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Beatriz de Holanda no levanta cabeza: se fractura un pómulo y tiene que ser operada
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EN AGOSTO FALLECIÓ SU HIJO, EL PRÍNCIPE FRISO

Beatriz de Holanda no levanta cabeza: se fractura un pómulo y tiene que ser operada

Las malas noticias han sido las protagonistas en estos nueve meses: el fallecimiento de su hijo Friso, su tristeza y, ahora, su ingreso hospitalario

Foto: La princesa Beatriz en el entierro de su hijo Friso. (I.C.)
La princesa Beatriz en el entierro de su hijo Friso. (I.C.)

Después de la entronización de Máxima y Guillermo como Reyes de los Países Bajos el pasado 30 de abril, la princesa Beatriz ha sabido situarse en un segundo plano después de 33 años de reinado. Cedido el testigo a su primogénito, Beatriz comenzó a apartarse de la vida pública para ceder un protagonismo que ya no le corresponde.

Durante este tiempo, las malas noticias han sido las protagonistas en estos nueve meses: el fallecimiento de su segundo hijo, su tristeza constante y, ahora, su ingreso hospitalario tras caerse en su residencia, el palacio de Huis ten Bosch, y fracturarse un pómulo, por lo que ha tenido que ser sometida a una cirugía.

Una esperanza rota

Una vez firmado el acta de abdicación, la princesa Beatriz decidió dedicarse en cuerpo y alma al cuidado de de su segundo hijo, el príncipe Friso, que se encontraba en coma tras sufrir un alud en febrero de 2012 mientras esquiaba en una estación en Austria. Desde entonces viajaba cada semana hasta Londres, donde estaba ingresado en una clínica privada con un coste de 3.000 euros diarios.

Clínicamente muerto según los médicos, Beatriz trasladó a su hijo hasta su residencia en La Haya en el mes de julio para poner fin a las especulaciones sobre el gasto “innecesario” que estaba haciendo la Corona. Semanas más tarde, el 12 de agosto, Friso fallecía acabando, así, con las pocas esperanzas que tenían todos los miembros de la Familia Real, y en especial su madre.

A partir de entonces, Beatriz -conocida como la reina de la sonrisa- se encuentra sumida en una profunda tristeza de la que parece no desprenderse. Tanto es así, que el pasado 31 de agosto la princesa suspendió la fiesta nacional que iba a celebrarse en su honor para agradecerla sus años de reinado rompiendo con una tradición que lleva vigente desde 1885, coincidiendo con el cumpleaños de la reina Guillermina y que no se celebrará, al menos, hasta principios de 2014.

Una abdicación ¿anunciada?

El deseo de ser más madre que reina hizo que la princesa Beatriz decidiera a finales de enero -tres días antes de cumplir 75 años- pasarle el testigo a Guillermo. Con un reinado relativamente tranquilo, el accidente de su hijo Friso colocó a ella y, sobre todo a la Corona, en el centro de las críticas.

El motivo no fue más que el deseo de mantener vivo con uñas y dientes a su hijo, por lo que no dudó en trasladar a su hijo desde de Holanda hasta Londres, a pesar del diagnóstico nada esperanzador de los médicos. Esta decisión fue tomada en virtud de la ley holandesa que no permite que una persona en su estado sea mantenida con vida más de seis meses, algo que sí contempla la legislación inglesa.

Esta decisión no fue bien acogida por los holandeses, que no entendían por qué se invierten 3.000 euros diarios en mantener con vida a una persona “clínicamente muerta”. Tras estas críticas, la Casa Real holandesa informó en noviembre del año pasado que el príncipe Friso comenzaba a dar señales de conciencia, aunque su estado continuaba siendo “muy preocupante”. Una información que trató de justificar unos gastos considerados “innecesarios” y que minaron la estabilidad emocional de la princesa Beatriz.

Después de la entronización de Máxima y Guillermo como Reyes de los Países Bajos el pasado 30 de abril, la princesa Beatriz ha sabido situarse en un segundo plano después de 33 años de reinado. Cedido el testigo a su primogénito, Beatriz comenzó a apartarse de la vida pública para ceder un protagonismo que ya no le corresponde.

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