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Marina Fernández de Córdova, la sobrina artesana de Alfonso de Hohenlohe
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Marina Fernández de Córdova, la sobrina artesana de Alfonso de Hohenlohe

La sobrina del mentor de Marbella vuelve de México, donde vive y trabaja, y nos recibe en su selecto molino de Manilva, que alquila para eventos VIP

Marina Fernández de Córdova, hija del fallecido duque de Arión y de la princesa Beatriz de Hohenlohe-Langeburg, es una mujer que piensa que las cosas no son fruto del azar. Y a los hechos nos remite. Esta noble, en cuya genética lleva siglos mezclando sangre alemana con española, encontró en 1998 un molino del siglo XVII escondido en Manilva (Málaga) alejado de las urbanizaciones voraces de la costa del sol y de la boyante Marbella de la 'jet' que gestó su querido tío Alfonso Hohenlohe. Allí decidió quedarse a vivir y criar a sus dos hijos, Beltran y Miguel, que hoy disfrutan con otros chavales veinteañeros en la zona de la piscina. El lugar, que entonces estaba habitado por un holandés, perteneció en sus orígenes a la poderosa familia Larios, la familia de su abuela paterna, y los grandes terratenientes de Málaga. Este vergel a un paso de la costa también lo alquila para eventos exclusivos en los que asegura la máxima discreción, bajo el nombre de Molino del Duque.

La segunda no casualidad de su vida fue cuando esta mujer, marquesa de Mancera, que tiene pocos ademanes de grande de España, cerró su artesano negocio de muebles en la Costa del Sol (Made in Manilva) por la crisis y hace dos años abrió una nueva sucursal al otro lado del Atlántico, en la joya colonial San Miguel de Allende (México). Y aquí va otra de las casualidades: el lugar está en el Estado de Michoacán, donde siglos atrás vivió la marquesa de Mancera, el título que ahora ella tiene y que llegó a ser virreina de Nueva España y mecenas de Sor Juana Inés de la Cruz. Dos enclaves: Manilva y San Miguel de Allende donde, sin darse cuenta, ha vuelto a sus raíces históricas.

Allí en México, Marina tiene su galería taller y colabora con otros artistas locales. Su negocio se llama Marquesa de Mancera. Nunca pensó que aquel viaje con una amiga iba a culminar encontrando el lugar de sus sueños. “Imagina que yo pensaba desmontar mi negocio en Manilva e irme a Bali, Indonesia”, dice. Sus principales clientes son las fortunas del país y fortunas afincadas en California. “Casi no se necesita publicidad. Funciona muy bien el boca a boca. En San Miguel de Allende hay además muchos extrajeros viviendo, hay un ambiente muy artístico y valoran mucho la artesanía en madera con diseño antiguo europeo, que es en lo que estoy especializada. Los cabeceros de época funcionan muy bien. En México se valora mucho el trabajo artesano”, dice mientras enseña el lugar, que tiene en todas las maderas tanto del edifico principal como de la casa de invitados y el mobiliario dos tonos de un azul que no llega a ser ni el añil de La Mancha ni el típico de las postales griegas. Es el azul de Marina. El azul del Molino del Duque. Y el azul del kaftan con el que hoy nos recibe radiante.

Con los popes de la decoración patria

A los 15 años se fue a Inglaterra a cursar los últimos años de instituto y, después de pasar un curso en Viena, aterrizó en Boston (EEUU) para estudiar arte oriental en Wellesley College, la universidad a la que fue 
Hillary Clinton. Antes de volver a Madrid pasó una temporada en Nueva York trabajando en el Metropolitan Museum y aprendiendo chino. Ya en España, trabajó codo a codo con el gran interiorista Paco Muñoz, en Casa y Jardín, el padrastro de la chef Samantha Vallejo-Nájera y progenitor de la galerista Mafalda Muñoz. Fundó su propio anticuario en el selecto barrio de Salamanca en Madrid. Y tuvo la suerte de colaborar con otro grande la Costa del Sol, Jaime Parladé, y participar con el mítico decorador Duarte Coelho en espacios tan exclusivos como es la Finca Cortesín, a menos de veinte minutos de su casa. “He llegado a México en el momento profesional justo, con mucha experiencia, algo que en España no se valora. Cualquiera hoy se pone la medalla de decorador y no se respeta la trayectoria profesional”, afirma esta mujer que llegó a tener en Manilva a seis artesanos locales en nómina y exportaba al extranjero hasta que llegó la crisis en 2006. "Me quedé de pronto sin trabajo", confiesa.

Un río, tapizado de nenúfares, discurre debajo de la casona principal y da vida a la fuente que chorrea para la fuente de piedra de la entrada y para el estanque que da acceso a la cocina. El rumor del agua está presente en todos los rincones. Cuando se marchó a México nunca se le pasó por la cabeza vender este lugar con un hermoso centenario de piedra de Tarifa, repleto de antigüedades, piezas hechas a mano por ella y de rincones creados con su estilo inconfundible. “Mis hijos se han criado aquí; yo gesté en esta tierra (ingrata eso sí) mi negocio. No podíamos perder nuestras raíces”, explica. Por eso decidió ponerlo en alquiler para bolsillos elevados. La casa de cuatro plantas, tiene 6 habitaciones, y capacidad para que duerman 12 personas, dos de ellas en la casa de invitados. “Se arrienda para bodas, para eventos exclusivos.

La propiedad tiene su propio agente en Sotogrande, las wedding planners de la jet ya lo tienen en su agenda y ya son muchos los que se han enamorado de este oasis en el poco tiempo que lleva abierto al público. Cuenta que viene muchos extranjeros pero también españoles. Y detalla que hace poco vino una pareja, mitad inglesa mitad española residente precisamente en Sotogrande que ya tenían su sitio para casarse y cancelaron al ver las posibilidades del Molino del Duque. “Hasta ahora los novios se quedan tres noches. El lugar engancha”. Eso sí, no da ningún nombre de sus ilustres huéspedes.

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Marina Fernández de Córdova, hija del fallecido duque de Arión y de la princesa Beatriz de Hohenlohe-Langeburg, es una mujer que piensa que las cosas no son fruto del azar. Y a los hechos nos remite. Esta noble, en cuya genética lleva siglos mezclando sangre alemana con española, encontró en 1998 un molino del siglo XVII escondido en Manilva (Málaga) alejado de las urbanizaciones voraces de la costa del sol y de la boyante Marbella de la 'jet' que gestó su querido tío Alfonso Hohenlohe. Allí decidió quedarse a vivir y criar a sus dos hijos, Beltran y Miguel, que hoy disfrutan con otros chavales veinteañeros en la zona de la piscina. El lugar, que entonces estaba habitado por un holandés, perteneció en sus orígenes a la poderosa familia Larios, la familia de su abuela paterna, y los grandes terratenientes de Málaga. Este vergel a un paso de la costa también lo alquila para eventos exclusivos en los que asegura la máxima discreción, bajo el nombre de Molino del Duque.

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