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Los recuerdos prestados de Adolfo Suárez
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Los recuerdos prestados de Adolfo Suárez

En la intimidad de su actual residencia, el ex presidente Adolfo Suárez es tan sólo el reflejo de lo que un día fue. “No recuerda, pero

Foto: Los recuerdos prestados de Adolfo Suárez
Los recuerdos prestados de Adolfo Suárez

En la intimidad de su actual residencia, el ex presidente Adolfo Suárez es tan sólo el reflejo de lo que un día fue. “No recuerda, pero nota el cariño”, repite, sin cansarse, su hijo Adolfo Suárez Illana en cada una de las contadas entrevistas que concede. Hace ya más de siete años, a Adolfo, como le gustaba que le llamaran los periodistas durante los años de mayor fragor político, se le nubló la memoria, pero no la sonrisa. Desde entonces, no han dejado de proliferar obras donde se intenta dilucidar los episodios más interesantes de su intensa trayectoria laboral y personal.

Algunos ven en su existencia una auténtica tragedia griega; otros, en cambio, todo un ejemplo de la vida misma, sin colorantes ni conservantes. Pero en lo que coinciden,en mayor o menor mediam los últimos biógrafos del primer presidente de la Democracia, el caminante de Machado de la Transición, es su indudable carisma, su nobleza y cercanía, además de muchas otras cosas. Y con esa intención de perfilar todavía más el esbozo de un personaje de vital importancia en los libros de la historia más reciente de nuestro país, Carmen Laviña, periodista y jefa de prensa de Suárez en 1983, ha publicado Recuerdos prestados (Ed. Laberinto), con fotografías de Antonio Suárez, un homenaje a un jefe que marcó su carrera y tocó su corazón.

“Cuando me ofrecieron ir a seguir la campaña de Suárez, fue algo muy difícil para mí. Con el correr del tiempo, lo recuerdo como algo fascinante, una época muy bonita. El periodismo se hacía de otra forma. No había ordenadores y teníamos que ir todos los periodistas a un bar donde hubiera un teléfono. Una experiencia muy enriquecedora personalmente, sin duda”, afirma Laviña, en conversación con Vanitatis.

Pero, a pesar de que, para muchos, Suárez fue víctima de la coyuntura del país, la autora de Recuerdos Prestados le rememora como un hombre “tierno, fumador empedernido, poco dormilón…  y muy familiar”. Al parecer, Adolfo Suárez impresionó a su equipo de trabajo por su cercanía, desde el primer momento. En especial a las mujeres, que estaban “loquitas” por él. “Nada más tenía tiempo se iba a disfrutar de sus hijos y de su mujer, a quien amaba con locura, a pesar de ser muy diferentes. Su ojito derecho era su hija Mariam. Ella le ayudó a organizar los archivos de La Moncloa y trabajó codo con codo con él. Cuando enfermó por primera vez, el ex presidente lo pasó francamente mal”, dice.

“Siempre tuvo miedo al cáncer porque fumaba mucho, o a quedarse vegetal. Si me quedara así, prefiero que me desconecten, solía decir”. Por casualidades del destino le tocó vivir muy de cerca la enfermedad. En 2001, tuvo que despedir a su mujer. Amparo Illana, aquella chica que conoció en Ávila un verano, decidió marcharse para siempre tan sólo un año después de que le diagnosticaran un tumor a Mariam, el ojito derecho del presidente.

En 2004, meses más tarde de su última comparecencia pública en un acto del PP en apoyo a la candidatura de su hijo a la presidencia de Castilla la Mancha, Mariam fallecía. Cuando su familia le informó de la muerte de su hija, Suárez dijo: “¿Y quién es Mariam?”. Cuando se lo explicaron repuso: “Con esas cosas no me gastes bromas”.

Su relación con el Rey

Pero, aparte de su lado humano y familiar, la relación entre el Rey Juan Carlos y Adolfo Suárez, quien llegó a recibir el apelativo de 'encantador de serpientes', ha ilustrado un nutrido epígrafe del libro y ha servido de hilo conductor de tertulias durante las últimas décadas. “Tenían mucho en común. Primero fueron muy amigos. El Rey le confió la presidencia del Gobierno. Más tarde, el Rey se vio forzado a destituirle, porque él también recibía muchas presiones, que había que unir a los malestares en la UCD, en los cuarteles… Él tenía claro que había llegado a un punto. Si su partido no le quería, debía irse. Aunque le dolió”.

“Por supuesto que le soy fiel y lo seguiré intentando. Es necesario que el pueblo siga recibiendo un mensaje sobre el Rey y la monarquía constitucional. Otra cosa es que, en ocasiones, las amistades se enfríen un poco por múltiples coyunturas, pero son eso, coyunturas. En el fondo, queda lo que compartimos juntos, que fue mucho”, dijo Adolfo durante la entrevista que Laviña le hizo tras su dimisión.

De caracteres muy parecidos y un sentido del humor agudo a partes iguales, “Suárez y el Rey tenían los papeles muy bien repartidos, aunque don Juan pensara que la Constitución había hecho perder poder a la Monarquía”. Pero, si por algo Suárez ha sido laureado y criticado a la vez es porque nunca fue un cortesano. “Suárez nunca lo fue, porque si tenía que decirle al Rey que no había hecho bien algo, se lo decía. No le rendía obediencia ciega. Si tenía que llamarle la atención lo hacía”, comenta Laviña.

Así pues, la figura de Suárez sigue alargándose. Pocos recuerdan los malos tiempos de la Transición. Muchos su labor improvisada, su gestión para desmantelar el franquismo, del que había formado parte, su integridad política, su cercanía con la gente… “No conozco a nadie que hable mal de él”, finaliza Laviña.

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En la intimidad de su actual residencia, el ex presidente Adolfo Suárez es tan sólo el reflejo de lo que un día fue. “No recuerda, pero nota el cariño”, repite, sin cansarse, su hijo Adolfo Suárez Illana en cada una de las contadas entrevistas que concede. Hace ya más de siete años, a Adolfo, como le gustaba que le llamaran los periodistas durante los años de mayor fragor político, se le nubló la memoria, pero no la sonrisa. Desde entonces, no han dejado de proliferar obras donde se intenta dilucidar los episodios más interesantes de su intensa trayectoria laboral y personal.

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