La Californie o la aventura de expandir el imperio de buen gusto de una madre y su hija

Susana Beltrán y Elena Ayuso tienen mucho en común. Además de ser madre e hija, también comparten su pasión por el arte, la arquitectura y el diseño de interiores, lo que las llevó a poner todo su corazón y talento en un estudio de interiores que transpira sofisticación: La Californie. Su showroom es un santuario del diseño en Europa, en el que han reunido una selección de objetos, muebles y arte de todo el continente, creando un espacio único e inspirador.

Su formación internacional se refleja en cada una de sus obras, donde se combinan tendencias contemporáneas con estilos y cánones clásicos de todo el mundo. Este estudio ha sido galardonado con diversos reconocimientos en los últimos quince años, como la inclusión en la lista de las 100 mejores interioristas de Europa de 2021, 2022 y 2023 por las ediciones española, francesa, italiana y alemana de 'Architectural Digest'.

Sus proyectos abarcan desde la rehabilitación de un palacio del siglo XVIII hasta una hacienda en Portugal o una casa familiar en Italia, y cada uno es una historia única, tejida con la personalidad y el estilo ecléctico que caracteriza a La Californie. Si bien, durante la última edición de ARCO, sus nombres acapararon toda la atención gracias al maravilloso espacio que crearon para rendir homenaje a Picasso, recreando su casa-taller en Cannes.

Pero ¿quiénes son estas dos mujeres capaces de generar espacios divinos? Susana Beltrán es licenciada en Derecho, aunque dejó su trabajo de abogada para formarse en arquitectura de interiores y dedicarse a su pasión. Mientras que su hija, Elena Ayuso, fue sobre seguro y estudió Arquitectura y Periodismo, completando su formación con un máster de diseño de moda en Milán.

La Californie es un proyecto familiar que ha surgido de un sinfín de experiencias, estudios y viajes a lo largo de los últimos años. Todo comenzó con la rehabilitación de una casa de principios del siglo XIX en el sur de Francia, destartalada, llena de tesoros y cerámicas como la que trabajaba Picasso en su casa-taller de La Californie, donde no había modas y no existía lo convencional. A partir de ahí, la magia se manifestó.

¿Cómo definiríais vuestra relación antes de empezar a trabajar juntas?

SUSANA. Estábamos predestinadas a este mundo. Hemos aprendido y experimentado juntas. Hemos desarrollado nuestro trabajo a la vez, pese a ser madre e hija y haber una diferencia generacional. Elena estudiaba Arquitectura, al tiempo que yo comenzaba mi formación en diseño de interiores, mi pasión desde niña. Todo esto después de muchos años de trabajo en el mundo de la empresa y el derecho. Todo surgió de una pasión mutua y de una inclinación natural por este mundo. Este cóctel, a veces explosivo, ha sido una buena combinación que nos ha proporcionado una seña de identidad propia y gran reconocimiento profesional.

ELENA. Mi madre me ha inculcado, desde siempre, un poderoso amor por el arte, la arquitectura, la moda y la estética. En nuestra casa se respiraba una sensibilidad que estaba en todas partes. También me inculcó la inquietud por aprender y perfeccionar, desde las cosas más pequeñas, como buscar la vajilla más bonita o preparar una comida difícil y única. Hemos viajado mucho juntas, lo que, sin duda, ha educado mi forma de ver el mundo.

¿Y ahora?

S. La relación sigue siendo la misma, ya que trabajar juntas es el resultado de disfrutar de algo que nos apasiona a ambas. Nos compenetramos muy bien y nos entendemos casi sin tener que hablar. Y aunque las dos tenemos mucho carácter, y a veces nos cuesta llegar al mismo punto, somos el equipo perfecto.

¿Cómo llegó a vosotras el proyecto de ARCO 2023?

S. Nos buscaron para crear libremente un gran espacio, de 250 metros cuadrados con 4,5 metros de altura, para la Fundación ARCO. Tanto la directora de la feria, Maribel López, como la comisaria de la misma, María Millán, nos pidieron que imagináramos el salón de un creador sin olvidarnos del espíritu mediterráneo, protagonista este año de ARCO.

E. El objetivo fue recrear el ambiente de trabajo y de hogar de Picasso, ahora que se cumplen 50 años de su muerte. Por eso quisimos transformar el espacio adjudicado en La Californie, su casa-taller iluminada por el Mediterráneo y que, además, es el nombre de nuestro estudio. Todo encajaba.

S. Entrar en el estudio de un artista es como irrumpir en su alma. Los críticos de arte, los amigos y su familia siempre lo visitaban, rara vez era él quien se movía. Porque el atelier no solo es un lugar de trabajo, es también un mundo privado.

¿Cómo planteasteis este espacio para ARCO?

S. La idea era que el espectador pudiese revivir el espíritu de la casa-taller: una decadente villa mediterránea sobre la bahía de Cannes, con paredes enjabelgadas con cal aplicada con brocha grande, y elementos arquitectónicos propios de una gran casa del siglo XIX. Con escocias y molduras, puertas de época decapadas y una gran chimenea de piedra con caliza provenzal. Hemos recopilado muebles populares, como mesas de drapier o cerámica de Vallauris —localidad en la que se encuentra el horno donde Picasso cocía sus platos y bandejas, y que le tenía tan fascinado—, tejidos, lámparas, alfombras españolas del siglo XVIII, piezas únicas de todas las épocas que conviven con otras icónicas de diseño contemporáneo ya consideradas obras de arte.

E. Este espacio es una oda a las raíces de Picasso y, por supuesto, a su eterno legado. Es una burbuja atemporal en la que hemos querido recrear cómo era su vida y su trabajo.

S. El mobiliario incluye desde piezas del siglo XVIII a muebles icónicos del siglo XX, aunque también ha habido hueco para albergar matices más contemporáneos, como la colosal obra del artista conceptual francés Daniel Buren, una composición sobre cristal que evoca las rayas marineras que tanto gustaban al malagueño.

La sostenibilidad es otro de vuestros sellos de identidad, ¿cómo la aplicáis en los proyectos que lleváis a cabo?

S. Creemos que lo importante para la sostenibilidad de un proyecto es, entre otras características, su durabilidad. Apostamos por el reciclaje con muebles antiguos, tapices, alfombras, etcétera. Y ponemos en valor piezas únicas que en muchas ocasiones son la idea generadora del resto del proyecto. Intentamos crear interiores atemporales con materiales naturales y de proximidad. Pinturas ecológicas, cal, estuco, pigmentos naturales o maderas sin tratamientos tóxicos.

¿Alguna obsesión en cuanto a colores, materiales o estilos?

S. A mí me encantan los estucos, la paja, los azulejos, la cerámica, la madera antigua de distinta procedencia, las lacas chinas, los biombos, los entelados, las bóvedas y las piezas arqueológicas. Me fascinan las cabañas de paja y adobe, las celosías de barro, los palacios italianos, los menorquines y las casas mediterráneas blancas y desnudas.

E. No tenemos como tal unos materiales o colores fetiche, sino que vamos cambiando según el proyecto, siendo siempre coherentes con el lugar, la arquitectura y el espacio. Ahora, por ejemplo, estamos trabajando en una gran casa en Italia con frescos en los techos abovedados, carpinterías imponentes y una arquitectura de ensueño, y nuestra misión es conservar, pero también darle un toque de modernidad a la vida de los nuevos propietarios.

¿Dónde encontráis inspiración?

E. Siempre estamos alerta de forma natural, es un ejercicio que nos divierte. Somos muy curiosas y nos movemos mucho. Por otro lado, cuando tenemos un proyecto concreto entre manos, buscamos la inspiración en la propia localización, en la ruina, el edificio o el arte popular local. El simple dibujo de una baldosa puede proporcionarnos una gran idea.

S. Nos inspiramos también en los grandes genios de la arquitectura de todas las épocas, el diseño y el interiorismo contemporáneo, como Andrée Putman, Gio Ponti, Carlo Scarpa o Yves Saint Laurent.

¿Un sueño pendiente al que darle forma?

S. Siempre hacemos proyectos residenciales, y nos encanta, pero tenemos un sueño familiar: montar nuestro propio hotel cerca del mar, en una isla mediterránea. Sería único, distinto, con una gran cocina y un concepto de casa de invitados que siempre recordarás como el sitio al que debes volver. Sobre todo, muy conectado con el mar.

E. Vimos una finca rústica en Mallorca que nos encanta y, curiosamente, se llama Son Beltrán. Algo querrá decir. (Risas).