Estos son los lugares de Galicia en los que se ha rodado 'Animal', la serie número 1 de Netflix: naturaleza pura, historia y un profundo sentimentalismo

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La serie Animal, protagonizada por Luis Zahera y producida por Alea Media, ha situado de nuevo a Galicia en el mapa audiovisual. Rodada por completo en la provincia de A Coruña, cada lugar elegido habla del carácter de la tierra, de su ritmo pausado y de la conexión entre las personas y el entorno.

El equipo de rodaje se instaló en Touro, donde el Pazo Dioño se transformó en el hogar del protagonista. Su arquitectura tradicional, rodeada de muros de piedra y campos verdes, encarna la esencia del interior gallego. En Arzúa, dentro de la Finca Donicio, se rodaron algunas de las escenas más reconocibles de la serie. Este espacio, vinculado históricamente a la actividad ganadera, aporta autenticidad y textura a la vida rural que Animal retrata.

Otro punto destacado es Pontemaceira, una pequeña aldea de origen medieval situada entre los municipios de Ames y Negreira, a medio camino entre A Coruña y Santiago. Considerada uno de los pueblos más pintorescos de Galicia, conserva un puente de piedra del siglo XV que cruza el río Tambre y que, durante siglos, fue paso de peregrinos hacia Compostela. Sus casas de granito, molinos restaurados y pequeñas huertas crean un paisaje que parece estar detenido en el tiempo.

Los municipios de Vedra y Teo, situados al sur de Santiago, representan la Galicia agrícola en su expresión más genuina. Ambos están atravesados por el río Ulla, que riega un territorio de valles fértiles y aldeas dispersas. Vedra destaca por sus viñedos del vino blanco Ulla, por los pazos señoriales que aún salpican el paisaje y por sus carreteras flanqueadas de castaños y robles.

En Cecebre, parroquia del municipio de Cambre, el equipo encontró uno de los escenarios más evocadores. Este enclave es célebre por haber inspirado El bosque animado de Wenceslao Fernández Flórez, obra que ya había convertido sus robledales, caminos húmedos y fuentes escondidas en símbolo del paisaje gallego interior. Su reservorio natural y su bosque autóctono, donde el musgo cubre la piedra y el sonido del agua acompaña cada paso, aportan a la serie una atmósfera casi poética.

El recorrido visual se completa en Santiago de Compostela, punto de encuentro entre lo rural y lo urbano. Algunas secuencias transcurren en sus calles empedradas, plazas pequeñas y soportales, donde la lluvia fina y la piedra húmeda imprimen una textura inconfundible. La capital gallega, además de ser la ciudad natal de Luis Zahera, aporta una dimensión simbólica: es el lugar donde la historia regresa al origen, cerrando el círculo del viaje.