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El día que Michael Jackson revolucionó la República Dominicana con su boda
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El día que Michael Jackson revolucionó la República Dominicana con su boda

“Quítese las gafas de sol”, le dijo el juez a un hombre de piel rosada que respondía al nombre de Michael Jackson en el ya lejano 1994, cuando se casó

Foto: Jackson y la que fue su esposa, en septiembre del 94 (Gtres)
Jackson y la que fue su esposa, en septiembre del 94 (Gtres)

“Quítese las gafas de sol”, le dijo el juez a un hombre de piel rosada que respondía al nombre de Michael Jackson. Aparte de tener bemoles para decirle al ‘rey del pop’ que se quitase los anteojos que iban inseparablemente pegados a él, Hugo Álvarez Pérez, como se llamaba el magistrado que exclamó aquella frase, estaba casándolo, ese 26 de mayo de 1994, hace ahora veinte años, con Lisa Marie Presley. El ídolo pop contraía matrimonio con la hija del ‘rey del rock’ y aquello le venía especialmente bien. Tenía 35 años y acababa de ser acusado de haber molestado sexualmente a un niño de 13 años. Una boda sería un arma de distracción masiva sobre las incómodas dudas que pesaban sobre él.

La boda tuvo lugar en la urbanización El Campito, Ciudad de La Vega. Como maniático de pro que era, los requisitos de Jackson para casarse fueron de aúpa. A finales de 1993 ya había contactado con el juez a través de un amigo íntimo. “La boda será en mayo”, le dijo. Álvarez Pérez ya imaginaba que aquel no sería un enlace normal y, tratándose del intérprete de Black or White, llevaba razón. En primer lugar, hubo un documento de confidencialidad que tuvo que firmar para no decir una sola palabra de lo que iba a ver. Sin embargo, la petición más rocambolesca iba a llegar justo después, cuando le preguntaron si era posible celebrar la boda en un avión. “Eso no lo permiten las leyes dominicanas”; contestó Álvarez, sorprendido ante el insólito requisito.

placeholder Jackson y Lisa Marie Presley, en una foto de archivo (Gtres)

Descartando la idea del ‘sí, quiero’ sobre las nubes, Jackson y Presley eligieron la casa de un amigo del juez con una seguridad estricta en la urbanización El Campito. La ceremonia en sí también supuso un catálogo de las excentricidades de parte de ese niño grande que era Jackson. Para empezar, el tímido cantante evitaba mirar durante un tiempo largo al propio juez, que le pidió que se quitase las gafas de sol para mantener el contacto visual. Poco antes, los guardias personales del cantante habían registrado escrupulosamente las habitaciones para no dejar un cabo suelto sobre la casa. Una medida demasiado inflexible, sobre todo si se tiene en cuenta que la celebración apenas duró diez minutos.

No sólo no miraba a la novia, sino que Jackson tampoco parecía muy dispuesto a besarla, como haría cualquier novio normal con la que ya es su esposa. Tras aceptar a regañadientes que la ceremonia fuese en español, como mandan las leyes dominicanas, el juez también le explicó que en el país es tradicional besar a la novia tras el ‘sí, quiero’. Entre tanta torpeza, distracción  y regla fuera de tono, Lisa Marie parecía más un elemento de adorno que la novia de una ceremonia normal, más la muñeca de la tarta que la novia. Vestida con un llamativo ‘beige’, Lisa Marie contrastaba con el negro que llevaba Jackson y una correa de tachuelas que nadie relacionaría con una boda así.

placeholder El cantante y su madre, Katherine, en 2005 (Gtres)

El principio del fin

Sin embargo, lo más bizarro de una boda tan bizarra fue que se mantuvo en secreto durante dos meses. A los dos meses, los medios se quedaron estupefactos al conocer el nuevo estado civil de Jackson, cuyo matrimonio duró apenas dos años. Cuando decidió divorciarse de Lisa Marie, no hubo ningún problema adicional, ya que estuvieron de acuerdo en todos los términos del la separación. ‘Jacko’ volvería a anunciar que se casaba a finales de 1996 con la enfermera Debbie Rowe. El matrimonio tampoco duró demasiado, aunque dio tiempo a que tuviesen dos hijos y a que acabasen separados tres años después y de forma amigable. Ella incluso le cedió la custodia de los niños, aunque muchos pensaron, no sin cierta razón, que Rowe había sido poco más que un vientre de alquiler.

Aquellos dos matrimonios fueron el principio del fin de la vida del cantante. En el nuevo siglo, su imagen sacando a su tercer hijo al balcón ante la mirada de miles de curiosos y unas cuantas cámaras delante, temerosas de que el bebé cayese al vacío, certificaba que había perdido el rumbo. Jackson había sido un excéntrico muchos años, ese joven que, según Katharine Hepburn, parecía un extraterrestre porque “no sabía hacer una cama”. Sin embargo, ahora estaba llegando demasiado lejos. En 2001, su disco Invincible fue un fracaso demasiado costoso para Sony y, para colmo, sería la última vez que grabaría. Pese a la sorpresa de su muerte en junio de 2009, con apenas 50 años, muchos se habían preguntado, no sin cierta razón, si el ‘rey del pop’, como muchos genios, podría soportar la presión de vivir, aunque su médico fuese el ‘autor’ de la muerte.

También lo pensó Lisa Marie, que, premonitoriamente, estuvo llorando horas el día de la muerte de su ex, incluso antes de conocer la mala noticia. “Nunca entendí mi relación con él”, dijo en 2010, asegurando que era un “experto en manipular a los medios” y que lo hacía como mero “método de supervivencia”. Ella fue otra de los que, como el juez que los casó, nunca entendió sus gafas de sol y su forma de evadir los problemas, de esconderse de un mundo que ni él entendía ni lo había entendido a él; del niño grande que nunca supo aceptar que la vida era más cruel y más difícil que los juegos de un parque de atracciones. 

“Quítese las gafas de sol”, le dijo el juez a un hombre de piel rosada que respondía al nombre de Michael Jackson. Aparte de tener bemoles para decirle al ‘rey del pop’ que se quitase los anteojos que iban inseparablemente pegados a él, Hugo Álvarez Pérez, como se llamaba el magistrado que exclamó aquella frase, estaba casándolo, ese 26 de mayo de 1994, hace ahora veinte años, con Lisa Marie Presley. El ídolo pop contraía matrimonio con la hija del ‘rey del rock’ y aquello le venía especialmente bien. Tenía 35 años y acababa de ser acusado de haber molestado sexualmente a un niño de 13 años. Una boda sería un arma de distracción masiva sobre las incómodas dudas que pesaban sobre él.

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