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He ido e iré siempre al Orgullo
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ESPECIAL LGTBI: Tribuna de opinión

He ido e iré siempre al Orgullo

Pablo Sarrión, miembro de Ciudadanos

Foto:  Pablo Sarrión.
Pablo Sarrión.

Tenía 22 años cuando fui a primer Orgullo. Fue en Montreal. Por aquel entonces a mis padres todavía no les había dicho que era gay. Hicimos un Skype antes de salir de casa y no tuve más remedio que mentirles. Les dije que iba a salir con unos amigos a tomar unas cervezas. Todavía recuerdo su cara de sorpresa al decirles que ya había conocido a gente. Habían pasado apenas 24 horas desde que había aterrizado en aquella ciudad.

La realidad es que fui solo. Y volvería a hacerlo. No estuve detrás de ninguna pancarta. Tampoco fui subido en ninguna carroza. No hacía falta. Solo con ver desde aquella esquina a tantas familias reivindicar al unísono la libertad y la igualdad, ya había merecido la pena ir. Recuerdo que solo se escuchaban proclamas a favor del amor, de la diversidad o de los diferentes modelos de familia. Los insultos o descalificaciones al que pensaba distinto no existían. Ese día los canadienses iban de la mano para celebrar lo conquistado y reivindicar los derechos que todavía les quedaban por conquistar.

Al año siguiente fui al Orgullo de Santiago de Chile. Esta vez no fui solo. Me acompañaron dos amigos españoles que también vivían allí. Esa jornada fue muy diferente a la del año anterior en Montreal. Ya me habían avisado. No podía sacar la bandera del arcoíris hasta que no llegase al punto de encuentro situado en Plaza Italia. Podían increparme e incluso agredirme en el metro. No salía de mi asombro. Era el año 2013 y en Chile había gobernado el Partido Socialista apenas tres años antes. En la marcha me enteré que la propia Michelle Bachelet durante su primera campaña electoral dijo abiertamente que estaba en contra del matrimonio igualitario. Durante el trascurso de la manifestación escuché muchos insultos. Eran los propios viandantes los que nos gritaban “maricones” o “fletos”.

Ese día constaté lo afortunado que era. Tanto en España como en Canadá podía ir al Orgullo con total libertad porque nadie me iba a increpar. Y lo más importante: en ambos países podía formar una familia. En el caso de Canadá, además, tenía derecho a recurrir a la gestación subrogada. Hasta ese momento, no me había percatado de lo importante que es reivindicar también nuestros derechos más allá de nuestras propias fronteras. A día de hoy, y gracias al segundo mandato de una Michelle Bachelet más progresista, Chile ya ha regularizado las uniones civiles entre personas del mismo sexo y el matrimonio igualitario está debatiéndose en el Senado.

En el Orgullo de Madrid

El 6 de julio volveré a ir al Orgullo. Esta vez será en mi país. Será mi tercer Orgullo en Madrid. Ese día ya no tendré que mentir a mis padres. Todo lo contrario. Les invitaré a venir. Defenderé, junto a otros muchos compañeros de Ciudadanos, los mismos derechos y libertades civiles que he reivindicado siempre. Allí donde se defienda la libertad, la igualdad y los derechos LGTBI, estaré. No importa si esa defensa es desde una carroza, detrás de una pancarta o como mero asistente. Lo importante es que unamos todos nuestras voces para que el Orgullo no pierda su verdadera esencia. Si eso no ocurriera el próximo 6 de julio, sería un fracaso de todos.

Mis preferencias políticas no deberían importar ese día. La manifestación debería ser transversal e inclusiva. Las conquistas sociales en nuestro país no se han conseguido desde la división. Se han conseguido sumando al mayor número de ciudadanos en torno a nuestra causa. Solo así tendremos la fuerza suficiente para reclamar una sociedad más igualitaria y más libre. No permitamos que los mismos que nos quieren mandar a la Casa de Campo logren dividirnos. Demostrémosles que somos muchos más los que defendemos la libertad y la igualdad. Ellos son minoría. Solo hace falta constatarlo. Y el 6 de julio es una oportunidad única para demostrarlo.

Tenía 22 años cuando fui a primer Orgullo. Fue en Montreal. Por aquel entonces a mis padres todavía no les había dicho que era gay. Hicimos un Skype antes de salir de casa y no tuve más remedio que mentirles. Les dije que iba a salir con unos amigos a tomar unas cervezas. Todavía recuerdo su cara de sorpresa al decirles que ya había conocido a gente. Habían pasado apenas 24 horas desde que había aterrizado en aquella ciudad.

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