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Santander, refugio de aristócratas gracias a Alfonso XIII
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Santander, refugio de aristócratas gracias a Alfonso XIII

La Familia Real española veraneó durante 18 años en una ciudad que engancha a quien la visita. Sus agradables temperaturas, su gastronomía y sus playas son un reclamo

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Hubo un tiempo en el que el verano de los Reyes no era en Palma de Mallorca. La Familia Real española huía de los calores que azotaban al país en el estío para refugiarse en las noches con chaqueta del Cantábrico. Hubo unos años, en concreto 18, en los que los Borbones veraneaban en Santander y convirtieron a esa ilustre ciudad del norte en reclamo para la aristocracia española, que aún hoy elige el norte para veranear.

Alfonso XIII ponía rumbo a Cantabria con toda su familia en cuanto comenzaba la época estival. El balneario del Sardinero y los baños de ola eran un gran reclamo. Así dejan constancia muchas canciones que insisten en que “un paseo por el Sardinero, no hay igual en el mundo entero” o que “Santander es la novia del mar”. Sentencias que aún hoy se siguen cumpliendo, siglos después de que el escritor Benito Pérez Galdós se paseara por sus calles evocando a Emilia Pardo Bazán.

En Santander existe la figura del STV, siglas que responden a 'Santander de Toda la Vida'. Y hay ciertas costumbres que hay que mantener para formar parte de esas tradiciones de los turistas que cada año visitan la ciudad y que se consideran cántabros.

En la playa

En el norte no hay clubes de playa como Nikki Beach o lugares para ser visto y consumir champán. Los veraneantes de toda la vida alquilan un toldo en la Primera Playa del Sardinero, donde las familias se congregan bajo sus cuatro metros cuadrados de sombra. Sí, en Santander también sale el sol, y si sopla nordeste, quema.

Primera y Segunda de El Sardinero. La familia Pascual Gómez-Cuétara, dueños del grupo Leche Pascual, es una asidua a los toldos, que desde hace décadas ocupan para pasar jornadas playeras. Tener un toldo toda la temporada estival cuesta 300 euros. Si lo quiere un día suelto, deberá abonar siete euros, y si además le apetece descansar en una tumbona, pagará cuatro más.

Cuando la marea está baja, hay que pasear por la orilla que une la primera con la segunda. En esa caminata hay que tener los ojos bien abiertos. Durante 1.350 metros de orilla puede cruzarse con Carmen Martínez-Bordiú, una asidua a Cantabria desde que conociera al que fue su tercer marido, José Campos, y, en alguna ocasión excepcional, a la princesa de Panagiuristhe, Carla Royo-Villanova. Si el mar lo permite, se puede practicar paddle board, deporte que María de Villota perfeccionó con maestría el último verano que pasó en Santander antes de fallecer.

Dónde vivir o alojarse

Una casa en Reina Victoria. Si puede permitírselo y quiere invertir en la tierruca, no dude en buscar casa en la avenida de la Reina Victoria. Esa calle, que se recorre siempre pegado al mar, aglutina a un importante número de residencias de familias cántabras de renombre. Ilustres como los Botín, cuya casa madre está a nombre de su fundación y es un espectacular palacio de piedra, tienen más de tres residencias en la misma calle. Todas ellas palacetes.

Hotel Real. Si lo que prefiere es pasar unos días de vacaciones sin comprar, el hotel Real es su sitio. Inaugurado en 1917, fue el lugar de acomodo de los invitados de Alfonso XIII durante tres lustros. Disfrutar de una copa de vino en su terraza es un placer inspirador. De hecho, fue allí donde Jorge Sepúlveda compuso “mirando al mar soñé que estabas junto a mí”. Recientemente, los invitados a la boda de Tatiana Shin Botín se han alojado ahí.

Gran Hotel Sardinero. Otra opción con historia, y esta vez con cuatro estrellas, es el Gran Hotel Sardinero. Ideado por el marqués de Casa Pombo, se edificó en el año 1980 y se reconstruyó por completo hace dos. Todos los veranos, a mediados de julio, los baños de ola recrean la belle èpoque que se vivió con el auge del hotel y el balneario del Sardinero.

Dónde comer

En Santander hay que ir en busca del mejor pastel de cabracho y, aunque se lo disputan muchos restaurantes, probablemente el de Casa Silvio sea de los mejores. Ahí y en el de al lado, El Marucho, se pueda comer uno de los mejores mariscos de la capital cántabra con una relación calidad-precio excelente. Y la posibilidad de encontrarse a alguna cara conocida, como Jaime Cantizano, es alta.

En pleno Puerto Chico, La Bombi es uno de los mejores restaurantes de Santander, donde para Carlos Herrera cuando visita la ciudad. Si no quiere gastar tanto, en la barra sirven raciones con las que degustar parte de su carta. Eso sí, vaya antes de las 21:30 o pasadas las 23:00 si quiere encontrar sitio.

Un poco más abajo está El Bar del Puerto, uno de los sitios preferidos de Carmen Martínez-Bordiú y de los mejores de la zona. Aparte de su pescado fresco, se recomienda probar sus gambas gabardina, a 22 euros la ración, pero excelentes.

Tiempo libre

El verano en Santander da para mucho, pero si uno quiere integrarse con los locales, debe aprender a jugar a las palas cántabras -en la primera del Sardinero están los mejores jugadores- o perfeccionar el swing del golf. Porque todo santanderino sabe practicar este deporte. Alentados por la reina Victoria Eugenia se construyó el campo de golf de Pedreña -que no pertenece a Santander pero que está cerca- y su césped lo pisó muchas veces Severiano Ballesteros. En la capital cántabra hay que jugar en Mataleñas, donde las vistas son inigualables.

Si tienen la suerte de tener un amigo socio de la Sociedad de Tenis de la Magdalena, más conocido como 'el Tenis', no se pierdan la experiencia de estar un rato en su interior. Su restaurante es uno de los mejores de la capital y sus instalaciones de tenis y hockey son magníficas. Si quiere ser socio necesita unos cuantos miles de euros y la carta de presentación de algún socio actual.

Si quiere salir a tomar una copa, lo ideal es acercarse hasta la plaza de Cañadío, donde podrá elegir entre cinco bares diferentes para tomarse algo. La plaza se llena de jóvenes que se colocan en el centro. Los adultos aprovechan las terrazas de los bares para consumir sus bebidas.

Hubo un tiempo en el que el verano de los Reyes no era en Palma de Mallorca. La Familia Real española huía de los calores que azotaban al país en el estío para refugiarse en las noches con chaqueta del Cantábrico. Hubo unos años, en concreto 18, en los que los Borbones veraneaban en Santander y convirtieron a esa ilustre ciudad del norte en reclamo para la aristocracia española, que aún hoy elige el norte para veranear.

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