Blanca del Rey, del Corral de la Morería: "La humildad es el abono de todas las virtudes"
Tras décadas compartiendo la excelencia en su Corral de la Morería, la bailaora cordobesa Blanca del Rey nos lleva de viaje a su mundo interior. En él conviven estoicos y místicos, anécdotas increíbles y una vida digna de reverencia
Como bailaora lo hizo todo menos las Américas. Tras décadas compartiendo la excelencia en su casa —el Corral de la Morería—, la bailaora cordobesa Blanca del Rey nos lleva de viaje a su mundo interior.
Una temblorosa niña de 14 años sube las escaleras del camerino, mientras Rock Hudson clava su mirada en ella. El actor le quita la flor que estratégicamente había dejado suelta para que cayera durante el baile (un golpe de efecto que nunca falla en el tablao).
No es el argumento de una película clásica de aquellas que protagonizaban en blanco y negro las bailaoras españolas en Hollywood. Es la vida real. Transcurren los años 60 y hablamos del debut en el Corral de la Morería de Blanca Ávila Molina, Blanca del Rey.
Una artista 'silvestre', flexible como el bambú
Propietaria y directora artística del mejor tablao del mundo, distinción otorgada por el Festival Internacional del Cante de las Minas, Blanca podría presumir —aunque no lo hace, ya que es profundamente respetuosa y prudente— de haberse codeado con la crème de la crème internacional. De los más afamados actores y directores a músicos legendarios, laureados escritores, premios Nobel, presidentes, príncipes… Los auténticos protagonistas de la crónica social internacional han desfilado (muchos de ellos hasta altas horas de la madrugada) por su casa.
Su soleá del mantón creó escuela, su talento 'silvestre' —como le gusta definirlo— recorrió el mundo, y su boda a los 19 años con el dueño del Corral, Manuel del Rey, le dio más de un quebradero de cabeza a su madre. Como en una coreografía, Blanca ha sabido templar cuando el compás lo requería, hipotecarse y vender hasta que pasara la tormenta, y “ser flexible como el bambú” mientras mantenía sus raíces a salvo y los pies en la tierra.
Cultivada y curiosa, la artista ha vivido “sobre una balsa de aceite”, y también “cruzado el océano con todas sus tormentas”. Durante la travesía, ha conseguido la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes (2016) como colofón a muchos reconocimientos artísticos.
Hablar con Blanca es un privilegio. Por la calma que regala, por la escucha que practica y porque cada respuesta encierra la sabiduría de unas vivencias al alcance de pocos. Con todos ustedes, el alma del Corral de la Morería: Blanca del Rey.
Existe un estereotipo que asocia flamenco con falta de cultura. ¿Lo desmontamos?
Hay gente que tiene dos carreras y es muy inculta. El abono de todas las virtudes es la humildad. Y, no, los flamencos no son ignorantes, hay gente sabia.
"Los flamencos no son ignorantes, hay gente sabia", Blanca del Rey
¿Cómo se mantiene un tablao con la solera del Corral —fundado en 1956— en lo alto de un podio en el que, además, brillan una estrella Michelin y tres soles Repsol?
Ha sido como cruzar el océano con todas sus tormentas. Nos sacudió en los 90 la Guerra del Golfo. Hubo un mes en el que no entró ni una sola persona. Habíamos vivido Manuel y yo en una balsa de aceite, y tuvimos que hipotecar la casa y vender nuestras cosas. Tuvimos que adaptarnos.
Hablando de Manuel, tu marido, fallecido en 2006. ¿Cómo os conocisteis?
Cuando nos casamos yo tenía 19 años. Había debutado con 12 en El Zoco de Córdoba, y Manuel había mandado a su mano derecha a verme allí. Yo era pequeña y aquello quedó en el limbo.
Pero viniste a Madrid con 14 años a bailar a la Cava Baja.
Mi madre y yo vinimos, con muchísimo miedo y poquísimo dinero. Me contrataron en las Cuevas de Nemesio.
Y enseguida fuiste a parar al Corral.
Apenas llevaba 10 días en las Cuevas cuando Manuel se enteró y mandó a un guitarrista a hablar con mi madre. “Don Manuel quiere verla”. Mi sueño cogía forma. Debuté una semana después.
¿Un día glorioso?
Yo iba temblando, subiendo las escaleras de los camerinos, y me encuentro en la barra a Rock Hudson mirándome fijamente. Se acercó a mí y me quitó la flor que llevaba medio suelta en el pelo. Me quedé paralizada. Esa noche bailé fatal.
Hablamos de 1960 y de una niña. ¿No te pusieron trabas para actuar?
Tuvo que firmar permisos media España. Solo se me permitía bailar hasta las 12 de la noche.
Vamos, como la Cenicienta.
Sí, venían cada noche a supervisar con qué ropa bailaba.
Entonces, las artistas que destacaban hacían las Américas. Tú te desmarcaste.
Hollywood estaba entonces a las afueras de Madrid. Te proponían hacer cine y la gloria. El director y amigo de Manuel, Tito Fernández, y Berlanga le dijeron a mi madre que no escuchara los cantos de sirena, que las cosas allí eran duras.
¿Es Blanca del Rey una mujer valiente?
No lo sé, he llegado hasta aquí. He sabido ser flexible como el bambú, pero arraigada firmemente en la tierra.
Orgullosa de…
De mis dos hijos, Armando y Juan Manuel, sin duda.
¿En qué punto se encuentra el flamenco? ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?
En un punto maravilloso. Yo no he visto jamás decadencia. Cada época ha tenido su encanto. En todas las artes existe un Velázquez, pero también un Picasso.
¿Dónde se detecta el talento?
Al que es artista de verdad, en cualquier sitio. Al que no lo es, en el tablao se le ve el plumero. La verdad está en las distancias cortas, donde se escucha tu respiración.
¿Es un arte apto para todos los públicos?
El flamenco no tiene edad. Un día en el Corral, una niña subió al escenario a abrazarme emocionada. Los niños captan la verdad, y en su mirada encuentras todo.
Un consejo para esos artistas en ciernes.
Que no bajen la guardia. Decía el maestro del violín Yehudi Menuhin: “Si un día no cojo el violín, me entero yo; el segundo día mis músicos, y al tercer día el público”. El arte te puede dejar a ti, pero no tú a él.
"El arte te puede dejar a ti, pero no tú a él", Blanca del Rey
¿Y qué pasa cuando eres autodidacta?
Yo soy silvestre. A mí no me enseñó nadie. Cuando no tienes acceso a una escuela, profundizas más.
Todos los flamencos tienen 'su' palo. ¿Cuál es el tuyo?
Mi soleá del mantón fue especial, pero amo la seguiriya de mis silencios. He bailado al silencio cuando nadie lo hacía. Con 37 años casi me quedo coja. Me iba al estudio, ponía la seguiriya primitiva de Mairena y cuando terminaba el cante seguía moviéndome sin parar de llorar.
El Corral es una plaza difícil.
Hay artistas que temen venir, porque como no te vacíes… El desnudo más difícil es el de las emociones. Y esas no se interpretan, tienes que haberlas vivido.
¿Sabemos apreciar el flamenco?
No. Es único en el mundo, pero tenemos demasiados complejos. Cuando desconoces tu cultura vas a la deriva. Del flamenco bebe Lorca, de él nació la música clásica española… ¡Y tantas cosas bellas!
¿Cuál será el futuro del Corral?
No lo sé. Solo le pido a Dios que sigamos como estamos.
¿Crees en Dios?
Dios es universal. Una flor. La mirada de un perro. La bondad.
¿Cuál es la explicación a que haya artistas técnicamente perfectos que no emocionan?
La técnica sirve para no tener carencias expresivas. Si tú no vives, no sientes; la técnica se queda en el ojo del que te ve, pero no traspasa el alma. Las artes son un lenguaje superior. Vayas donde vayas te entienden.
¿Hablamos de narcisismo?
El arte va de compartir. Si no, se torna en narcisismo, y en juguetes rotos. El arte es entrega, generosidad, un viaje hacia dentro.
Lees a los estoicos y a los místicos. ¿Por qué?
Vivimos en una sociedad extraña. Antes había carencias, pero nunca faltaba el calor humano. San Francisco de Asís y este diálogo con un alumno lo resumen todo: — “Maestro, se ríen de usted porque se queda desnudo por darles su ropa a otros. Y no se enfada”. — “No puedo evitar que los pájaros revoloteen sobre mi cabeza, pero sí que aniden en ella”.
Como bailaora lo hizo todo menos las Américas. Tras décadas compartiendo la excelencia en su casa —el Corral de la Morería—, la bailaora cordobesa Blanca del Rey nos lleva de viaje a su mundo interior.
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