Si tu jefe usa comentarios pasivo-agresivos en el trabajo, esto es lo que le pasa según la psicología
En muchas ocasiones, podemos encontrarnos en nuestro entorno laboral con un jefe con una actitud agresivo-pasivo que puede afectar a nuestra salud mental y bienestar
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Seguro que más de una vez nos ha pasado de estar en plena reunión y que nuestro jefe lance un comentario, con sonrisa incluida, que suena más a crítica disfrazada que a una observación constructiva. Algo como: “Veo que por fin entregaste el informe... ¡esta vez a tiempo!”. No lo dice directamente, pero el mensaje pica. Esa es la clásica señal del pasivo-agresivo en acción. Aunque este tipo de actitudes suelen camuflarse entre bromas, silencios incómodos o frases ambiguas, tienen un impacto real en nuestra salud emocional y en la dinámica laboral. Pero…¿qué hay detrás de estos comportamientos? La psicología tiene algunas respuestas bastante reveladoras.
El comportamiento pasivo-agresivo suele surgir en personas que no se sienten cómodas expresando sus emociones de manera directa. En lugar de decir que están molestos o en desacuerdo, lo manifiestan con indirectas, evasivas o actitudes que confunden. Desde ignorarte en los correos hasta lanzarte cumplidos que en realidad son críticas veladas, todo eso forma parte del repertorio. Según expertos en salud mental, esta forma de comunicarse suele estar arraigada en experiencias personales pasadas —como crecer en entornos donde expresar enojo era mal visto— o en la falta de habilidades para manejar el conflicto. En contextos laborales, se vuelve una herramienta para evitar confrontaciones abiertas, pero sin renunciar al control o la manipulación. Ahora bien, ¿por qué lo hace nuestro jefe? Cuando se recurre a este tipo de comunicación probablemente esté lidiando con inseguridad, miedo a perder autoridad o simplemente no ha aprendido a gestionar equipos desde la empatía y la transparencia. Algunos psicólogos consideran que el liderazgo pasivo-agresivo se basa en el deseo de imponer poder sin hacerse responsable de las consecuencias emocionales que sus palabras generan. Por tanto, tenemos que entender que no se trata de algo personal con nosotros mismos y en muchas ocasiones, hablan más del mundo interno de quien los ejerce que del desempeño de su equipo.
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Las señales más comunes que podemos encontrar en este tipo de jefes es que nos den instrucciones vagas y luego nos culpen por no haberlas ‘entendido bien’ o que realice comentarios irónicos frente a otros para desacreditarnos sin confrontarse directamente. Asimismo, evita darnos retroalimentación clara, pero luego utiliza nuestros errores para demostrar que tenía razón. Por último, cambia de actitud sin razón aparente: un día está amable, al otro, frío e indiferente. Por tanto, identificar estas señales es clave para proteger nuestra salud mental y bienestar. Pero… ¿qué podemos hacer nosotros? Lo ideal es establecer límites de manera respetuosa, pero firme. No siempre es posible cambiar a una persona, pero sí podemos decidir cómo respondemos ante ella. Practicar una comunicación asertiva, mantener un registro de los incidentes y buscar apoyo (ya sea en Recursos Humanos o en espacios terapéuticos) puede marcar la diferencia. También es importante recordar que muchos trabajadores se enfrentan este tipo de dinámicas en el trabajo, y debemos hablar de ello sin culpa ni vergüenza dando un paso valiente hacia entornos laborales más sanos.
Si nuestro jefe lanza otro de esos comentarios con tono dulce pero puñal oculto debemos ser conscientes que no tienen que ver con nosotros, sino con sus propias batallas internas. Mientras tanto, nosotros debemos seguir construyendo nuestra paz laboral con inteligencia emocional y una buena dosis de amor propio.
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