada como reina de su producción. Tras años de éxito, la crisis económica del 92 hizo mella en la compañía y la familia Fontaneda se vio obligada a venderla en 1996. “Hasta ese momento recuerdo a mi madre acudiendo al Consejo de Administración en Aguilar de Campoo. Siempre íbamos allí cuando nos daban las vacaciones de verano porque eran las fiestas de San Juan y San Pedro y nos encantaba ver los gigantes y cabezudos”. Reconoce que su popular apellido ha tenido un gran peso a lo largo de su vida. “¡Lucho por ser Carlos Moreno Fontaneda! Pobre de mi padre”, nos cuenta bromeando. Y es que la gente tiende a suprimir el apellido paterno y llamarle directamente Carlos Fontaneda.

Pantalon blanco de lino de Massimo Dutti y camisa de Levi's.

Carlos tuvo una infancia muy feliz en la casa familiar de El Viso (Madrid), desde donde la familia Moreno Fontaneda viajaba continuamente. Durante los veraneos familiares alquilaban casas en Grecia, Italia, Orlando o Nueva York, entre otras ciudades; lo que, según explica Carlos, le ha ayudado a educar el gusto y hacerse cosmopolita. “Desde pequeño he sido un poco sibarita, me gustaba ir a hoteles buenos y que me sacaran a comer era mi máxima ilusión. Nunca he sido muy de juguetes”, reconoce. Una infancia con las galletas María Fontaneda muy presentes, como no podía ser de otra forma. “Tomaba galletas María en el desayuno y en la merienda; es curioso que las tomaba con té con leche, que no era habitual en un niño. Me encantaba mojarlas hasta que se quedaban muy blanditas e incluso que se cayeran al té”, cuenta divertido.

placeholder Casa Galleta.
Casa Galleta.

Tras estudiar Empresariales en ICADE, estuvo trabajando trece años en marketing en Procter&Gamble y más tarde en análisis financiero. “Lo hice un poco por aprender, porque siempre estaba maquinando la idea de emprender. Pero mi madre, a raíz de la venta de Fontaneda, la idea de que emprendiera le daba mucho miedo. Nos inculcó que trabajar para otros daba más comodidad y seguridad”. Finalmente decidió dar el paso, negoció su salida de Procter&Gamble y se fue a dar la vuelta al mundo. “Me hice un presupuesto para estar dos meses viajando, sin pisar ningún sitio cutre (risas), por ciudades en las que sabía que iba a encontrar restaurantes que me sirvieran de inspiración”. Recorrió ciudades como Nueva York, Los Ángeles, Tokio, Hong Kong o Shanghái y regresó a España con una idea de negocio clara. “Soy muy bueno con los números, pero también tengo mi lado creativo, que es el que más me divierte y me llena. Quería que mi negocio fuera único y es lo que he intentado en todos mis restaurantes, que sean únicos. Aunque, he de confesar, que lo que de verdad me atraía era montar un hotel. Pero pensé que mejor empezar por restaurantes y si me iba bien, montar algún hotel”.

Pregunta: Tus restaurantes siempre están llenos y situados en el top ten de los rankings de restauración, ¿esperabas lograr tanto éxito en cuatro años?

Respuesta: La verdad es que no. Cuando abrí el Bar Galleta, me salvó que estaba en una calle muy concurrida como es la Corredera Baja de San Pablo. Ese restaurante me permitió aprender de los fallos; pero actualmente el mercado ha cambiado y exige que sea más creativo y diferenciarme más.

placeholder Casa Galleta.
Casa Galleta.

P: ¿Cuál es el secreto (confesable) de ese éxito?

R: La localización es clave. También dar al público un sitio agradable y bonito donde sentirse a gusto. Tener un equipo motivado, lo cual consigo con mucha promoción interna. Gente que empezó lavando platos ahora lleva más de un restaurante. Y, por supuesto, fidelizar a los clientes con una propuesta de calidad a un precio razonable.

P: De los cinco restaurantes del Grupo Bar Galleta, ¿cuál es tu favorito?

R: No podría elegir. Pero el Bar Galleta fue el primero. Está lleno de publicidades antiguas de Fontaneda como homenaje a mi familia. Es el más personal, yo mismo puse páginas de libros antiguos en la pared del baño. El Perro y la Galleta está basado en mis perras Cocó y Pipa. Raro me encanta porque la cocina nikkei me apasiona… Quizás El Canadiense es el que siento distinto porque lo hice mientras salí unos años con un canadiense e intervine mucho en la decoración, pero no la hice yo. Lo que tengo claro es que la cocina de El Perro y la Galleta y del Bar Galleta son las que más éxito tienen en el público español. He decidido que si abro más restaurantes, tendrán relación con la galleta. Es una forma de homenajear a mi familia y recuperar para ellos el nombre.

Pantalon vaquero de Polo Ralph Lauren Y camiseta COS.

Se considera un afortunado porque trabaja en aquello que le gusta y además tiene éxito, aunque sigue adelante con su plan de llegar a tener su propio hotel. “Sería un hotel muy personal, en el que el cliente pueda elegir la habitación real que va a ocupar. Normalmente las fotos de las webs luego no cumplen las expectativas y da mucha rabia”. Lo que más valora de su trabajo es la parte creativa. “Encontrar un local, vivir su proceso de transformación y una vez se convierte en restaurante, la renovación de platos continúa”. Un espíritu inquieto al que cuando no está trabajando le apasiona viajar y pasar los fines de semana en una casa que fue propiedad de sus padres y que ha reformado hasta convertirla en su refugio en el que desconectar junto a sus inseparables Cocó y Pipa.

Texto: María Luisa García-Moro
Estilismo: Carla Aguilar
Fotografía: Olga Moreno
Ayudante fotografía: Helena Sánchez

Carlos Moreno Fontaneda recibe a Vanitatis en su nuevo restaurante, Casa Galleta, situado en pleno corazón del barrio de Salamanca (Madrid). Maderas gastadas por el tiempo, retratos, bodegones y cabezas de animales de esparto... Su propietario, que se ha encargado de la decoración personalmente, ha querido dotar al espacio de la verdad de una casa de pueblo. Eso sí, con mucho estilo. El local alberga, además, una colección de antiguos gramófonos perteneciente a su tío, otra de abarcas y una serie de botellas de vino empolvadas por el paso del tiempo que le dotan de un inconfundible sabor tradicional y por cuya exposición dona un 1% a ONG.

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