Sentirse invisible: por qué ocurre y cómo superarlo, según la psicología
Sentir que nuestras opiniones o nuestras necesidades no son escuchadas o atendidas pueden ser uno de los sentimientos más dolorosos que podemos vivir
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Sentirse invisible no es solo una metáfora. Para muchas personas, en determinadas circunstancias vitales, esta sensación puede convertirse en una experiencia persistente y dolorosa. Se trata de un estado emocional en el que parece que los demás dejan de vernos, de escucharnos o de tomarnos en cuenta. Y aunque no siempre se dice en voz alta, la invisibilidad emocional deja huella.
Desde la psicología se reconoce que este sentimiento puede surgir por diversas razones. Una de las más comunes tiene que ver con la falta de validación externa. Es decir, cuando las opiniones, necesidades o emociones propias son sistemáticamente ignoradas por el entorno. Esto puede pasar en el trabajo, en la familia o incluso dentro de una relación de pareja. También puede estar relacionado con el desgaste emocional que produce la sobreexigencia, el intentar agradar siempre a los demás o la pérdida de ciertos roles sociales, como cuando los hijos se independizan o se atraviesa una ruptura. Asimismo, muchas personas que se sienten invisibles han ido desconectándose poco a poco de sí mismas, debido a que han olvidado quiénes eran antes, al estar muy pendiente de los demás. Este olvido de la identidad personal puede hacer que se pierda la autoestima, el sentido de pertenencia y la motivación por relacionarse activamente con el entorno.
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Pero, ¿cómo empezar a cambiar esta situación? Los expertos coinciden en que el primer paso es tomar conciencia de lo que se está sintiendo y validar la emoción sin juzgarla. Sentirse invisible no significa que uno lo sea realmente, sino que necesita reconectar con su valor personal. En este proceso, es fundamental dejar de buscar la aprobación constante de los demás y comenzar a preguntarse: “¿Qué necesito yo?”, “¿Qué deseo realmente?”. Por ello, pequeños gestos cotidianos pueden marcar una gran diferencia. Así como llevar a cabo herramientas como recuperar espacios de disfrute personal, marcar límites, practicar la autoafirmación o buscar apoyo terapéutico. También es importante rodearse de personas que escuchen, respeten y valoren, dejando atrás aquellas relaciones que alimentan el vacío emocional.
Sentirse invisible no tiene por qué ser un estado permanente. Con apoyo, reflexión y cuidado personal, es posible volver a ocupar el lugar que uno merece, empezando por el más importante: el que tiene frente a sí mismo.
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Sentirse invisible no es solo una metáfora. Para muchas personas, en determinadas circunstancias vitales, esta sensación puede convertirse en una experiencia persistente y dolorosa. Se trata de un estado emocional en el que parece que los demás dejan de vernos, de escucharnos o de tomarnos en cuenta. Y aunque no siempre se dice en voz alta, la invisibilidad emocional deja huella.