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Qué es el lujo silencioso y por qué todo el mundo habla de esta tendencia
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Qué es el lujo silencioso y por qué todo el mundo habla de esta tendencia

¿Puede una tendencia ser la antitendencia? La respuesta es un rotundo sí. Y es que hay toda una corriente que huye de las estridencias y los logos, imponiéndose el más absoluto minimalismo

Foto: El minimalismo y la ausencia de logos definen el nuevo lujo. (Launchmetrics Spotlight)
El minimalismo y la ausencia de logos definen el nuevo lujo. (Launchmetrics Spotlight)

La logomanía es una tendencia intrínseca a las firmas de lujo. Si te compras una pieza de una determinada marca, parece necesario hacer ostentación de ella. Los emblemas de las etiquetas dan vida a prints –como en la última colección de Valentino, en el que nació el estampado Toile Iconographe y se convirtió, incluso, en maquillaje– y están en constante reinvención: Celine ha dejado de tener su acento, Dior o Saint Laurent ha perdido los nombres de sus fundadores… Todo ello, con el fin de adaptarse a las exigencias del mercado. Es más, son muchos los directores creativos que, según llegan a una firma, lo primero que hacen es cambiar el logo. Algo así ha ocurrido con Daniel Lee, que aterrizó en Burberry el pasado septiembre y una de sus primeras decisiones fue la de recuperar el símbolo mítico de la casa británica.

Sin embargo, si echamos un vistazo a las imágenes del street style o buceamos en el feed de Instagram de las expertas en moda, es fácil darse cuenta de que algo está cambiando o, al menos, hay toda una corriente dispuesta a ello.

placeholder Detalle del street style de Copenhague. (Launchmetrics Spotlight)
Detalle del street style de Copenhague. (Launchmetrics Spotlight)

Ese ‘exhibicionismo’ está dejando paso, poco a poco, al llamado lujo silencioso. Esta tendencia es, en sí misma, la antitendencia. Es decir, en ella mandan el minimalismo, las prendas atemporales y la ausencia de emblemas. De tal forma que solo un ojo experto es capaz de saber que esa pieza es de una marca prémium. Lo fundamental, en este caso es la calidad de las piezas, dando especial relevancia tanto a los tejidos y materiales como a las siluetas, que adquieren mucha más relevancia. Además, siguiendo esa esencia purista, a la par que sobria, los colores también huyen de las estridencias y los tonos crudos, nude y tierra, junto con el eterno dúo de blanco y negro, son los absolutos protagonistas.

placeholder Incluso los accesorios huyen de los logos. (Launchmetrics Spotlight)
Incluso los accesorios huyen de los logos. (Launchmetrics Spotlight)

Marcas como Hermès o Max Mara encabezan esta nueva ola desde lo más alto de la pasarela. Pero no son las únicas. Es más, hay marcas que han hecho de este concepto su sello y triunfan precisamente por ello. The Row (la etiqueta de las hermanas Olsen) o la casa italiana Loro Piana son claros ejemplos de ello.

placeholder Uno de los looks que propone The Row, en blanco y negro y con cortes limpios. (Cortesía de The Row)
Uno de los looks que propone The Row, en blanco y negro y con cortes limpios. (Cortesía de The Row)

Esta nueva vertiente llega, incluso, a los accesorios: hasta ahora, el lienzo favorito de los logos. Sin embargo, han nacido una serie de marcas en las que estos son casi imperceptibles. Enseñas como By Far, Boyy o Polène se han convertido en todo un must entre las insiders gracias a sus diseños y saber hacer.

placeholder Lookbook de la marca francesa Polène. (Cortesía de Polène)
Lookbook de la marca francesa Polène. (Cortesía de Polène)

Todas estas premisas cambian radicalmente la mentalidad imperante hasta el momento, convirtiendo a la moda en atemporal: el verdadero lujo, en este caso, reside en tener un fondo de armario eterno, más allá de cualquier nombre o tendencia. Esto, en definitiva, supone echar el freno y bajar radicalmente el ritmo de una industria que juega precisamente con la fugacidad, lo que se traduce irremediablemente en una apuesta por la sostenibilidad.

La logomanía es una tendencia intrínseca a las firmas de lujo. Si te compras una pieza de una determinada marca, parece necesario hacer ostentación de ella. Los emblemas de las etiquetas dan vida a prints –como en la última colección de Valentino, en el que nació el estampado Toile Iconographe y se convirtió, incluso, en maquillaje– y están en constante reinvención: Celine ha dejado de tener su acento, Dior o Saint Laurent ha perdido los nombres de sus fundadores… Todo ello, con el fin de adaptarse a las exigencias del mercado. Es más, son muchos los directores creativos que, según llegan a una firma, lo primero que hacen es cambiar el logo. Algo así ha ocurrido con Daniel Lee, que aterrizó en Burberry el pasado septiembre y una de sus primeras decisiones fue la de recuperar el símbolo mítico de la casa británica.

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