¿Por qué nos olvidamos del nombre de las personas? La psicología responde
En muchas ocasiones nos encontramos con personas de las que no recordamos su nombre, aunque este hecho no tendría porque estar relacionado con nuestra memoria
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Pasa más a menudo de lo que nos gustaría: saludamos a alguien con quien hemos hablado antes, pero al intentar recordar su nombre… ¡nada! Pero tranquilidad, esto no es falta de educación ni una señal de que nuestra memoria esté fallando por completo. La psicología tiene una explicación muy clara para este fenómeno tan común, y no, no estamos sola.
Olvidar nombres propios —especialmente los de personas que acabamos de conocer o con quienes no interactuamos frecuentemente— es algo normal. Según varios expertos en neuropsicología y psicología cognitiva, este tipo de lapsus no necesariamente indica un problema de memoria grave, sino que tiene más que ver con cómo funciona nuestro cerebro al procesar la información.
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El nombre de una persona es una etiqueta arbitraria: no describe ni nos da pistas sobre su personalidad, profesión o apariencia. A diferencia de otros datos que asociamos con conceptos visuales o emocionales, el nombre no se "ancla" fácilmente en nuestra memoria. Por tanto, nuestro cerebro prioriza almacenar información útil y significativa, y los nombres propios, en muchas ocasiones, simplemente no alcanzan ese nivel de relevancia a corto plazo. Además, influyen factores como el nivel de atención en el momento del encuentro, el contexto o incluso el estrés. Si estamos concentrados en causar una buena impresión o si hay mucho ruido a tu alrededor, es probable que no registremos bien el nombre desde el principio. De hecho, la atención dispersa o el multitasking son enemigos silenciosos de la memoria cotidiana.
¿Se puede mejorar esto? Sí, y sin necesidad de técnicas complicadas. Repetir el nombre en voz alta al conocer a alguien, asociarlo con una imagen o característica llamativa, o incluso hacer un pequeño esfuerzo consciente por recordarlo al terminar la conversación puede ayudarte mucho. Además, también sirve vincular ese nombre con una emoción o una experiencia concreta, algo que nuestro cerebro retiene con mayor facilidad. Por tanto, la próxima vez que nos ocurra no debemos castigarnos. Olvidar un nombre no significa que seamos despistados ni que nuestra memoria esté fallando. Es, simplemente, una señal de que nuestro cerebro tiene sus propias prioridades… y los nombres, por sí solos, a veces no están en la lista.
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