Cómo lavar prendas de seda sin dañarlas: el truco de las abuelas que es mano de santo
No hay nada que favorezca más que un vestido delicado y brillante de seda. Sin embargo, conservarlo en perfecto estado puede llegar a ser todo un reto
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La seda es, sin duda, uno de los tejidos más delicados que podemos encontrar en nuestro armario. Su textura suave, su caída elegante y su brillo natural la convierten en la reina de los materiales. Pero a la hora de lavarla, el miedo al desastre es real. Por suerte, nuestras abuelas, maestras en el arte de cuidar la ropa como un tesoro, tenían un truco infalible para dejar la seda impecable y como nueva, sin que pierda su magia.
El primer mandamiento para lavar la seda es tratarla como lo que es: un lujo que merece todo nuestro cariño. Las abuelas siempre optaban por un lavado a mano, evitando a toda costa meter estas prendas en la lavadora, incluso en los programas más delicados. ¿El motivo? El tambaleo y el centrifugado agresivo pueden romper las fibras finas, provocando arrugas irreversibles o desgastes prematuros. ¿El truco estrella? Usar agua fría o templada (nunca caliente) y un jabón suave, preferiblemente uno específico para prendas delicadas o, en su defecto, un poquito de champú para bebés. Basta con llenar un barreño, disolver el detergente, y sumergir la prenda moviéndola suavemente con las manos durante apenas unos minutos. Nada de frotar ni retorcer.
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Quizá uno de los secretos mejor guardados sea el uso del vinagre blanco en el aclarado final. Una cucharadita en el agua limpia ayuda a eliminar cualquier residuo de jabón y, además, devuelve a la seda su brillo natural, dejándola suave al tacto. Un detalle sencillo que marca una gran diferencia en el resultado. Después del aclarado, es importante escurrir la prenda con mucho cuidado. Lo mejor es colocarla entre dos toallas limpias y presionar ligeramente para eliminar el exceso de agua, sin retorcer.
El secado es otro momento crucial. Nunca debemos colgar la seda directamente bajo el sol ni exponerlas sobre radiadores o fuentes de calor. Lo ideal es dejarla extendida sobre una superficie plana, a la sombra, para que conserve su forma y color. Y si necesitamos plancharla, tenemos que hacerlo siempre del revés, a temperatura baja y, preferiblemente, con un paño de algodón entre la prenda y la plancha. Pese a todo, algunas prendas de seda modernas vienen con instrucciones muy concretas. En esos casos, conviene respetarlas al pie de la letra. Sin embargo, si el lavado a mano está permitido, este método tradicional sigue siendo la mejor opción para que nuestra ropa conserve su elegancia durante años.
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