Lorenzo Castillo, el interiorista ilustrado que aboga por la democratización deco
Juega en la primera división internacional y apuesta por que todo el mundo tenga una casa preciosa, para lo que es necesario —asegura— usar más la imaginación e ir menos a esas megasuperficies como la que ahora tienes en la cabeza
Lorenzo Castillo es uno de nuestros emblemas nacionales. El decorador favorito de la aristocracia y la ‘jet set’ europea es todo un referente si hablamos de arte, de antigüedades y de gusto por lo clásico. Posee un ojo invaluable para materializar los sueños de sus exclusivos clientes (no en vano ha trabajado para reyes como los de Jordania), y no tiene reparos al afirmar que su vasta formación le hace diferenciarse del resto de sus colegas.
Es inquieto, trabajador incansable y perfeccionista. Solo así se puede llegar a lo más alto, especialmente si desde pequeño cuentas con una vocación prístina. Castillo nos habla de sus proyectos, de su proceso de creación, de lo que le inspira y de cómo ve el futuro de su profesión.
¿Cómo recuerdas tu infancia?
Mi infancia fue muy tranquila y muy feliz. Nací en una familia numerosa y clásica. Mi padre era médico, al igual que lo fue mi abuelo. Vivíamos en la Castellana, en una casa muy de la época, de los años 50. Fui al Colegio Estudio y a la Universidad Complutense, donde estudié Historia del Arte. También viajaba para aprender idiomas siempre que podía. La típica familia de la clase media española.
Tuve la suerte de tener unos padres muy liberales que me permitieron hacer siempre lo que quise, estudiar lo que de verdad me gustaba. Sabían que me encantaba el arte y me sugirieron que me dedicara al diseño de interiores y a las antigüedades. Me tiré muchísimos años estudiando y a ellos les pareció bien.
¿Cómo descubriste tu pasión por la belleza?
Te diría que está conmigo desde qué nací. No siempre tuve claro qué es lo que quería hacer, si era diseño de interiores u otra cosa, pero estaba seguro de que sería algo relacionado con el mundo del arte. Con 4 años tuve mi primer libro de arte, un regalo de mi madrina, Borita Casas, la autora de ‘Antoñita la Fantástica’, y desde entonces lo supe.
Había vivido en un ambiente muy artístico y con mucho gusto por la decoración. La casa de mi abuela en Conde de Aranda era emblemática, muy moderna para su época. Le encantaban las telas, las antigüedades, y yo disfrutaba yendo con ella al Rastro. Luego estaba mi abuelo Lorenzo, que era médico y coleccionista de arte. Compraba pintura, muebles antiguos españoles, y tenía un gusto muy distinto al de la otra parte de la familia.
Siempre ha habido mucho interés por todo ese mundo. Mi abuelo tocaba maravillosamente la guitarra, es de la época de Regino Sainz de la Maza y los grandes concertistas del momento, así que en su casa se hacían tertulias con pintores, músicos, etcétera; es decir, aunque era una familia de médicos, el arte y la creatividad siempre estuvieron muy presentes y todo eso lo mamé desde pequeño.
¿Dónde encuentras inspiración?
En cualquier sitio. Soy muy curioso y me inspira moverme, viajar y la propia vida tan inquieta que llevo. Gracias a ella tengo proyectos por todo el mundo, desde Hong Kong a Singapur o República Dominicana y Nueva York. Me ayuda mucho pasear por las calles, contemplar la arquitectura, una fachada, el diseño de una tela o un papel pintado. También está el cine, especialmente el clásico, que es una de mis máximas fuentes de inspiración.
Cada proyecto es diferente, por lo que las fuentes de inspiración son muy distintas, según la localización, la época del edificio... La inspiración siempre está, por eso es tan importante la formación que he tenido en Historia del Arte y el mundo de las antigüedades; es lo que me diferencia de mis colegas, del resto de decoradores.
Háblanos de algunos de tus rincones favoritos.
Tengo una casa muy grande donde los espacios están muy diferenciados. Por un lado, están lo que llamaríamos los ‘state rooms’, la parte pública, donde se recibe y se entretiene, como podrían ser la biblioteca, el comedor y los salones; y por otro, una zona más íntima y privada. Ahí tengo mi saloncito, mi cuarto de baño, el vestidor, la habitación donde duermo; es mi parte preferida.
El área pública es muy bonita, apabullante y cómoda, sobre todo, porque no concibo las casas-museo, aquellas que son solo para ser vistas. Me gustan las casas para vivir, por lo que todos los salones de mi casa son muy vivibles y apetecibles. Sin embargo, ese espacio mío, donde solamente entro yo, mi pareja y mi perra Tana, es una especie de santuario. Es algo que me remite al vientre materno.
¿Cuáles son los materiales que más te gusta utilizar?
Siempre he sido un apasionado de los materiales nobles, aquellos que da la naturaleza. No me gustan los materiales sintéticos, huyo de ellos. Yo soy madera, soy piedra, soy mármol, soy acero, soy latón, bronce, hierro, materiales que cogen pátina con el tiempo, materiales que se deterioran.
No concibo esa encimera de cocina que te puede durar 50 años sin un rayado. A mí me encanta que la encimera de mármol y una cocina se puedan rayar y manchar; por eso las antigüedades romanas no se pueden falsificar, porque la pátina del tiempo de una pieza de dos mil años es imposible de falsificar. No hay nada más bonito que un suelo de madera.
La definición de pátina es la mezcla de cera y suciedad —wax & dirty, que dirían los ingleses—, lo que se va metiendo dentro de las vetas de la madera, creando esa pátina preciosa que una madera nueva nunca va a tener. Tener un suelo antiguo es maravilloso.
¿Algún objeto fetiche?
No tengo, aunque sí que me gusta mucho la pintura, especialmente la española. Soy un enamorado de España: los muebles, la pintura y la historia de nuestro país, porque me parece que es única. Lo leía el otro día en el 'Financial Times', cuando hablaban de que España había sido ese puente entre América y el norte de África y Europa. Esa localización geográfica que tenemos hace que nuestro país sea único, tanto histórica como artísticamente. Somos un crisol de culturas que nos permite ser tan diferentes del resto de Europa.
¿Cómo definirías tu estilo?
Diría que soy un estilo clásico, revisitado, readaptado, refrescado y modernizado. Lo que hago es revisitar y restablecer unos códigos y unos lenguajes clásicos, creados en Grecia y Roma, adaptándolos a mi propio estilo.
¿Tiene algo en común con tu personalidad?
Tengo una personalidad muy creativa, trabajadora y activa. Quizás demasiado. No concibo los espacios ni los tiempos muertos, lo cual se refleja en mi trabajo, en la dedicación y en el cuidado que pongo en los detalles. Todo esto se ve en el producto final.
Mi firma tiene un carácter muy especial que la hace única. Cada pieza se elabora a medida para cada proyecto, y trabajamos con los mejores artesanos, tapiceros, carpinteros, pintores, empapeladores... Llevamos 25 años colaborando con el mismo equipo. Aquí se ve esa actitud mía, ese carácter tan inquieto, tan activo, tan curioso por todo, también por las novedades, no solamente por el pasado.
¿Cómo es tu proceso creativo?
Mi proceso creativo empieza siempre con un conocimiento muy íntimo del cliente. Es como si Balenciaga crease un traje a medida, lo primero que hace es tomar las medidas del cliente. En este caso, el traje es su casa, por lo tanto, debes hacerla a la medida de su modo de vida, de sus gustos, de cómo le gusta vivir, de si le gusta cocinar o no, de cuántos hijos tiene, qué colores le gustan… y hay que ser muy respetuoso con esto.
Yo empiezo haciendo muchas entrevistas y visitas. Me gusta tener almuerzos para conocernos, porque normalmente te llama gente que no conoces de nada, de distintas partes del mundo, de otras culturas. No es lo mismo trabajar para un príncipe de Arabia Saudí o para la reina de Jordania que para un hombre de negocios de Nueva York, de República Dominicana o de Brasil.
Eres muy prolífico y has trabajado para grandes personalidades y firmas. ¿Hay alguien a quien te gustaría diseñarle su casa?
Efectivamente, he trabajado para las más grandes familias españolas. Nunca digo los nombres de los clientes, pero hay banqueros, hombres de negocios y aristocracia. Si pienso en alguien especial con quien me gustaría trabajar, yo soy muy monárquico, adoro a nuestros Reyes, y sería feliz pudiendo estar al servicio de la familia real para cualquier cosa que me pidiera.
Alguna anécdota que te haya marcado a lo largo de tu carrera profesional...
Más que una anécdota, hay un hito en mi carrera, hace 14 años, cuando se publicó en Estados Unidos mi casa de Madrid. Gracias a esto, entramos en la lista de los 100 mejores decoradores del mundo, y en ese momento éramos los únicos españoles, lo cual marcó un punto de inflexión. Supuso la entrada en el mercado internacional. Dejé de ser un decorador local para convertirme en un decorador de nombre internacional.
¿Cómo ves el futuro del diseño de interiores?
El diseño de interiores lo veo cada vez mejor. En España, en los últimos años, ha habido un boom, una democratización, algo que me encanta. Ya no solamente las clases más altas son las que pueden acceder a la decoración. Mucha gente me llama y me dice: “Lorenzo, me gusta mucho tu trabajo, pero me parece que eres muy caro”. ¡No, para nada! No somos nada caros, nos adaptamos a cada proyecto, a cada situación y a cada posibilidad del cliente. No quiero que se nos identifique con los proyectos más lujosos que hemos hecho. Me da mucho miedo que la sofisticación de mi trabajo se interprete como algo inalcanzable.
A mí me encanta trabajar para todo tipo de gente. Me gustan los retos en los que, con poco presupuesto, puedes hacer desde un pequeño hotel en Menorca hasta una casa de un matrimonio en Tenerife. No es una cuestión económica, es una cuestión de imaginación, y en el futuro esto va a ser muy importante.
No creo en convertir la decoración en algo en cadena, porque eso va en contra de nuestro trabajo. Cuando hablo de democratizar, me refiero a usar más la cabeza y menos las grandes superficies, utilizar un poquito más de tiempo y más cariño hacia las casas. Cada vez hay más interés por el lugar donde vives, al fin y al cabo es donde pasas el noventa por ciento de tu tiempo.
¿Cuáles son tus siguientes proyectos?
Estamos con grandes proyectos, como la apertura del Hotel Son Net de Mallorca. Un palacio del siglo XVII en pleno centro, que abrirá en primavera después de cinco años trabajando en él, y que será uno de los mejores de Europa. A nivel internacional tenemos varias embajadas, residencias por todo el mundo, desde República Dominicana, Santo Domingo, Punta Cana, París o Bruselas; y más hoteles en Menorca, Mallorca y Sevilla, por ejemplo.
Otro de nuestros grandes retos es continuar con las colecciones de telas. Precisamente ahora se cumplen diez años de mi primera colaboración con Gastón y Daniela, aunque ya tenemos nuestra propia marca: Lorenzo Castillo. Las fábricas están en Italia y cumplimos unos niveles altísimos de calidad. Cada año debemos superarnos y con cada nueva colección crear una expectación enorme. Eso es lo mejor.
Lorenzo Castillo es uno de nuestros emblemas nacionales. El decorador favorito de la aristocracia y la ‘jet set’ europea es todo un referente si hablamos de arte, de antigüedades y de gusto por lo clásico. Posee un ojo invaluable para materializar los sueños de sus exclusivos clientes (no en vano ha trabajado para reyes como los de Jordania), y no tiene reparos al afirmar que su vasta formación le hace diferenciarse del resto de sus colegas.
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