Elizabeth Clapés, psicóloga: "Al dolor uno se acostumbra si siempre vivimos en una tormenta. Pero al bienestar también"

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La psicóloga y divulgadora Elizabeth Clapés, conocida en redes sociales por su manera clara de acercar la salud mental al día a día, ha compartido una reflexión en su cuenta de Instagram que ha resonado con miles de seguidores. En ella aborda un fenómeno común: la capacidad que tenemos de adaptarnos tanto a situaciones de sufrimiento como a entornos de calma.

Clapés explica que, en muchas ocasiones, cuando alguien nos pregunta cómo fuimos capaces de soportar tanto dolor o incomodidad, la respuesta no es sencilla. Aunque desde fuera parezca evidente que algo no funcionaba, el cerebro necesita una señal de alarma para reaccionar. Si la incomodidad se convierte en rutina, deja de desentonar y se integra en lo cotidiano. “Cuando se vive permanentemente bajo una tormenta, un rayo más no sorprende”, apunta la psicóloga.

Esta capacidad de adaptación, que suele mencionarse en contextos negativos, también se aplica al polo opuesto. Según Clapés, del mismo modo que nos acostumbramos al malestar, también podemos habituarnos a la calma, a la estabilidad y a la sensación de seguridad. Lo que en un inicio puede sentirse extraordinario, con el tiempo se convierte en la nueva normalidad.

Para la psicóloga, la clave está en aprender a proteger esa estabilidad emocional. Recomienda rodearse de un entorno que cuide y no desgaste, así como marcar límites frente a aquello que desequilibra nuestro bienestar. Su propuesta es clara: transformar la serenidad en el estado habitual, de modo que cuando aparezca una adversidad, esta se perciba como algo excepcional y no como parte del paisaje diario.

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Este mensaje conecta con un principio básico de la psicología: la neuroplasticidad y la capacidad de nuestro sistema nervioso de adaptarse. Vivir expuestos constantemente al estrés puede volvernos insensibles al malestar, pero también entrenar la mente para reconocer la calma como el punto de referencia. Su reflexión invita a replantearnos cuánto de lo que aceptamos como “normal” en realidad no nos hace bien, y cómo, poco a poco, podemos entrenarnos para que sea la paz, y no el caos, lo que marque nuestro día a día.