El gran duque Jorge Románov y su prometida nos cuentan cómo fue su ceremonia de intercambio de anillos
Tuvo lugar en la ciudad rusa de Kostromá este domingo y, según ellos mismos afirman, puede interpretarse como un pequeño ensayo para su boda religiosa
Cuando el pasado viernes, el gran duque Jorge de Rusia y su prometida, Rebecca Bettarini, atendían a Vanitatis telefónicamente desde Moscú para hablar de su compromiso matrimonial, ni ellos mismos eran sabedores de que ese mismo domingo tendrían que desplazarse a la ciudad de Kostromá, perteneciente al denominado Anillo de Oro de Rusia y situada a unos 300 kilómetros de la capital, para cumplimentar con una de las tradiciones más arraigadas en el país, la ceremonia del intercambio de anillos de compromiso.
"La tradición en Rusia es que para el compromiso matrimonial se acuda a la iglesia a realizar este intercambio de anillos ante un sacerdote", nos cuenta el gran duque, quien nos devela por qué no han tenido más margen para organizarse para esta celebración: "Ha surgido la oportunidad, porque con el coronavirus no se sabía cómo se podía celebrar una cosa así. Habíamos pensado en Kostromá, porque es una de las ciudades históricas de Rusia y está vinculada también históricamente a la familia Románov, porque fue de donde llamaron al primer Románov, Miguel, para ascender al trono".
Rebecca, quien desde hace años quedó fascinada por la historia, el idioma, que habla perfectamente, y la cultura rusa, como nos había desvelado en nuestra entrevista anterior, toma la palabra: "Tuvo lugar en 1613. El primer zar fue un monje y se encontraba en el monasterio Ipatiev, que es donde hemos celebrado nuestra ceremonia del intercambio de los anillos".
En efecto, este templo está cargado de simbolismo para los Románov, porque allí residía Miguel I, el que sería el primer zar de la dinastía, después de ser desginado por unanimidad por el Zemski Sobor, la asamblea nacional del país, en los siglos XVI y XVII, que podemos traducir como 'el Parlamento de la tierra', tras descartar a otros candidatos como los reyes de Polonia y de Suecia. Una elección, por cierto, en la que también tuvo que ver su parentesco con la zarina Anastasia, su tía abuela, y mujer a su vez de Iván IV.
Este trascendental paso lo dieron en el histórico monasterio Ipátiev. "Tras conseguir la aprobación del obispo principal de Kostromá, nos informó unas 38 horas antes del evento de que podíamos realizar la ceremonia en la iglesia del monasterio", afirma el gran duque, quien nos desvela que "con el tráfico ruso se tardan unas cinco horas en coche en llegar desde Moscú".
El gran duque nos comenta que "estábamos muy emocionados, porque no pensábamos que íbamos a poder celebrarlo y más en este sitio tan bonito. Es un lugar espectacular, situado sobre la orilla del río, así que estábamos extasiados, muy felices". Rebecca, su prometida, señala que "además participó muchísima gente del pueblo y las autoridades", a lo que el hijo de la gran duquesa rusa y Francisco Guillermo de Prusia añade que "vino un representante del gobernador y, además del obispo principal, participaron otros sacerdotes de la región en la ceremonia".
Respecto a la ceremonia, el gran duque Jorge Mijáilovich Románov nos destaca el único pero, que no les pudieron acompañar ninguno de sus familiares: "Las circunstancias de nuestros padres, que ya tienen cierta edad, no permiten que viajen con tanta facilidad, pero los reservamos para el evento principal, que será la boda, que, Dios mediante, esperamos poder celebrar en septiembre u octubre. Estaban encantados y felices cuando les comunicamos que pudimos hacer esta ceremonia del intercambio de los anillos. Obviamente, estaban algo tristes por no poder venir, pero muy felices por nosotros".
Como fue todo tan imprevisto, el traje de la novia, que es algo sobre lo que siempre ponemos énfasis los periodistas cuando informamos sobre una boda, tuvo que improvisarse, como nos comenta la consultora y escritora italiana: "Era una ceremonia en la iglesia, además de una misa, por lo que no se requería un traje especial para este acontecimiento. Simplemente elegí entre los que tenía el que me parecía más apropiado para esta circunstancia. Lo más importante es que pudimos hacerlo, en un lugar tan bonito y con tanta historia. Fueron todos encantadores".
Cuando les planteamos que si podríamos interpretarlo como un pequeño ensayo general antes de la boda, el gran duque nos dice que "efectivamente" y su prometida, hija del embajador italiano Roberto Bettarini, destaca que "sobre todo por el intercambio de los anillos, ya que en una boda es la parte principal, también en el rito católico. Es como si dividiéramos la boda en dos partes, ya que en el casamiento por el rito ortodoxo se intercambian coronas, que se ponen sobre la cabeza".
Antes de que llegue la boda religiosa, que se celebraría en el palacio Vladimir de San Petersburgo, que perteneció al bisabuelo del príncipe, tendrá lugar la ceremonia civil en la que se convertirán en marido y mujer: "Aún no tenemos fecha y nos gustaría que vinieran nuestros padres si se pudiera, sería estupendo, y algún amigo. Será en Moscú cuando la cosa esté más tranquila".
Rebecca nos da más detalles: "La idea es que, además, el embajador de Italia nos reciba en la embajada y se ofrezca un cóctel. Veremos cuándo será posible, porque de momento está planificado con el Gobierno italiano que solo se puede invitar a seis personas en la embajada. Estamos vamos viendo cómo evolucionan las restricciones". Su futuro marido apostilla: "En cuanto se den las circunstancias y podamos reunir a un grupo de gente, aunque no se trata de hacer un gran evento, celebraremos el enlace y la recepción en la casa del embajador italiano en Moscú, que también es un edificio histórico".
La cuenta atrás ya ha comenzado...
Cuando el pasado viernes, el gran duque Jorge de Rusia y su prometida, Rebecca Bettarini, atendían a Vanitatis telefónicamente desde Moscú para hablar de su compromiso matrimonial, ni ellos mismos eran sabedores de que ese mismo domingo tendrían que desplazarse a la ciudad de Kostromá, perteneciente al denominado Anillo de Oro de Rusia y situada a unos 300 kilómetros de la capital, para cumplimentar con una de las tradiciones más arraigadas en el país, la ceremonia del intercambio de anillos de compromiso.