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Traiciones y líos de faldas: así es la familia que se esconde tras Volkswagen
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Los piëch y los porsche se pelean por la empresa

Traiciones y líos de faldas: así es la familia que se esconde tras Volkswagen

El escándalo de la manipulación de sus coches ha desenterrado el hacha de guerra entre dos bandos de la misma familia: Piëch y Porsche, que se pelean por el poder desde la fundación de la marca

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El enfrentamiento entre los Piëch y los Porsche, las dos familias que gobiernan el grupo automovilístico Volkswagen, viene de lejos. Ahora, el escándalo por el trucaje de motores de la firma alemana ha recrudecido la batalla por el poder en la compañía automovilística y ha desenterrado el hacha de guerra entre primos (son dos ramas de la misma familia), que ya en 1971, durante una junta de dirección previa a la cena navideña, terminaron a puñetazos. A lo largo de los años, la guerra sucia entre sus miembros –infidelidades incluidas– ha dejado situaciones de lo más vergonzosas y la idea persistente en los alemanes de que ni unos ni otros tienen escrúpulos.

La dimisión del actual presidente del grupo Volkswagen, Martin Winterkorn, ha sido el último giro de los acontecimientos en esta telenovelesca historia. Winterkorn, salpicado de lleno por la crisis de su empresa, fue el sustituto de Ferdinand Piëch, nieto de Ferdinand Porsche, primer dirigente de la compañía.

Porsche fue el artífice del famoso modelo escarabajo, el coche que Hitler describió como “coche del pueblo”. Fue precisamente el dictador alemán quien puso a Porsche al frente de Volkswagen, aunque al comenzar la II Guerra Mundial fue llamado a formar parte del Consejo de Armamento. Ferdinand Porsche se encontró entonces frente a una disyuntiva: ¿quién debía quedarse al cargo de su fábrica, su hijo Ferdinand Porsche Jr. o su yerno Anton Piëch? Se decantó por el segundo, y fue entonces cuando comenzaron las intrigas internas de una de las familias más ricas de Europa.

A puñetazos en las juntas

Ferdinand Piëch, nieto de Ferdinand Porsche, comenzó su carrera en Porsche, dirigida entonces por su tío, quien dicen estaba aún resentido por la 'traición' paterna. Sus hijos disfrutaban de puestos directivos en la empresa, pero sus trayectorias eran menos brillantes que las de su sobrino. Los celos y las envidias llegaron a tal punto que durante una junta de dirección de 1971, previa a la cena navideña de la familia, terminó con Piëch y los Porsche enfrentados a puñetazos.

Tres meses más tarde, en marzo de 1972, los estatutos de Porsche recogieron que ningún familiar ostentaría cargo de responsabilidad alguno en la marca, dejando la gestión en manos de profesionales. Y mientras los Porsche volvieron con el tiempo a ascender dentro de la empresa, Piëch hizo las maletas para triunfar primero en Mercedes y Audi y luego en Volkswagen, donde recaló en 1993, cuando el grupo sufría unas pérdidas que parecían insalvables. Piëch no solo logró revertir la situación, sino que en el año 2012 culminó su venganza contra sus primos: Volkswagen tomaba el control de la marca deportiva.

Parecía que la batalla había terminado y Ferdinand Piëch, el niño del que sus primos se reían por ser disléxico, había vencido. Sin embargo, a principios de 2015 empezaron los rumores de desavenencias entre el presidente del grupo y su consejero delegado, Martin Winterkorn, que contaba sucederle y asumir el mando en 2017. Aupado al puesto por los Porsche, Winterkorn sufrió varios intentos de derrocamiento por parte de Piëch. El último, la pasada primavera, terminó con el otrora presidente dimitiendo al perder el apoyo de la cúpula de la empresa, de los sindicatos e incluso del estado federal de Baja Sajonia.

Armas de mujer

La guerra entre primos nunca se mantuvo en secreto y no se limitó solo a lo empresarial. El mismo año 1972 que Ferdinand Piëch era expulsado de Porsche y comenzaba su carrera ascendente en Audi, conoció en Roma a Marlene Mason, la esposa de su primo Gerard Porsche. “Me gustó tanto como la moto que conducía”, aseguró después. Piëch estaba casado con una mujer llamada Corina con la que tenía cinco hijos, pero no fue impedimento para, a las pocas semanas de ese viaje a Roma, fugarse junto a Marlene, con quien tuvo otros dos vástagos.

Hay quien entendió el romance como una manera de hacerle daño a los Porsche donde más podía dolerles. El idilio duró seis años, momento en el que abandonó a Marlene por Herma Hutter, con quien amplió su prole con otros dos niños. En 1982 encontró por fin a la mujer de su vida, Ursula Piëch. Llegó como niñera de sus hijos, siguió como amante y terminó casada con él en 1984. El día de la boda, una de sus hijastras le preguntó: “¿Cómo te puedes casar con mi padre cuando eres una persona tan humana y alegre?”.

Con el paso de los años, la señora Piëch se ha convertido en la bestia negra de los Porsche. Si bien han conseguido aupar a sus candidatos a la presidencia de Volkswagen -se espera que a Winterkorn le sustituya Mathias Müller, quien también cuenta con el apoyo de esa rama familiar-, Ursula sigue teniendo casi todo el poder dentro de la empresa.

Dicen que Uschi, como la llamaba su esposo, tiene poder para vetar los nuevos modelos que producen las marcas. Es habitual verla conducir nuevos Audi que aún no están a la venta, y en su garaje cuenta con joyas como un Ferrari 353, un Bentley GTC o un Bugatti Veyron. Pero la verdadera fortuna de Ursula Piëch está por venir. Su esposo tiene 78 años y su multimillonaria herencia industrial quedará al completo en manos de Ursula. En el año 2010, el patriarca anunció la creación de dos fundaciones que administrarán no solo la fortuna de 5.000 millones de euros que posee, sino también su paquete accionarial, con el que controla el 10% del holding Porsche, máximo accionista de Porsche y Volkswagen. Ambas fundaciones quedarán en manos de Ursula hasta su muerte, siempre y cuando no vuelva a casarse.

Así las cosas, el último escándalo de la empresa automovilística ha detonado una guerra hasta ahora latente. Queda por ver quién gana el siguiente round.

El enfrentamiento entre los Piëch y los Porsche, las dos familias que gobiernan el grupo automovilístico Volkswagen, viene de lejos. Ahora, el escándalo por el trucaje de motores de la firma alemana ha recrudecido la batalla por el poder en la compañía automovilística y ha desenterrado el hacha de guerra entre primos (son dos ramas de la misma familia), que ya en 1971, durante una junta de dirección previa a la cena navideña, terminaron a puñetazos. A lo largo de los años, la guerra sucia entre sus miembros –infidelidades incluidas– ha dejado situaciones de lo más vergonzosas y la idea persistente en los alemanes de que ni unos ni otros tienen escrúpulos.

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