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Lina Morgan y el colgante fetiche que le regaló su hermano del alma
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NO SE LO QUITABA NI PARA DORMIR

Lina Morgan y el colgante fetiche que le regaló su hermano del alma

La muerte de José Luis fue el principio del fin. Se le fue la ilusión de trabajar y casi también de vivir. Luego llegó el fallecimiento de su hermana y la larga enfermedad. Hasta este jueves, que dijo adiós

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La vida de Lina Morgan durante los últimos años fue de enclaustramiento voluntario. A pesar de tener amigos íntimos que la querían y la hubieran acompañado de haber sido esa su elección, quiso vivir su soledad. Desde que se supo que estaba enferma –oficialmente una neumonía– las noticias sobre su estado de salud las transmitía su hombre de confianza Daniel Pontes. La información la daba siempre con cuentagotas y además esas explicaciones coincidían en tiempo y espacio con el rumor sobre su inminente fallecimiento. Se había convertido en una maldad recurrente que su antiguo chófer reconvertido en tutor legal por obra y gracia de Lina desmentía.

La última vez que hablé con él por este motivo fue en junio pasado. Muy enfadado aseguró que estaba dispuesto a llegar hasta el final contra aquellos que lanzaban esas mentiras, y hablaba de tomar medidas legales. Al preguntarle si era indicación de su jefa, prefirió esquivar la cuestión y me facilitó unos datos cuanto menos sorprendentes “Lina está en estos momentos preparándose para ver el partido de fútbol en televisión. Juega el Barça, que es su equipo preferido”. Por lo tanto había que dar por buena que la evolución de su enfermedad (nunca se supo realmente cuál era) resultaba favorable. Hasta aquí la historia más o menos oficial de los últimos meses de vida de la que ha sido sin lugar a duda la gran cómica del panorama artístico español. Tenía esa cualidad que solo con levantar el telón la gente que acudía a sus funciones se reía.

Una vez que se apagaban las luces de su Latina querida Lina Morgan cambiaba el registro, dejaba de actuar y volvía a ser Ángeles, Angelines como la llamaban sus íntimos, o Chacha, el apodo cariñoso de su hermano José Luis, el verdadero y único hombre de su vida. A pesar de lo que a veces se decía Lina Morgan tenía sus incondicionales como Hugo y Moncho Ferrer, Arturo Fernández, Amparo Rivelles, Sancho Gracia y muchos más, que formaban un grupo animado que no se perdían los Premios Mayte de Teatro. Mientras estuvo en activo nunca falló a esa cena, que era como los Goya del teatro. Sorprendentemente, y a pesar de llenar durante años su Teatro La Latina, nunca lo recibió. “Es que yo soy payasa y a lo mejor por eso no me catalogan en ninguno de los apartados”, decía en esas noche de fiesta en Mayte Comodore.

Su colgante de la suerte

Lina aparecía siempre elegante, con vestidos de firma y con joyas importantes que solía cambiar muy a menudo. De lo que nunca se desprendía era de un colgante con forma de elefante en plata lacada “Y con la trompa para arriba que da suerte”, decía. Fue uno de los primeros regalos que le hizo su hermano y desde que murió nunca se desprendió de él. “Es mi fetiche, mi talismán y no me lo quito ni para dormir”, me contaba en una de sus últimas apariciones públicas. Una convocatoria del padre Ángel, a las que nunca fallaba. “Es el único hombre que ahora me hace salir de casa”, contaba con humor para explicar que “la vida social no tiene demasiado interés para mí. Ya no es como antes, que nos juntábamos gente de la profesión y hablábamos de todo. Ahora me encuentro con chicos y chicas monísimas que son todos iguales y no consigo diferenciarlos”.

A Lina tampoco le gustaba el cambio que se había producido en la prensa. En esa misma reunión de Mensajeros de la Paz se llegó a tomar a risa las preguntas de un becario: “Me ha dicho que si no me gustaría trabajar en televisión. Le he contestado que si no le sonaba Hostal Royal Manzanares”.

Se quedaba tan pancha siendo borde con los que consideraba que lo eran con ella. Lina Morgan tenía un carácter fuerte y en muchas ocasiones seco. Su hermano José Luis que era todo lo contrario y se lo echaba en cara. “Era mucho más sosegado, más tranquilo que yo”, me decía.

Su hermano lo fue todo para ella

El punto de inflexión en su vida fue precisamente la muerte de este hermano, que para ella lo fue todo, amigo, padre, hijo, maestro, jefe. A partir de ahí su vida fue un echar la vista atrás y recordarlo mañana, tarde y noche. No había entrevista en que no surgiera su nombre. “Se ha ido demasiado pronto, fue una muerte injusta, un hombre bueno, cariñoso, …” y así adjetivo tras adjetivo que desgranaba hasta emocionarse. Pasó tiempo hasta que pudo sentarse en el palco que compartían en el Teatro La Latina. Ese teatro que fue su sueño, su inversión y la culminación de una carrera profesional imponente. Su hermano decía que era “la Shirley MacClaine española”.

Su pérdida fue el principio del fin en la vida afectiva y casi laboral de la actriz. No tenía ilusión por el trabajo. Cada vez que acudía a su teatro y no estaba José Luis se deprimía. Dejó de ir y lo siguiente fue venderlo aunque siempre tuvo su palco vitalicio. Su hermana Julia fue el tercer vértice del triángulo familiar. También murió y entonces fue cuando se refugió en sus amigos, que no la abandonaron. Fue ella la que decidió vivir en soledad y con el recuerdo de su hermano en las muchas fotografías enmarcadas que decoraban su casa. Dicen que una de sus actividades preferidas además de ver películas antiguas era mirar y remirar los álbumes con fotos y recortes de prensa de sus éxitos que José Luis recopiló durante toda su vida.

Ahora por fin se reencontrara con él.

La vida de Lina Morgan durante los últimos años fue de enclaustramiento voluntario. A pesar de tener amigos íntimos que la querían y la hubieran acompañado de haber sido esa su elección, quiso vivir su soledad. Desde que se supo que estaba enferma –oficialmente una neumonía– las noticias sobre su estado de salud las transmitía su hombre de confianza Daniel Pontes. La información la daba siempre con cuentagotas y además esas explicaciones coincidían en tiempo y espacio con el rumor sobre su inminente fallecimiento. Se había convertido en una maldad recurrente que su antiguo chófer reconvertido en tutor legal por obra y gracia de Lina desmentía.

Lina Morgan Colgante
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