Qué son las conductas disruptivas en los niños y adolescentes y cómo solucionarlas, según la ciencia
Algunas circunstancias relacionadas con el entorno del menor pueden ser el detonante de su mal comportamiento
Algunos comportamientos en los niños son muy comunes, sin embargo, en muchas ocasiones superan ciertos límites que no deberían. Actitudes como la desobediencia persistente, conflictos con figuras de autoridad o reacciones desproporcionadas ponen a prueba la paciencia de padres y educadores. Estas situaciones, lejos de ser un caso aislado, se han convertido en un tema de interés para numerosos expertos en salud mental, quienes han definido estos comportamientos como trastornos de conducta disruptiva.
Estos trastornos, que van más allá de un mal comportamiento ocasional, incluyen el trastorno de oposición desafiante (TOD), el trastorno de comportamiento y el trastorno explosivo intermitente. Todos ellos comparten ciertos patrones de agresividad, dificultades para acatar las normas y un escaso control de los impulsos, que afectan no solo al niño, sino también a quienes lo rodean.
Los expertos señalan que algunos factores de riesgo, como el maltrato infantil, el abandono o experiencias traumáticas, aumentan la probabilidad de desarrollar estas conductas. En Estados Unidos, se calcula que el 3% de los menores presentan algún tipo de trastorno disruptivo, siendo más frecuentes en varones y en niños a partir de los 12 años. Un diagnóstico precoz y su consecuente tratamiento pueden marcar la diferencia en la evolución de estos problemas.
La intervención psicológica es muy importante y suelen centrarse en la aplicación de tratamientos psicosociales que involucran tanto a los padres como a los menores. En estos programas, los padres adquieren herramientas para responder de forma positiva a las necesidades de sus hijos, fijar límites claros y gestionar el comportamiento sin recurrir a gritos o castigos físicos. Las sesiones van de una a dos horas semanales, distribuidas entre 8 y 18 semanas, y pueden estar dirigidas tanto a la capacitación de los padres como únicamente a los niños, o a la familia al completo.
En algunas situaciones donde la terapia psicosocial no es suficiente, se pueden considerar los medicamentos como un apoyo para reducir los síntomas. Entre los fármacos utilizados se encuentran los estimulantes, los antipsicóticos y los anticonvulsivos. La decisión de recurrir a medicación se toma cuidadosamente, y siempre bajo estricta supervisión médica, ya que los menores pueden experimentar efectos secundarios, como problemas de crecimiento o complicaciones en el sistema cardiovascular.
Asimismo, algunos estudios, como el realizado por la 'Agency for Healthcare Research and Quality (AHRQ)', recomiendan que se realice un seguimiento regular de la terapia y la medicación del menor, ya que los síntomas y las necesidades de los menores pueden variar con el paso del tiempo. Es por esto que, a medida que el niño crece, se deben realizar ajustes en el tratamiento para asegurar su efectividad. Por otro lado, las investigaciones destacan la importancia de la implicación y el apoyo familiar en consonancia con las recomendaciones médicas.
En cualquier caso, si tienes dudas sobre cómo afectan los trastornos disruptivos a los menores, lo mejor es que acudas a un profesional de la salud para que pueda ayudarte a resolver todas tus preguntas, teniendo en cuenta tus circunstancias concretas.
Algunos comportamientos en los niños son muy comunes, sin embargo, en muchas ocasiones superan ciertos límites que no deberían. Actitudes como la desobediencia persistente, conflictos con figuras de autoridad o reacciones desproporcionadas ponen a prueba la paciencia de padres y educadores. Estas situaciones, lejos de ser un caso aislado, se han convertido en un tema de interés para numerosos expertos en salud mental, quienes han definido estos comportamientos como trastornos de conducta disruptiva.