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El día de Lucía: boda multitudinaria, vestido de novia reliquia y enclave industrial
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BODAS REALES

El día de Lucía: boda multitudinaria, vestido de novia reliquia y enclave industrial

Lucía e Ignacio se casaron el pasado otoño en Toledo y para su enlace transformaron una antigua nave industrial en el lugar perfecto para acoger a todos sus invitados

Foto: Lucía, el día de su boda. (Click 10)
Lucía, el día de su boda. (Click 10)

Las historias de amor siguen siendo noticia. Lucía e Ignacio son un buen ejemplo. Aunque habían coincidido alguna vez, fue en una escapada a la nieve con amigos cuando surgió la chispa entre ellos. Un amigo de él y una amiga de ella propiciaron el encuentro en Baqueira Beret a finales de 2020. Días después, al inicio de 2021, la pareja supo que quería pasar el resto de sus vidas juntos.

La pedida de mano no tardó en llegar. Un año y medio después, Ignacio sorprendió a Lucía. "Fue en Semana Santa de 2022, estábamos de viaje en Uganda para conocer y ver de cerca a los gorilas en su hábitat natural. Tras una larga jornada de excursión, Ignacio sacó el anillo y me preguntó: '¿Quieres casarte conmigo?'. Me quedé sin palabras, solo ternura y amor, pero mi respuesta fue clara: '¡Sí!' Estábamos en el rincón más bonito del mundo y, aun así, el momento pasó a ser mejor", cuenta Lucía.

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Lucía, el día de su boda. (Click 10)

Eran mediados de abril, pero él, director de ventas de una empresa de software, y ella, 'retail design' de L'Oréal, decidieron celebrar su boda ese mismo año, unos meses más tarde: el 19 de noviembre de 2022. ¿Consecuencia? Tenían que organizar un macroenlace en seis meses. El enclave elegido por los novios, Toledo, la ciudad natal de Lucía. Para la ceremonia religiosa, citaron a sus familiares y amigos en el monasterio de San Juan de los Reyes: "No se nos ocurría un lugar más solemne y especial para casarnos, además, gracias a su capacidad, nos asegurábamos de que cupiesen todos nuestros invitados".

La elección del sitio para el banquete y la fiesta fue más complicada. La madre de la novia, Cuca Díaz, gestiona el restaurante Venta de Aires, un establecimiento con más de 130 años de tradición, donde se habían casado sus padres, abuelos y algunos de sus tíos. Casualmente, los propietarios del restaurante habían adquirido unas antiguas naves industriales y aunque, a priori, iban a servir de almacén, Lucía e Ignacio decidieron transformarlas en lo que son hoy: un lugar amplio, diferente, moderno y atractivo para celebrar eventos, La Quinta de Amando.

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"Las naves estaban completamente en bruto. Durante el proceso, tuvimos que cambiar las tejas, el color del techo, instalar un nuevo sistema eléctrico, pulir el suelo, pintar las paredes, diseñar unos nuevos baños y cocinas, y hasta seleccionar y colocar cada pieza del mobiliario, además de limpiar mucho mucho. Todos nuestros amigos y familiares nos ayudaron. ¿El resultado? Un espacio donde se mezcla lo más tradicional con lo disruptivo, capaz de acoger a nuestros 400 invitados", explica Lucía. El 19 de noviembre, con su boda, el espacio quedó oficialmente inaugurado.

Unas horas antes de aterrizar en ese enclave industrial, Ignacio y Lucía se dieron el 'sí, quiero' ante los ojos de Dios. Como manda la tradición, la novia llegó al monasterio del brazo de su padre, velada y descubriendo así su especial look nupcial. Un vestido de novia con historia confeccionado con una reliquia familiar.

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"Desde el principio tuve claro que Macarena y Javier, el matrimonio detrás de From Lista With Love, crearían mi vestido de novia. Nunca lo dudé y, es más, no fui a ningún otro taller", comienza a contar Lucía. ¿Los cimientos de su traje? Una antigua colcha de encaje de Burano milanés de los años 80 que perteneció a su abuela materna. "En la segunda visita, llevé la tela joya y, aunque no sabíamos cómo ni de qué forma, teníamos que utilizarla para alguna pieza". Al final, este material resultó ser el gran protagonista del vestido.

Fabricado de arriba a abajo con la tela familiar que su abuela había comprado cuarenta años atrás, el equipo de confección de Macarena y Javier hicieron magia y "cosieron pieza a pieza sin costuras, adaptándose a las curvas de mi cuerpo y preservando en el corte todos los dibujos originales".

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Escote barco decorado con blonda, hombreras, mangas al codo semitransparentes, corte en la cintura, botonadura en la espalda, falda recta y cola. Un patrón sencillo que, intencionadamente, quería dejar brillar al tejido de encaje en blanco puro por encima de cualquier otra cosa.

"Mi idea inicial era ir romántica, sentirme libre y relajada, con un estilo de partida mucho más boho, pero el tejido marcó un nuevo camino. Poco a poco, prueba a prueba, fuimos encajando cada pieza, girándola, sobreponiéndolas, como si de una obra de arte se tratase, y así, el vestido iba cogiendo forma en cada visita. Hasta el último día no tuvimos una visión final", relata Lucía. "Llevar puesta aquella reliquia que hacía cuatro décadas había adquirido mi abuela, para mí fue el mejor 'algo prestado' que podía lucir. Una colcha que llevaba todo este tiempo guardada en un cajón, en desuso y abandono, y que se convirtió en el centro de todas las miradas aquel día. Era un auténtico diamante eterno".

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Con un vestido de novia tan singular, Lucía, acertadamente, seleccionó con mimo y cuidado los aderezos de su atuendo nupcial para no restarle protagonismo. Como joyas, el anillo de compromiso de estética vintage que, meses antes, Ignacio había comprado en Ansorena, unos pendientes de diamantes regalo de sus amigas y testigos, más una pulsera de su abuela paterna. A sus pies, unos zapatos de salón escotados por los laterales de Ceibo. Y un ramo en tonos verdes de El Taller de Lucía, encargados también de transformar la nave industrial en un jardín botánico.

"Me maquilló y peinó Ramón Rios, el maquillador de confianza de Nieves Álvarez. Me lo recomendaron y desde que le conocí, no lo dude. Se notaba que quería ensalzar lo mejor de mí, me escuchaba y me guiaba. Es un auténtico crack", detalla la novia.

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En tiempo récord y con un impresionante lavado de cara del espacio incluido, Lucía e Ignacio montaron un enlace con 400 invitados y en el que, a pesar del tumulto, intentaron personalizar al máximo. "Habíamos imaginado una boda a medida pensando particularmente en cada persona. Además, buena comida y en abundancia, bocados tradicionales e internacionales. Todas las bebidas que nos gustan y de calidad. Muy buen servicio, para que a nadie le faltase nunca de nada. Música siempre, con mucho ritmo".

Dentro de las naves, un espectacular montaje que entremezclaba mesas redondas y rectangulares vestidas con manteles en diferentes prints y acompañadas de sillas de ratán. Más detalles de la decoración: lámparas de cristal colgando del techo, grandes espejos, vegetación en tonos otoñales por todos los rincones, velas y vidrieras que dejaban entrar la luz exterior.

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El día de la boda de Lucía. (Click 10)

De su gran día han pasado ya algo más de dos meses y Lucía sigue recordándolo con entusiasmo. "La palabra es EUFORIA. Los dos sentimos plenitud, una alegría exagerada, amor, seguridad, confianza y la felicidad llevada al extremo. Fue como el resumen de todo lo bueno que habíamos sentido a lo largo de nuestras vidas en una pequeña cápsula, en una sola dosis".

Su consejo para futuras novias es que disfruten del proceso y que confíen, todo saldrá bien seguro. "En particular nuestro día fue tan especial, porque dejamos a decenas de familiares y amigos ser partícipes, porque les pedimos ayuda y se volcaron. Lo bonito de una boda, igual que lo bonito de la vida, no es tanto la apariencia como lo es la profundidad y todo lo que hay detrás", sentencia.

Las historias de amor siguen siendo noticia. Lucía e Ignacio son un buen ejemplo. Aunque habían coincidido alguna vez, fue en una escapada a la nieve con amigos cuando surgió la chispa entre ellos. Un amigo de él y una amiga de ella propiciaron el encuentro en Baqueira Beret a finales de 2020. Días después, al inicio de 2021, la pareja supo que quería pasar el resto de sus vidas juntos.

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