La guerra de Harry contra la televisión pública de su país, impensable en otros royals
Harry ha dado un contundente puñetazo en la mesa contra la BBC, un gesto motivado por unas circunstancias muy concretas impensables en otros príncipes o princesas
Durante muchos años, la realeza española fue un tema tabú en los medios de comunicación. Como en todas las familias, en la del rey Juan Carlos no todo era tan perfecto como se mostraba al público, pero existía una especie de pacto mediático para no manchar la imagen de ninguno de sus miembros.
Cuando los escándalos pasaron de los líos de faldas al delito, fue cuando las reglas del juego cambiaron. La crítica de los medios y de la sociedad hacia la monarquía y hacia ciertas actitudes de algunas personas representativas de ella se ha endurecido considerablemente si lo comparamos con aquellos años de blanqueamiento mediático.
En la familia real británica es otro cantar. Los escándalos han rodeado a Carlos de Inglaterra y su familia desde hace décadas y los medios no han puesto cortafuegos. Dichos escándalos no solo han sido hechos públicos, sino que los propios miembros de la familia real británica han realizado declaraciones o han concedido entrevistas para entrar en el terreno más personal e íntimo de sus vidas. La polémica entrevista concedida por Harry y Meghan a Oprah Winfrey ha sido la última muestra más contundente de ello. Hace 26 años, era Diana de Gales quien se sentaba frente a las cámaras del programa ‘Panorama’ en la BBC para airear todas las infidelidades de su esposo y los motivos del fracaso de su matrimonio.
A pesar de ello, el príncipe Harry lleva meses denunciando públicamente el acoso mediático que asegura vivir junto a su esposa, la duquesa de Sussex. Harto de los bulos y las mentiras sobre él y sobre Meghan que son publicados, ahora ha dado el puñetazo en la mesa y ha emprendido una cruzada contra la BBC, el canal de televisión pública de Reino Unido.
El tremendo enfado y el afeamiento público de Harry a este medio, no resulta habitual en otros miembros de otras Casas Reales. Nos costaría imaginar a cualquiera de las hijas de los eméritos, o al antaño príncipe Felipe quejándose de manera enérgica a través de un comunicado, una cámara o un micrófono, de un maltrato por parte del canal público de nuestro país. Quejas tendrán, posiblemente, pero si las emiten lo hacen, hasta el momento, en privado y por cuestiones, admitámoslo también, que no llegan a los límites de sensacionalismo de los medios británicos.
El nombre escogido por los Sussex para su hija, Lilibet (apodo con el que de manera cariñosa se dirigían a Isabel II cuando era pequeña), ha sido el detonante de la furia mostrada por la pareja esta semana. A través de una fuente no identificada de Buckingham Palace, la BBC aseguró que Harry y Meghan no habían pedido permiso a la reina para poner este nombre a su hija recién nacida. Se añadía así más leña al fuego generado por el distanciamiento de los Sussex con los Windsor.
Mediante el prestigioso bufete de abogados Schillings, que lleva sus asuntos personales, los Sussex solicitaron inmediatamente una rectificación por parte de la cadena. El portavoz oficial del hermano del príncipe Guillermo y de su esposa aclaró a través de un comunicado que Isabel II fue la primera en recibir la noticia de la decisión, que “había mostrado su apoyo ante la iniciativa de sus nietos de contar con el cariñoso apodo que recibía la reina en su niñez" y que los Sussex "no lo habrían usado en caso contrario”.
La llamativa (por su contundencia) reacción del príncipe podría tener una explicación en un enfado anterior con la BBC y por un motivo mucho más grave y preocupante que un bulo sobre un supuesto enfado de la reina Isabel II con ellos.
El pasado 20 de mayo fue publicado un informe que concluía que la BBC había ocultado “prácticas fraudulentas” del periodista Martin Bashir, para lograr que Diana dd Gales le concediera la famosa entrevista en el programa ‘Panorama’ y que finalmente realizó en 1995. El hermano de la princesa de Gales denunció públicamente que Bashir se había inventado mentiras y había presentado informes falsos a la princesa haciéndola creer que era espiada y que no podía confiar en nadie, hasta el punto de que temió por su vida.
Según el informe, Bashir no contó con la “integridad y transparencia” exigidas.
Las conclusiones indignaron a Guillermo y a Harry. Este último no tardó en emitir un duro comunicado desde EEUU. “La onda expansiva de una cultura de la explotación y de prácticas no éticas se cobraron finalmente la vida de mi madre”.
Añadió que las conclusiones del informe eran “el primer paso hacia la justicia y la verdad”, pero advirtió de que “estas prácticas, y aún peores, están extendidas hoy”. No dudó en señalar que “nuestra madre perdió su vida por esto, y nada ha cambiado. Al proteger su legado, protegemos a todo el mundo, y mantenemos la dignidad con la que vivió su vida”.
Guillermo también se sumó a la indignación de su hermano, diciendo que “la forma engañosa en que se obtuvo la entrevista influyó sustancialmente en lo que dijo mi madre en ella. La entrevista contribuyó en gran medida a empeorar la relación de mis padres y desde entonces ha perjudicado a innumerables personas”. Añadió que le producía “una tristeza indescriptible saber que los errores de la BBC contribuyeron significativamente a su miedo, paranoia y aislamiento que recuerdo de esos últimos años con ella”.
Guillermo reprochó a la cadena su “lamentable incompetencia” a la hora de investigar los poco éticos métodos que Bashir utilizó para lograr la entrevista. “Lo que más me entristece es que si la BBC hubiera investigado adecuadamente las quejas y preocupaciones ya en 1995, mi madre habría sabido que la habían engañado. No solo le falló un mal periodista, sino también los líderes de la BBC, que miraron para otro lado en lugar de hacer preguntas difíciles”, añadió.
Durante muchos años, la realeza española fue un tema tabú en los medios de comunicación. Como en todas las familias, en la del rey Juan Carlos no todo era tan perfecto como se mostraba al público, pero existía una especie de pacto mediático para no manchar la imagen de ninguno de sus miembros.
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