Sale a la luz la reveladora biografía perdida de Eduardo VIII y Wallis Simpson
Un nuevo libro nos permite observar de primera mano la dramática historia hasta ahora oculta de dos de las figuras royal más icónicas del siglo XX
El duque de Windsor, antiguo rey Eduardo VIII antes de su abdicación, recuerda su primer encuentro con Wallis Simpson con estas palabras: "En una noche húmeda, fría y con mucha niebla de principios de enero de 1931, conocí a la duquesa en casa de un amigo común en Melton Mowbray...". Aquel fue el comienzo de una de las historias de amor royal sobre las que más se ha escrito, pero sobre la que faltaban cosas por decir.
"Me impresionó de inmediato su vivacidad, su ingenio y sus inteligentes réplicas. Admiré especialmente su total franqueza. Si no estaba de acuerdo con alguien, lo decía, y yo lo encontraba raro, debido a las circunstancias de mi posición, especialmente entre mis amigos británicos", se puede leer en el libro 'Once a King: The Lost Memoir of Edward VIII', de Marguerite Tippett, cuando el antiguo monarca inglés habla sobre la mujer por cuyo amor renunciaría a la Corona.
Eduardo estaba entonces desvelando sus secretos y abriendo su corazón a un conocido periodista estadounidense, Charles Murphy, que le había convencido de que, tras más de una década de silencio, había llegado el momento de que contara su versión de la abdicación en una serie de artículos para la revista 'Life' y, posteriormente, en un libro. Desde julio de 1947 hasta enero de 1951, ambos conversaron casi a diario, la mayor parte del tiempo en la exótica villa de los Windsor, Château de la Croë, en Cap d'Antibes, en la Riviera francesa.
Murphy consideró que su tarea consistía en ayudar a Eduardo a encontrar su voz. Decidido a no realizar entrevistas directas, su técnica consistió en sugerir temas e invitar al antiguo rey a hablar de ellos, como un maestro que anima a un niño poco atento, para posteriormente escribir él mismo sus recuerdos. Años más tarde, el periodista confió aquellas notas reales a la Universidad de Boston, que es donde la autora de esta nueva obra los localizó, incluidos los primeros borradores de Eduardo garabateados en cuadernos amarillos, muchos de los cuales nunca llegaron a ver la luz.
Son esos escritos a mano los que arrojan nueva luz sobre cómo y por qué decidió abdicar antes que vivir sin la única mujer a la que amó. Según Marguerite Tippett, aquellos documentos hablan de "sus fracasos, debilidades, ingenuidad y defectos", pero también de "su inteligencia, su lealtad, su amor y su determinación".
Recordando sus primeros encuentros con la todavía casada Wallis, asegura que, deseoso de librarse de la rigidez de la vida en la corte, no tardó en buscar su compañía en cada oportunidad que se le presentaba. Era soltero, estaba solo y cansado. "Ella y su marido Ernest tenían un apartamento y servían tan buena comida como en cualquier otro lugar de Londres. Tenía muchos amigos y las conversaciones eran alegres, ingeniosas e inteligentes".
Eduardo no tardó en rendirse a sus encantos. "Ella satisfizo algo creativo en mí. Ella trajo a mi vida algo que no estaba allí antes: curiosidad, independencia, descaro, calidez. Vi las cosas bajo una nueva luz", confesó el duque al periodista. Entre sus notas recién descubiertas explica: "Me enamoré de la duquesa dos años antes de la abdicación. Sucedió en un restaurante, sin negocios frívolos, la edad de mi lado. Había sembrado mi vena salvaje. Sabía que me estaba enamorando de la esposa de otro hombre. Cuando me encontré en esa tesitura debería haberme retirado. Pero lo notable del amor es que sucede antes de que uno se dé cuenta".
Más adelante, en un apartado titulado por Murphy como 'La descripción de la duquesa por Su Alteza Real', Eduardo enumeraba las características más destacadas de Wallis a lápiz en dos hojas de papel del hotel Waldorf Astoria. Entre ellas apuntó: "Muy orgullosa, independiente, exigencia de los más altos estándares de conducta, código de conducta inflexible, elegante y muy sensible".
Nombrado príncipe de Gales en su cumpleaños número 16, solo siete semanas después de que su padre se convirtiera en rey, asegura que entonces se convirtió "en portavoz de la nueva generación, una generación iconoclasta inquieta y con empuje". Pero a pesar de su deseo de reinventar la monarquía para una era más democrática, se enfrentó a un padre, Jorge V, quien, como escribió Eduardo, le insistió: "Recuerda tu posición y quién eres".
A medida que crecía su aversión por su vida en palacio, Wallis se volvía cada vez más indispensable para él. A sus ojos, ella era también la medida de lo libre que podía ser realmente. "La elección a la que me enfrenté fue amarga. Si bien no había ningún deseo en mi corazón de eludir mi legado, el deseo de casarme y tener una vida plena con la mujer de mi elección era igualmente fuerte. Vivir sin amor habría sido intolerable. Y, más que eso, sin él, mi servicio al Estado habría parecido una cosa vacía", se puede leer en otro fragmento del libro.
Tras la muerte de su padre en enero de 1936, Eduardo se convirtió en rey. En el funeral de Estado hubo un conmovedor momento privado, un indicio de todo lo que estaba por venir. El duque escribe: "Solo una vez, durante esa procesión aparentemente interminable, mis ojos se desviaron del ataúd o de las figuras que marchaban lentamente a mi alrededor. Un rápido vistazo a las ventanas del segundo piso de cierto edificio me recompensó con una fugaz mirada de reconocimiento, de consuelo y comprensión de la tensión mental y física que me tocó soportar ese triste día", dice de aquel vistazo a la que sería su esposa.
Eduardo le dijo a Murphy: "Lo que realmente estaba en juego era mi derecho como Rey a una vida privada, a una existencia independiente". Para él, la realeza era una carrera. Desde el comienzo de su reinado, expresó su determinación de separar su papel público de su mundo privado, una división que había mantenido con éxito como príncipe de Gales. "Había visto demasiados matrimonios infelices entre mis contemporáneos y había admirado a aquellos que encontraban mayor felicidad con un divorcio más que a aquellos que eligieron el camino de la pretensión convencional para una vida de miseria matrimonial".
El rey Eduardo VIII abdicaría finalmente el 10 de diciembre de 1936. En un discurso a sus compatriotas pronunció una frase que ha pasado a la historia: "Me ha resultado imposible soportar la pesada carga de responsabilidad y desempeñar mis funciones como Rey, en la forma en que desearía hacerlo, sin la ayuda y el apoyo de la mujer que amo". Los duques de Windsor contrajeron finalmente matrimonio en 1937 y ambos permanecieron juntos hasta el fallecimiento de Eduardo en 1972, víctima de un cáncer de laringe.
El duque de Windsor, antiguo rey Eduardo VIII antes de su abdicación, recuerda su primer encuentro con Wallis Simpson con estas palabras: "En una noche húmeda, fría y con mucha niebla de principios de enero de 1931, conocí a la duquesa en casa de un amigo común en Melton Mowbray...". Aquel fue el comienzo de una de las historias de amor royal sobre las que más se ha escrito, pero sobre la que faltaban cosas por decir.
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